viernes. 29.03.2024

Únicos e irrepetibles

Los hechos humanos, una vez que desaparecen de la memoria de la gente, a diferencia de los axiomas matemáticos, son irrecuperables.

Cuando, hace unos días, vi las imágenes de los terroristas del Estado Islámico destruyendo las obras de arte del museo de Mosul me acordé de un texto de Enrique Serna, el escritor mexicano de un libro polémico e interesante titulado: Genealogía de la soberbia intelectual. Cuenta el autor cómo fue la destrucción de la biblioteca de Alejandría por los seguidores cristianos del patriarca Teófilo primero y por los seguidores del califa Omar, después. Frente a la concepción del mundo pagano, para el que el saber universal se contiene en miles de libros, en las versiones más radicales de las tradiciones judía, musulmana y cristiana, todo lo que hay que saber está en un libro, y lo demás es redundante.

Antes de mandar quemar toda la bibliografía contenida en el Museo de Alejandría, Omar argumentó del siguiente modo: «si las escrituras de los griegos concuerdan con el Corán, son inútiles y no deben ser preservadas, si difieren de él, entonces son perniciosas y deben ser destruidas». De modo que, en la actualidad, apenas conservamos pequeños fragmentos de los filósofos presocráticos y unas cuantas obras de teatro griegas. Probablemente el destino de la humanidad hubiera sido bien distinto de haberse conservado todo aquél saber. Serna termina diciendo: «mientras otros caudillos intolerantes sólo sojuzgaron a los hombres de su tiempo, Teófilo y Omar mutilaron también a las generaciones futuras».

En realidad cuando se mutila a una generación, se está mutilando a las generaciones futuras. Lo que añaden a la iniquidad quienes destruyen el pasado es extender su daño en los dos sentidos de la flecha del tiempo. Robarnos nuestro pasado, tergiversándolo, es también una forma de robarnos el futuro que consideramos más legítimo, que es el que construimos conscientemente sobre la base del conocimiento de la verdad de los hechos. Decía Hannah Arendt que un régimen político podría destruir todos los libros de matemáticas, aunque probablemente al cabo del tiempo los seres humanos volverían a reconstruir el teorema de Pitágoras. Pero los hechos son más vulnerables que los axiomas matemáticos y el poder lo sabe. Los hechos humanos, una vez que desaparecen de la memoria de la gente, a diferencia de los axiomas matemáticos, son irrecuperables. “Una vez perdidos, ningún esfuerzo racional puede devolverlos”.

Los periodistas y los historiadores tienen una enorme responsabilidad ante la humanidad, que no es otra que contar y preservar la verdad de los hechos. De modo que cuando alguno miente consciente y deliberadamente, no se comporta de manera muy distinta de los que hace unos días destruían las estatuas asirias del siglo VIII antes de nuestra era. Como no son mucho mejores los políticos que hacen con las imágenes de sus adversarios lo mismo que Stalin hizo con las fotos de Trotsky.

Cada ser humano es como esas estatuas de Mosul, una obra única e irrepetible, y lo más amargo es que todavía hay demasiada gente dispuesta a destruir la dignidad y la vida de sus semejantes, sin que ningún esfuerzo racional nos las pueda devolver en toda la eternidad.

Únicos e irrepetibles