martes. 16.04.2024

Es la infraestructura, majete

Si uno abre un periódico, de papel o digital, o enciende una radio o una televisión, es harto improbable que encuentre noticias sobre abusos en las empresas.

Un día un amigo y colega sociólogo me contaba que, conforme avanzaba la crisis económica, encontraba en sus investigaciones un fuerte incremento de la crueldad en el mundo de las empresas. Los dueños, inseguros, se habían vuelto mucho más arbitrarios con los directivos. A su vez los directivos se habían vuelto más agresivos con los cuadros intermedios de la empresa, y en la base de la pirámide los trabajadores se veían en la necesidad de someterse a muchos abusos con tal de preservar su puesto de trabajo. Por supuesto, también los trabajadores están jerarquizados, y los inmigrantes y las mujeres se llevan la peor parte.

Lo curioso es que si uno abre un periódico, de papel o digital, o enciende una radio o una televisión, es harto improbable que encuentre noticias sobre abusos en las empresas. Da igual la orientación ideológica del medio de comunicación, sólo muy de tarde en tarde aparece algún escándalo relacionado con el mundo laboral privado, generalmente de contenido sexual, que desaparece enseguida sin dejar huella en la memoria. De modo que uno pensaría que, a pesar de todos los sistemas de control, de las exigencias de transparencia, de la existencia de una oposición institucionalizada, de la fiscalización de la prensa, la vida pública es un estercolero, mientras que el mundo empresarial, sin nada de eso, está limpio como una patena.

Pero, en realidad, lo que ha ocurrido con la crisis y con la reforma laboral que realizó el actual gobierno en 2012, es que el desequilibrio de poder en las empresas se ha hecho más grande aún, y más arbitrariedades se han vuelto legales. Pero que sean legales no quita que sean arbitrariedades. Que sea tu dinero no justifica que margines de la dirección de la empresa a una persona leal y competente para poner el futuro de cincuenta familias en manos de un inútil, por muy sobrino tuyo que sea. Ni te da derecho a solicitar los favores sexuales de una persona que necesita desesperadamente ese trabajo, o a obligarle a que haga horas extras sin pagárselas.

 Si uno busca en las bases de datos de sentencias judiciales “incumplimiento empresarial” o “acoso laboral” obtiene un buen número de resultados que solo son la punta del iceberg de eso que llamábamos lucha de clases y que los meritócratas de la política y de los medios de comunicación desconocen o parecen haber olvidado. Escandalizados porque algunos sindicalistas comían cigalas, muchos consintieron que debilitaran a los sindicatos hasta hacerlos casi desaparecer. Y con su desaparición de la vida pública también han desaparecido los abusos y maltratos laborales, pero no de las empresas, sólo de la vida pública.

Quizá comprendamos mejor el mundo cuando los medios dediquen al menos la séptima parte de su tiempo, un día a la semana, a hablar de estas cosas, sin que eso implique que deban abandonar su interés por los titiriteros, escraches, tuits estúpidos, performances inapropiadas en las capillas, y por supuesto, por los políticos corruptos y no gratos. Como diría Karl Marx: es la infraestructura, majete.

Es la infraestructura, majete