miércoles. 24.04.2024

De casta y caspa

A veces, un acto relativamente rutinario, como es el relevo de un representante español en la Comisión Europea...

A veces, un acto relativamente rutinario, como es el relevo de un representante español en la Comisión Europea, revela el sentido profundo de las cosas de la política en España.

El ex ministro Arias Cañete comparece ante una comisión evaluadora de la Eurocámara como candidato a ocupar la cartera de Acción Climática y Energía, aportando un currículo que no debería exhibir y una conducta que no le acredita como un buen gestor y menos aún como un ciudadano ejemplar.

A su conocida expresión de machismo, se unen el reconocer, tarde y mal, haber cobrado un sueldo por parte del Partido Popular, que había ocultado en España, la picardía de haber vendido anteayer las acciones de dos empresas -Ducar y Petrologic- de las que su familia conserva un paquete de acciones mayoritario, y cuyas actividades son incompatibles con el cargo que aspira a desempeñar, y, finalmente exhibe una trayectoria como destructor de la costa -alicatada hasta el techo-, ha formado parte de un gobierno que, entregado al oligopolio eléctrico, ha declarado la guerra a las energías renovables, ha prorrogado la actividad de la central nuclear de Garoña, ha privatizado la luz del Sol, pues ha prohibido la generación doméstica de energía eléctrica, y sigue apostando por las energías fósiles, como en Canarias saben muy bien, y defiende el fracking

Ante este cúmulo de despropósitos, es lógico ponerse en el lugar de los examinadores. ¿Y cómo nos mandan a este?, se habrán preguntado. ¿Es que no tienen a alguien mejor? Pues no, no hay otro mejor, todos son parecidos, y las mujeres no son mejores (en eso han alcanzado la igualdad). 

Si miramos hacia arriba en el escalafón, el mejor debería ser el Presidente del Gobierno, por algo está ahí, pero no mejora la imagen de Cañete, porque comparecer en una reunión de jefes de gobierno europeos llevando el “Marca” en la mano (Arriola estaría dormido) es como si llevase al hombro unas alforjas con quesos y chorizos (reales, los metafóricos ya los lleva), que delatarían su estilo provinciano y la pequeñez de su perspectiva política. Y ahí está el quid del asunto.

En el Partido Popular tienen una visión doméstica, casera, de España y del mundo, y una noción pueblerina de lo que es gobernar. El mismo Partido es de estar por casa, con poco lustre y mucha caspa encima del traje de Armani, muy adecuado a la España de pueblo, provinciana, que tienen como imaginario modelo, en la que no hay separación entre lo público y lo privado; la política se hace en el casino, junto con los negocios, encima de la mesa camilla, y las trampas por debajo de ella; los problemas se resuelven en familia y las oportunidades se reservan a parientes y amigos, así de sencillo, y todos colocados y bien colocados, siguiendo el empeño del ministro franquista José Solís de encontrar empleo a sus paisanos -¡”Pepe, colócanos a tós”!-, a los que colocó, si no a “tós”, a casi “tós”.

A pesar de su clara orientación pronorteamericana, la concepción que en el Partido Popular tienen de la política no está inspirada, por ejemplo en la serie de televisión “El ala oeste de la Casa Blanca” u en otras similares, sino más bien en viejas películas costumbristas españolas, cuya acción transcurre en pueblos pequeños como Villar del Río (Bienvenido Mr. Marshall), Calabuig (Ibid), Castilviejo (Aquí hay petróleo), Fontecilla (Los jueves milagro), Horcajo de la Sierra (Historias de la radio), Calacierva (La ciudad no es para mí), Valdemorillo del Moncayo (El turismo es un gran invento), entre otras muchas, en las que aparecen los conciliábulos de las fuerzas vivas tradicionales -el alcalde, el boticario, el maestro, el cura y el cabo de la guardia civil-, a las que ahora habría que añadir el promotor inmobiliario, el registrador de la propiedad y el director de la sucursal de la caja de ahorros.

En ellas, todo es pequeño, todo se hace en familia. Al fin y al cabo, durante el franquismo, del que son herederos, se arreglaban las cosas entre las familias del régimen (algún teórico vio en ello una muestra de pluralidad política), y contando con el concurso de algún monseñor, que siempre andaba cerca.

En el Partido Popular creen que gobiernan una España que aún no ha salido de esa época que tanto añoran. Por eso Cañete es un personaje digno de una película de Paco Martínez Soria. Typical Spanish.

De casta y caspa