viernes. 19.04.2024

Perturbados

Estuvieron donde no debieron estar, se reunieron con quienes no debían, se dejaron atrapar en las redes de los lobbies...

Estuvieron donde no debieron estar, se reunieron con quienes no debían, se dejaron atrapar en las redes de los lobbies... Pienso que no podemos dejar la representación política en manos de quienes no mantienen un equilibrio ético.

El economista Robert Frank nos alertaba de ‘la fiebre del lujo’; el psicólogo Oliver James, del ‘virus de la abundancia’ y el filósofo Alain Batton, de la ‘ansiedad por el estatus’, todo ello para avisarnos de lo peligroso que resulta que en las sociedades modernas se viva con la ansiedad de acumular poder –sea político, económico o social– una preocupación perniciosa porque es capaz de destruir una parte importante de nuestros principios.

Ese ‘virus’ nos ha ido invadiendo y hoy vivimos en la vergüenza de que algunos de nuestros representantes políticos aparecen a la vista de la sociedad con síntomas evidentes de estas perturbaciones: han caído en el desequilibrio, no perciben sus delirios y estamos constatando su adicción a realizar actos, impulsar proyectos, forzar voluntades de sus estructuras funcionariales con el fin de alcanzar sus trastornados objetivos. Tan perturbados aparecen, que ni son conscientes de lo que han impulsado, del mal social propagado, de su falta de ética y hasta de trasladar sus efectos alocados a sus más allegados, simulando negocios, comprando a precios fuera de mercado, traficando con ilícitos y recibiendo regalos.

Estuvieron donde no debieron estar. Se reunieron con quienes no debían. Inauguraron acontecimientos, celebrando lo que todavía no estaba aprobado. Vulneraron la más elemental prudencia, viajando con quienes nunca deberían haberse cogido del brazo. Se dejaron atrapar por las redes invisibles de los lobbies, por esa ansiedad de mantener una pretendida jerarquía que, por sus actos, ahora está teniendo un fuerte rechazo social. Señores de cobrar en ‘sombra’ determinados porcentajes por ser facilitadores de rápidos negocios.

Que todo esto haya ocurrido nos produce miedo. Miedo de que estos perturbados sigan todavía mandando y, desde sus posiciones, seguir imponiendo su desequilibrada moral. No somos insensibles y esta situación nos lleva a un sufrimiento traumático, porque creíamos en unos líderes y resulta que hemos tenido el alto mando trastornado. La sociedad silenciosa, sigue pegada a su trabajo, pero se siente amenazada por la falta de respuesta para salir de la amenaza, sin causar más daños. No deseo la huida. No deseo que estos perturbados, deambulen de un lugar a otro, mientras tenemos que soportarlo en prensa y televisión diciendo “no he sido, no he sido”. Deseo que rindan cuentas del mal que nos han causado.

No deseo vivir en una sociedad donde sufrimos de todo y, además, soportando un cúmulo de desigualdades. Porque está demostrado, que las desigualdades, como nos dice Wilkinson y Pickett, trasladan a la sociedad sus deficiencias y repercuten en la salud, y no estamos para convivir con más epidemias sin antídotos probados. Somos responsables. Y como ciudadano pienso que no podemos dejar la representación política en manos de quienes no mantienen un equilibrio ético.

Martín Luther King dijo en una ocasión que “el arco moral del universo es amplio, pero se inclina ante la justicia”. Deseo una sociedad nueva, como un arco que se curva para recuperar los principios éticos, morales y de justicia, porque sin ellos, no tendremos ni libertad ni igualdad, tan necesarias para una interacción social.

Demasiado tiempo perdido para endeudarnos tanto y con tan pocos resultados, sin salida a un desarrollo, porque las políticas aplicadas han fracasado. Con las cabezas en tantos líos, hemos olvidado nuestro desarrollo económico y medioambiental y no generamos optimismo para buscar entre todos una ilusión que haga de esta nación algo que nos sienta orgullosos de lo que hemos proyectado.

Asumamos cada uno nuestra culpa, por mantener en puestos de responsabilidad a quienes han demostrado que abusaron de la confianza de los que le habían votado.  El propósito de esta reflexión es no hacer la política del avestruz, es decir, una llamada a los miembros activos de nuestra comunidad, en los diferentes territorios, para que se construya una sociedad que se soporte en un código de conducta, en donde no pasemos a la historia por las páginas de sucesos, sino porque entre todos hemos sido capaces de realizar las transformaciones necesarias para un crecimiento equilibrado.

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