jueves. 18.04.2024

La fuerza desatada de un régimen decadente

Los responsables del PSOE que han propiciado esta operación no deberían omitir que trabajar para ser alternativa significa dotar de contenido político a su proyecto, es decir, desmarcarse sin complejos del PP y tratar de imponer un nuevo lenguaje

Azorín definía la elegancia como fuerza contenida. Una persona elegante sería aquella que no manifiesta de forma espontánea toda su fuerza, toda su energía, toda su potestad, sino que la contiene y la expresa de forma delicada. Por eso decía Rubén Darío que la elegancia suprema consiste en no hacerse notar. La grave crisis que sufre el régimen del 78, metastatizada en los intersticios de su propia vertebración institucional y, como consecuencia, con la tendencia morbosa a convertirse en un sistema cada vez más cerrado, ha procedido con la inelegancia de la fuerza desatada. Quizá no se confundía el astuto político italiano Andreotti cuando al principio de la Transición y sobre la vida pública española comentó: “manca finezza.”

Los artefactos mediáticos, institucionales y fácticos han procedido de forma sumaria y sin ningún disimulo a la activación de toda su fuerza para intentar mantener el statu quo de la Transición, dejando al descubierto las vísceras de las propias contradicciones del sistema que agudizan su crisis y lo sitúan al borde del Estado fallido. En realidad las posiciones de la superestructura del régimen  y la consagración de su pensamiento unilateral supone un autoritarismo tout court ya que representa un determinado principio formal de deformación del antagonismo social y alejamiento de las mayorías sociales. En palabras de Slavoj Zizek el populismo de derecha, dice hablar en nombre del pueblo cuando en realidad promueve los intereses del poder y el  régimen de poder en España ha desembocado en un universo de frustración y represión.

Ante la imposibilidad de que los conservadores lograran una mayoría parlamentaria y el veto de los poderes facticos a cualquier clase de alternativa que fuera ajena al pacto de la Transición, se produce la pedestre maniobra a la que han asistido perplejos los ciudadanos estás últimas semanas consistente en desmontar la tramoya ya imposible del bipartidismo para consagrar la del partido único, arrojando al Partido Socialista al abundamiento de su profunda incertidumbre discursiva e ideológica. El filósofo americano Stanley Cavell escribió que la democracia es una cuestión de voz. Se trata de que cada ciudadano pueda reconocer en el discurso colectivo su propia voz en la historia. Sin esto no hay política, sólo gestión, o gobernanza como se dice en los ámbitos económicos y sin política, la democracia no tiene sentido. Por ello, los responsables del PSOE que han propiciado esta operación no deberían omitir que trabajar para ser alternativa significa dotar de contenido político a su proyecto, es decir, desmarcarse sin complejos del PP y tratar de imponer un nuevo lenguaje. Porque la confianza la transmite el que marca el sentido de las palabras.

La fuerza desatada de un régimen decadente