viernes. 29.03.2024

¿Es España el Banco de Santander?

El Estado español es un departamento de la entidad financiera, dispuesto a velar por los intereses de la familia Botín como los generales del país

Al dramático interrogante de Ortega que manifestó con la exclamación: “Dios mío, ¿qué es España?” Hoy podríamos contestar sin errar mucho la parábola trazada por la flecha que nos indica la diana de la objetividad que España es el Banco de Santander. No es el primer banco de la nación, es la nación. En realidad, el Estado español es un departamento de la entidad financiera, dispuesto a velar por los intereses de la familia Botín como los generales del país. La ciudadanía nunca es rescatada, nunca es salvada, al contrario es sacrificada por el Estado/Banco de Santander ya que como ha escrito Alain Touraine, el comportamiento de los muy ricos, dominado por la obsesión del máximo beneficio, desempeñó y sigue desempeñando el papel principal en la disgregación del sistema social, es decir, “de toda posibilidad de intervención del Estado o de los asalariados en el funcionamiento de la economía.”

España, de esta forma, es un Estado estamental que también tiene sus autonomías, ya que la vertebración de España puede producirse por la red de autovías, los ferrocarriles, aeropuertos y por la cohesión social generada a través de la sanidad, la educación, las pensiones y demás elementos de protección que atemperan los desequilibrio sociales y favorecen la distribución de la renta. Pero también esa vertebración puede tener otra visibilidad como las oficinas de una entidad bancaria o los centros de unos grandes almacenes, al igual que la pasión patriótica y el sentimiento identitario se depositan en una bulímica emoción por la selección de fútbol. Ya no defendemos las Termópilas sino esa realidad políticamente imposible que Milton Friedman anunciaba que se convertiría en políticamente inevitable.

Si la nación sólo es el beneficio de esas empresas que vertebran al país, un Estado auténticamente nacional no podría ser entonces sino un artefacto costoso e inútil, improductivo, parasitario que crece como un quiste purulento. El único Estado sostenible es el que preserva el poder económico y financiero, un Estado mínimo que mantiene el orden plutocrático en el vértice obsceno de la desigualdad. Seremos trabajadores, consumidores, desempleados o excluidos pero no ciudadanos, porque como afirma Philip Pettit, la ciudadanía como fuente de poder, exige la igualdad civil de todos sus miembros. Pero la nación empresa exige que el Estado se limite a ser gendarme y barrendero, que tenga limpias y ordenadas las calles y a los mendigos y rateros controlados y todo lo que no sea eso entiende que supone un jeu d’esprit que malversa los beneficios de la usura y el mercadeo.

Es tiempo de menosprecio, utilizando una expresión que compartirán Malraux y Semprún. La conclusión cruel recupera una descripción de España del poeta W.H. Auden en 1937: “Ese cuadrado árido, ese fragmento cortado de la caliente África, unida tan crudamente a la inventiva Europa”. 

¿Es España el Banco de Santander?