viernes. 29.03.2024

Conciencia de clase

Estos días, en los que periodistas y políticos andan muy atareados analizando datos de encuesta para tratar de conocer la composición de los electorados de los diferentes partidos, el CIS ha puesto a disposición de los investigadores los microdatos de la encuesta postelectoral de las elecciones del 20 de diciembre. Aprovechando esos datos me sumo al análisis del presente y del pasado inmediato, que me parece un ejercicio mucho más útil, y menos arriesgado, que el de tratar de saber qué nos depararán las urnas el 26 de junio. Más que nada, porque la vida es impredecible, y la política no digamos.

Si los partidos “representan” a quienes les votan, la verdad es que los partidos que se presentaron en las pasadas elecciones representan a Españas muy distintas, no sólo en sus valores e ideas políticas, que es lógico, sino también en su composición social. Por ejemplo, no sería lo mismo una España con una clase alta y media alta que abarcara al 12% de la población, que una España con una clase alta y media alta a la que perteneciera el 25%. Estas cifras se refieren a los electorados del PSOE y de Podemos, en ese orden. Sí, en efecto, los titulados universitarios abundan entre los electores de Podemos, un 30%, y escasean entre los electores del PSOE, un 12%. Por el contrario las personas con estudios primarios o menos son el 37% del electorado del PSOE en tanto que los electores de Podemos con estudios primarios o sin estudios son sólo el 12%.

Vaya, resulta que los votantes del PSOE son los obreros, la gente de los pueblos, los mayores, los que tienen menos estudios, mientras que los votantes de Podemos son de clase alta o media alta, jóvenes, de ciudad y con título universitario. ¿Por qué? Piense muy bien el amable lector o lectora antes de aventurar hipotéticas diferencias de capacidad política de unos grupos sociales y de otros, pues puede no llegar a reconocerse ideológicamente en el espejo de su respuesta. En realidad este artículo debería acabar aquí, para que cada cual encuentre su explicación a la pregunta. Pero es razonable avanzar un poco más.

Hace ya muchos años vino a visitar Yunquera, mi pueblo, un dirigente del PSOE que, en su juventud, allá por los sesenta, militó en la izquierda revolucionaria. Mi amigo y maestro pasó la tarde charlando con mis padres, que le contaron su peripecia emigratoria en Alemania, también en los sesenta, incluido su aprecio por Willy Brandt y las políticas que el líder socialdemócrata alemán hizo a favor de los trabajadores y de los inmigrantes. Al terminar la cena, mi amigo, uno de los mejores teóricos de la izquierda, dentro y fuera de nuestro país, me dijo: “qué lección, cuando yo todavía me debatía entre el maoísmo y el trotskismo, tus padres ya eran socialdemócratas”. Yo no he olvidado aquella lección, ni la isegoría, ni lo valioso que es tener el voto y el apoyo político de personas como mis padres. Trabajadores no cualificados, rurales o de barrio, sin estudios, tenían la razón cuando apostaron por la socialdemocracia en los setenta, y la siguen teniendo ahora.  

Conciencia de clase