jueves. 28.03.2024

La novatada del 26J

España. País en el que la corrupción no penaliza en las urnas. Desde el 20 de diciembre   amanecemos con los  casos Taula, Acuamed, los Papeles de Panamá; la Gürtel, Púnica, y Brugal. Lo hacemos con tanta naturalidad como escuchamos que uno de cada tres niños se halla en riesgo de pobreza, el paro juvenil supera el 50 por ciento, o hay medio millón de exiliados económicos  desde que Mariano Rajoy ocupa la presidencia.

España, tierra del sur de Europa, donde los ojos del continente se fijaron sin pestañear a pesar del Brexit hace una semana. Todo por una marca electoral que recogía los sueños de quienes pacíficamente pararon desahucios, la privatización de la sanidad pública en Madrid; se movilizaron para acoger a los refugiados sirios, defendieron la enseñanza, o compartieron su pensión para hacer de padres en lugar de abuelos.

Ambos polos  se batieron en duelo el pasado 26 de junio según el imaginario de  los votantes por el cambio. Elementos no faltaban.  Tampoco narrativa.  Se iba a poner la guinda al trabajo  de quienes el 15 de mayo de 2011 ocuparon las plazas, posteriormente irrumpieron en forma electoral en 2014, y desde hace un año gobiernan en las principales capitales de provincia españolas.   

Las encuestas, pese a no aproximarse desde hace rato a los resultados finales, alimentaron la ilusión de los más convencidos, los menos, y hasta de los protagonistas. Tanto que hasta el propio PP la noche del 26 de junio superó sus expectativas: 14 escaños más y un 33 por ciento de los votos, 600.000 sufragios nuevos.

A partir de ahí: éxtasis en la sede del partido reformada con dinero negro, bote  del presidente con mayor naturalidad que en 2011,  ebrio de alegría cuando emitió su discurso. Para desgracia de Unidos Podemos… con el grito de fondo, “¡sí, se puede!”. La euforia no frenó a los convocados en Génova, 13. Sacaron pecho y de paso robaron también las consignas de aquellos a quienes los bancos les quitaron las casas.

Llegado a este punto podríamos escribir “España es idiota”, sin la mordaz ironía y dura crítica de César Strawberry; o tararear “Adagio a mi país”. Pero no es el caso. El conjunto de pueblos que conforman este Reino, los urbanitas no los entienden, ni tampoco tienen interés en ello. Nos mofamos del presidente en funciones cuando visita un campo de alcachofas, sin asimilar que se trata de una maniobra electoral para buscar el voto rural, y rescatar al bipartidismo.

A día de hoy permanece el shock mientras los escribanos del régimen avanzan en la  narrativa postelectoral.  Con mucho mérito y descaro, obvian que  el PP celebró uno de los peores resultados de su historia,  y posiblemente peligra que Rajoy termine el mandato. Los relatores cuentas que a la fiesta se unió Pedro Sánchez,  con su brindis por haber evitado el sorpasso, y los 100.000 votos de ventaja del PP en Andalucía sobre el PSOE. Lo hizo con la misma euforia de aquellos que celebraron el pasado 20D que Eduardo Medina no entrara en el Congreso de los Diputados. El sainete lo completó Susana Díaz: “Si el PP nos ha sacado 100.000 votos en Andalucía; en España  2,5 millones. Aquí nos han superado en tres escaños; en España, 52". En conclusión: los barones y el secretario del partido hegemónico en la izquierda siguen más pendientes del próximo Congreso que de frenar la debacle continuada cada vez que las urnas se abren.

Por su parte, Ciudadanos  se tomó en serio a Josep Oliu y si antes copiaba partes del discurso de Podemos, con la confluencia entre el partido de Iglesias e IU plagia el eterno reclamo de la coalición que coordina Alberto Garzón y culpa a la ley electoral  de los malos resultados de Rivera.

En esta larga resaca tras los comicios, queda claro que Unidos Podemos pagó la novatada  y contribuyó sin quererlo a reforzar la narrativa de quienes apuntalan el régimen bipartito. El creerse invitado al banquete tradicionalmente organizado por las fuerzas políticas gobernantes en España desde hace cuarenta años... hizo mella también para perder momentáneamente la primera batalla del relato. La ilusión despertada entre los fieles de Unidos Podemos, también nubló la vista de quienes fueron su vanguardia en la campaña. Que desencajada y en bloque  dio la cara ante sus fieles como si se tratara de una tragedia en la calurosa noche del 26 de junio.

“¿No habéis buscado un día el rayo que vuestros ojos anhelaban, algo que, acaso no existía en el lugar que lo buscabais?”, escribió José Hierro. Eso le sucedió a Unidos Podemos. No basta con dejarse llevar por la inercia o el sentido común capitalino para convencer a los individuos que votan en contra de sus propios intereses sin saberlo, o a quienes no depositan la papeleta en la urna por confianza o desconfianza. No hay que confundir deseo con realidad.

Escrito lo anterior: conviene apuntar que pese a la pérdida de voto en las grandes ciudades la candidatura más votada en País Vasco y Cataluña se consolida como la principal fuerza alternativa en el Congreso de los Diputados.

Ni mucho menos se le agotaron las oportunidades a la nueva marca electoral. En invierno se celebrarán las elecciones gallegas y vascas; que podrían aupar a las opciones de cambio a integrar ambos gobiernos autonómicos. En la política nacional, Unidos Podemos aspira a convertirse en la formación que abandere la lucha contra el ajuste de 8.000 millones de euros cocinado desde Bruselas; el TTIP, y empezar a construir matria.

 “La patria tiene derecho a que nuestra alma, nuestro talento y nuestra razón le consagren sus mejores y más nobles facultades”,  expresó Marco Tulio Cicerón. Los más generosos  pensarán como Platón  que los españoles no nacimos para nosotros, sino para nuestro país. Por mi parte me quedo con las palabras sobre la cuestión de Henry Bordeaux – eso sí, con cierta distancia -. “La patria es una asamblea de hogares. A la que primero hay que llegar, luego comprender, y finalmente seducir”. Y ello no se conseguirá desde los platós situados en la ciudad que vio nacer a José Hierro.

La novatada del 26J