jueves. 28.03.2024

Un cadáver al pie del obelisco

Durante la dictadura argentina un cadáver apareció al pie del obelisco bonaerense. ¡Un cadáver en el centro de Buenos Aires a la vista de todos!

Durante la dictadura argentina un cadáver apareció al pie del obelisco bonaerense. ¡Un cadáver en el centro de Buenos Aires a la vista de todos! Algunos comentaron que algo habría hecho el fallecido para tener tan dramático y anónimo final. Otros muchos pensaron aterrorizados que desconociendo la identidad del cadáver y cual había sido su delito, cualquiera podría aparecer muerto al pie del obelisco. Joseph K. Fue detenido sin saber por qué... Así comienza el relato de Kafka “El Proceso.” Es la dictadura de la incertidumbre, cuando el presente se vuelve peligroso porque el futuro ha dejado de existir. La causa no es, como afirmaba Octavio Paz, que no se tenga constancia del futuro al no haber estado nunca nadie en él, sino el  no tener constancia de un presente donde cualquiera puede aparecer socialmente muerto.

¿Perderé el trabajo? ¿Me quitarán el subsidio? ¿Podré dar de comer a mis hijos? ¿Tendré dinero para pagar la hipoteca? La pobreza, la desigualdad, el poder económico, son severos obeliscos donde cualquiera puede morir una mañana. El ciudadano se siente impotente, no tiene espacios cívicos ni políticos donde guarecerse y es compelido a vivir una realidad impuesta y ansiógena que ha sido construida a las hechuras de su miedo y de su resignación. Vivimos una época, como señala Slavoj Zizek, postpolítica del “fin de la ideología” que se concreta en la despolitización radical de la esfera económica: el modo en que funciona la economía  -la necesidad de reducir el gasto social, etc.- es aceptado como una simple imposición del estado objetivo de las cosas. Mientras persista esta despolitización de la economía, empero, cualquier narrativa sobre la participación activa de los ciudadanos, sobre el debate público como esencia de la decisión colectiva responsable, no podrá incidir en las decisiones de largo aliento que nos afectan a todos. Porque la libertad de la gente está condicionada a la radical limitación de la libertad del capital, en la subordinación de la economía al control social, es decir, una repolitización radical de la esfera económica.

La limitación del ámbito de lo opinable y lo revisable propicia que hechos entendidos como revisión del régimen de poder, se aborden como imposibles y su negación los convierta de imposibles o improbables por la cultura oficial en inevitables desde la visiva de la realidad política de la sociedad. Las tensiones territoriales, el conflicto social, son planteados por el sistema como inexistentes en cuanto a su contextura en que han derivado como problema y sólo admite a modo de  solución la vuelta al estado anterior a la polémica. Es la negación de aquella realidad advertida por Albert Einstein de que no podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos. Pero es un sistema que respira en la paradoja que se enfrenta a la verdad. La realidad económica, por ejemplo, defendida por los académicos, periodistas, políticos, banqueros y grandes empresarios es absolutamente incapaz de explicar cómo funciona actualmente la economía, en su lugar ofrece una justificación pseudocientífica para la codicia, la pobreza y el caos endémico del sistema, así como para la obscena riqueza de las élites. En este sentido, la economía se ha convertido en la justificación ideológica de la clase dominante.

Un cadáver al pie del obelisco