jueves. 18.04.2024

Autonomía colectiva

Algo se mueve en la sociedad y los ciudadanos lo están percibiendo en el día a día desde una nueva visión...

Se piden cambios constitucionales, en nuestros ordenamientos jurídicos, y en los de la UE, porque al movimiento ciudadano de empoderamiento colectivo no le sirve lo existente, y no le sirve, porque su meta es caminar hacia una nueva sociedad.

Algo se mueve en la sociedad y los ciudadanos lo están percibiendo en el día a día desde una nueva visión colectiva. Las cosas no son de la misma forma que antes de la crisis, hemos pasado del miedo de los primeros momentos, del derrumbe económico, que destruyó tantas ilusiones, a buscar entre los escombros aquellas estructuras que puedan ayudarnos a reconstruir la nueva sociedad.

En ese avatar, los ciudadanos han ido recuperando la confianza en sí mismos, se han empoderado, se han fortalecido desde la desgracia, y esa capacidad renovada, arrastra una desconfianza en las instituciones, porque no les han sabido defender, ni prever, ni controlar. Por eso ahora quieren decidir, quieren saber y quieren, porque no, auditar. Ya no se fían. Son las consecuencias de las crisis económicas, y las consecuencias para el sistema político. El sufrimiento que  vive la ciudadanía, quieren trasladarlo a las instituciones, porque no se entiende que la crisis no las haya transformado todavía y se resistan  tanto a los cambios.

Sociológicamente hablando, estamos pasando una primera etapa de toma de conciencia, de ese empoderamiento individual, valorando cada uno “lo que le ha afectado la crisis”, en el empleo, la vivienda, su salud, los servicios públicos y una larga lista de recortes. Y cada cual, según le afecta, se ha enrolado en una marea. Mareas que han ido desembocando en las plazas públicas de las ciudades y en sus muros están colgadas sus demandas. Desde ese empoderamiento individual, se ha ido formando un movimiento colectivo, pasando de esa autonomía individual, a un proceso de autonomía colectiva.

Una fuerza transformada en colectiva, que busca su organización idónea, para convertirse en un proyecto social muy trasversal, en donde no sirven los métodos tradicionales experimentados en otras organizaciones, precisamente, porque se precisan nuevas formas, para nuevos retos. Es un punto de complejidad no resuelto. Y no resuelto, porque las instituciones constitucionales no estás preparadas para asumir estos cambios. Y por ese motivo, se piden cambios constitucionales, en nuestros ordenamientos jurídicos, y en los de la UE. Porque al movimiento ciudadano de empoderamiento colectivo no le sirve lo existente, y no le sirve, porque su meta es caminar hacia una nueva sociedad.

Se equivocan los que analizan el problema enfrentando la monarquía con la república, el centralismo con el federalismo, o los muy diversos antagonismos territoriales, el problema es, que el espíritu constituyente que se impulsa desde el poder ciudadano, es reclamar un “Novísimo Estado Social de Derecho”. El profesor Sousa Santos de la Universidad de Coímbra, así lo califica. Tiene que cambiar la exclusividad de la representación política que hoy tienen los partidos, para que se abran en formulas donde los ciudadanos se sientas más integrados, no ser un instrumento de la maquina electoral, o sea, que tenemos que desarrollar un empoderamiento socializado. Hay quien piensa que esto ataca al sistema, incluso hay quien lo traslada a la vida privada, y han llegado a decir que elimina la propiedad privada. Nada más lejos, lo único que se desea, es que las cosas “públicas”, sean cada día más públicas, o sea, más del común. Porque hay que vivir con lo que es propio y fortaleciendo al mismo tiempo con lo que es del común, sin destruirlo, organizándolo eficazmente, para no vivir con tanta desigualdad.

Articular la vida social sin privilegios, no es volver a las barricadas, es protegernos de la especulación, así de claro. Vivimos en una dialéctica envenenada, por un lado, los que nos gobiernan, que quieren perpetuarse, y por otro, los que quieren gobernar, que no se despojan a tiempo del lastre del pasado. Así mismo, los que se han empoderado individualmente, tienen sin resolver su empoderamiento colectivo, incompatible con el actual sistema de poderes. Por eso señalábamos que el problema se ha desplazado a áreas superiores. Se precisa cambiar y buscar nuevas vías para encontrar soluciones, porque mientras tanto, estamos viviendo políticamente en un sistema de protectorado

El mensaje de empoderamiento puede empobrecerse, porque las energías si no tienen cauce adecuado terminan por otros espacios, ya pasó en otros momentos de la historia como en mayo del 68, aunque salvando las diferencias, quiero resaltar, que por muy trasversal que sean los movimientos ciudadanos, se requiere interiorizar los problemas, para defender con fuerza el problema del común, porque lo que está claro es que el poder que tenemos en frente, son los poderes económico-financieros, que desde hace décadas, están siendo muy eficaces en el derrumbe del Estado del bienestar, reduciendo sus costes de producción y los derechos. Por eso, hay que avanzar en realismo social, sin caer en utopías.

Cambios sí, pero desde la legalidad, con un fuerte impulso democrático, aunque sea más lento, no hay prisa, porque no queremos un cambio, para sustituir a unos por otros. Queremos un cambio del sistema, aunque lo iniciemos y lo terminen las próximas generaciones, pero poniéndoselo más fácil, no más difícil. Y como no hay fórmulas, las soluciones las encontraremos en la participación, con independencia, con más transparencia y con un sistema electoral más democrático, que no prime ni a partidos, ni a territorios, sino a los ciudadanos.

Una gran tarea, que no vemos que se impulse desde los que ahora nos gobiernan, ni de sus alrededores, vendrá de una democracia que construya paso a paso, una nueva sociedad a base de controlar a sus representantes elegidos, a los gobiernos a todos los niveles, y sea exigente pidiendo rendición de cuentas, para activar una democracia directa que vitalice tantos instrumentos que no funcionan, como por ejemplo, los Consejos Ciudadanos, o las consultas, que deberían ser una vía de normalidad para comunicarse y encauzar las demandas. Nuestro problema es que vivimos de espaldas a estos planteamientos, y cuanto antes demos media vuelta, encontraremos los caminos, porque los que ya hemos transitado nos han llevado al sitio de donde habíamos partido, ha sido un viaje perdido. Reconociendo los errores, busquemos soluciones y dejemos a las futuras generaciones, ciudades y regiones donde se pueda vivir un sueño colectivo.

Autonomía colectiva