martes. 19.03.2024

El sindicato "de" Podemos y la venganza de Marx

Finalmente desde el interior de Podemos se ha fundado un sindicato. Lo que era un rumor ya se ha materializado...

Finalmente desde el interior de Podemos se ha fundado un sindicato. Lo que era un rumor ya se ha materializado

Francamente, me ha sorprendido la decisión que se ha tomado desde el partido de Pablo Iglesias El Joven. Añado cariñosamente el sobrenombre para que la frágil memoria no nos haga olvidar la existencia del padre fundador del movimiento obrero y sindical español: Pablo Iglesias El Viejo. Aclaro por qué me ha sorprendido. Un servidor había entendido que Podemos estaba haciendo un trabajoso esfuerzo por generar lo nuevo. Más todavía, por eliminar las gangas que históricamente han tenido los partidos políticos y, en el caso que nos ocupa, las formaciones de izquierda en sus diversas cofradías: socialistas, socialdemócratas, comunistas, laboristas y hasta demócrata-cristianas. Una de esas gangas ha sido la creación de sindicatos, desde el interior de dichos partidos. El padre de todo ello fue Ferdinand Lassalle, legendario fundador de la socialdemocracia alemana.

Hemos recordado en diversas ocasiones la famosa polémica pública entre Lassalle y Karl Marx: el primero activo teórico de la subordinación del sindicato al partido; el segundo, radicalmente contrario. Esta batalla la perdió, desgraciadamente, el barbudo de Tréveris (1). La victoria de Lassalle convirtió al sindicato en un sujeto ancilar: en el chico de los recados, para entendernos. Por lo tanto, el ejercicio del conflicto estaba en función de las contingencias y necesidades de papá-partido. Y así fue durante mucho tiempo. Pero tantas veces fue el cántaro a la fuente que al final se rompió. Quiero decir que, con no pocos titubeos, esfuerzos y hasta asperezas, el sindicalismo europeo fue consiguiendo grados de independencia real que al final acabó decantándose a favor del sindicato. Así también fueron las cosas en España. Esto era lo nuevo; lo otro -la subalternidad al partido-  fue convirtiéndose en pura herrumbre, que los partidos desganadamente tuvieron que ir admitiendo. Desde dentro de Podemos se ha obviado esa historia y, peor aún, los perversos efectos de la sumisión del sindicato al partido.

Esta es mi sorpresa: se forma un sindicato desde dentro de un partido. Así pues, la independencia queda en entredicho, al tiempo que nos permitimos señalar un detalle singular: el nacimiento del nuevo sujeto no está en los centros de trabajo sino en un lugar incorpóreo que no es donde se da la contradicción básica entre el dador de trabajo y el asalariado. Así las cosas, ¿se orienta Podemos a un «sindicato de ciudadanos»? Si tal fuera estaríamos, nuevamente, hacia una confusión de los roles entre el partido (Podemos) y el sindicato que preconiza. Una confusión que lógicamente es gestionada desde el macho alfa que siempre –según la doctrina de Lassalle— quiso ser el partido, y que ya no es por fortuna. Es cierto, ya no lo es por fortuna: esta es la “venganza” de Marx sobre Lasalle.  

Otra premisa: la fundación del nuevo sindicato es legítima. Se ampara en la libertad sindical, que siempre defendimos desde los primeros andares del sindicalismo español tras su legalización en 1977. Que guste esta aparición o no es cosa irrelevante. Los sindicalistas de mi quinta no luchamos por la libertad sindical “para nosotros” sino para que los trabajadores se afiliaran donde lo estimaran oportuno.

Me permito una sugerencia, tal vez innecesaria: la reacción de los sindicatos de toda la vida, por así decir, debe estar en las antípodas de cómo la mayoría de los partidos han tratado la irrupción de Podemos. Primero, por puro respeto a la libertad sindical; segundo, porque les sería contraproducente. Es más, entiendo que es imprescindible captar el mensaje que nos manda el recién nacido: quieren «modernizar las actuales estructuras sindicales». Que esta afirmación no se compadezca con lo que hemos referido en torno a la independencia -es más, entra en contradicción con esa modernización-  no es cosa de repetir ahora. Pero el mensaje está ahí: y esa es la necesidad; una necesidad en la que viene insistiendo el sindicalismo confederal de toda la vida pero en la que no acaba de meterse de lleno.

Los avisados saben que una organización sindical no se crea de la noche a la mañana. De manera que pueden transmitir esa enseñanza a las nuevas generaciones de sindicalistas. Pero esto ha sido una verdad hasta ahora, porque estos tiempos son radicalmente nuevos, así es que lo que nos ha parecido irrefutable hasta la presente podría ser una rotunda falsedad en estos momentos donde todo lo que parecía sólido -dijo el clásico- se desmorona. Así pues, el que se instala en los constructos de ayer puede perder hogaño las plumas y, como el gallo de Morón, disponer sólo del recurso al cacareo. 


(1) Habla Marx: “En ningún caso los sindicatos deben estar supeditados a los partidos políticos o puestos bajo su dependencia; hacerlo sería darle un golpe mortal al socialismo”. Tal cual. Se trata de la respuesta de nuestro barbudo al tesorero de los sindicatos metalúrgicos de Alemania en la revista Volkstaat, número 17 (1869) en clara respuesta a lo afirmado por Lassalle: “el sindicato, en tanto que hecho necesario, debe subordinarse estrecha y absolutamente al partido” (Der social-democrat, 1869). 

El sindicato "de" Podemos y la venganza de Marx