viernes. 29.03.2024

Pasarela a la corrupción: el “HOLA” de la vergüenza

“Los resultados electorales en este año 2016 se están definiendo por el cinismo manipulador de los políticos y la ignorancia, inconsciencia o irresponsabilidad de los votantes”, con esta rotunda afirmación inicia John Carlin su artículo “El año que vivimos estúpidamente”. ¡Qué verdad contiene!

En un artículo anterior hice ya referencia a Darío Fo, premio nobel de literatura; ironizaba sobre Italia, su país, con esta inteligente y gráfica metáfora: “En este país llevamos la cabeza muy alta… porque la mierda nos llega hasta el cuello”. Analogía parecida podemos decir del Partido Popular: “la mierda de la corrupción les llega hasta el cuello”, aunque estén muy ufanos de sus posibilidades cada vez más cercana de que Rajoy pueda ser investido presidente; no sólo porque su corrupción económica y política se ha hecho irrespirable, sino porque son insoportables sus ansias desmedidas de poder. Siempre la derecha ha considerado que el poder les pertenece.

En estos días “inciertos”, mientras el PSOE -uno de los poderes del Estado-, pone la alfombra azul para que Rajoy l “el plasmático indolente” permanezca en la Moncloa otros cuatro años -que por tener el poder cree que puede hacer lo que quiera, hasta llegar a mentir sin pudor alguno-, otro poder del Estado, la “justicia”, sienta al Partido Popular en el banquillo en Alcalá de Henares… ¡Qué paradoja!: “la cuadratura del círculo”, situación que desafía la lógica y el sentido común de la ética política; la consecuencia es, como escribía Bárbara W. Tuchman, “una marcha hacia la locura”; marcha en la que tal vez muchos españoles y algunos socialistas les quieren acompañar, movidos por “la irresponsabilidad, la ignorancia o la estupidez”, pero que otros muchos no la quieren realizar.

Aunque Rajoy y Soraya pretendan disfrazarlo (no les conviene manifestar su alegría contenida), en la crisis del PSOE han visto su gran una oportunidad. Otros populares manifiestamente más manipuladores (las “altivas Cospedales” y los “bufonescos Hernandos”, que insultan a la verdad cada vez que hablan,), se han llevado a Moncloa y a Génova 13, buenas reproducciones pictóricas: “Duelo a garrotazos” de Goya, “La rendición de Breda” de Velázquez” y “El retrato de la Mona Lisa” de Leonardo da Vinci; éste último con el fin de imitar la cínica y enigmática sonrisa de la Gioconda, para que no se les note en exceso el regocijo de la espera de ver cómo les cae “la breva”. Se cumple una vez más lo que Maquiavelo sostenía para mantenerse en el poder: “Si tienes que mentir, miente”.

Como el 1 de abril del 39 el “innombrable dictador” firmaba en Burgos el parte de la victoria, algunos populares se han crecido ante un PSOE “cautivo y desarmado”. Bien alto y claro lo anunciaba el taimado Rafael Hernando: “no nos vale una abstención estratégica; debe ser una abstención útil que nos proporcione la estabilidad y no sólo para un gobierno que dure un día”. No sólo exigen una abstención “patriótica”, sino que pretenden -como ufano pedía asimismo el ministro Méndez de Vigo, otro advenedizo que gestiona la educación- que además de la abstención apoyen sus políticas. La “rendición de Breda”, sumisos y humillados y, además de arrodillados, que les limpien las botas.

Rajoy y el Partido Popular han superado el nivel de lo admisible; crecidos ante la debilidad del PSOE, pretendían en paralelo poner condiciones a los que quieren ayudarles para apoyarles y a su vez -¡otra paradoja!- anular el juicio de la Gürtel que les muestra sus vergüenzas, sin importarles el descrédito institucional y contra toda lógica jurídica; pretendían que, además de la abstención, el PSOE les garantizase la estabilidad y apoyase sus políticas. Y si no consiguen la investidura y la estabilidad, no les importarían unas nuevas elecciones, aunque, cara a la opinión pública, lo nieguen; debido al escándalo y vergüenza que tal la intención ha provocado en los medios, han arriado velas y ya no pondrán condición alguna. En las actuales circunstancias, satisfacer estas exigencias significaría la ruina política de un PSOE escindido; y de realizarse unos terceros comicios, según algunas encuestas, se confirmaría que el principal beneficiado sería el PP; el más perjudicado el PSOE que bajaría a la tercera posición, adelantado por Unidos Podemos, que quedarían como líderes de la oposición.

Como el niño del cuento, ni podemos ni debemos callar cuando vemos que “el rey (Rajoy y el PP), no va desnudo”, sino pringado de corrupción, mentiras e incumplimientos; ni podemos ni debemos callar cuando durante su gestión, la desigualdad y el empobrecimiento de las clases más vulnerables han crecido, mientras las clases altas se han enriquecido y las diferencias entre sus niveles de vida se han disparado; ni podemos ni debemos callar cuando el tráfico de influencias y la política de amiguetes es una práctica habitual… Permitir un gobierno de “esta derecha” es permitir un gobierno de los ricos, de recortes y más impuestos. La franja más favorecida de la sociedad vive ya fuera del mundo de la gente. Los exilios y paraísos fiscales son su ejemplo más notable. Con su proverbial maestría, en uno de sus ensayos gráficos dibujaba “El Roto” a Adán y Eva en medio del arbolado del paraíso, mientras exclaman: “¡Ya estamos hartos del paraíso terrenal, nos mudamos a un paraíso fiscal!”. Estos ricos, que hablan de patrias pero sus dineros los colocan en paraísos fiscales, se mudan a ellos con ingenierías financieras con el fin de pagar menos impuestos. Es el desarraigo del capital o como Antonio Ariño y Joan Romero lo definen en su libro “La secesión de los ricos”. Cuando no les va bien, intentan cambiar las reglas, incluso a los árbitros; más siempre acaban en ¡Panamá!

Para ellos no existen los consensos; si es preciso se cambian las reglas; es más, la política neoliberal les desbroza el camino. Las élites económicas se han separado de “la gente” (son sedicentes de ella); la secesión es como un proceso de creación de un nuevo estado en un territorio particular concreto del estado matriz; implica, por definición, la transferencia de soberanía a una nueva unidad política, la cual pasa a ser independiente del Estado que se lo permite y fomenta. En estas élites no existe la compasión social; intentan separar de “sus territorios” a los sectores más desfavorecidos a los que abandonan a su suerte. Sus compromisos son con ellos mismos; no tienen significación para ellos los principios de solidaridad y responsabilidad social; sueñan sus propias utopías, que siempre se cumplen; no sucede lo mismo con las utopías de las clases bajas o explotadas, que nunca se realizan. Y ¿quiénes son los ricos? Los que están en los papeles de Panamá; los que la única patria que reconocen son sus consejos de administración y los paraísos fiscales. Es una derecha nada compasiva que glorifica la ostentación.

Un dato: los 20 españoles más ricos poseen tanto como el 30% de los más pobres. Con ellos ha desaparecido el capitalismo de rostro amable. Unos están en la política social a escala local -la política económica de la inseguridad y precariedad, en proceso de expulsión-; otros, los ricos, a escala global -la de la ostentación, el lujo y la concentración de la riqueza-. De ahí que sea necesaria una nueva pedagogía del voto; los españoles votamos mal -aunque esto que escribo no sea políticamente correcto-; no es razonable que en unas hipotéticas terceras elecciones, quien con sus políticas ha favorecido la desigualdad, sea premiado con mayores apoyos ciudadanos. Esto significaría que no sabemos leer la auténtica realidad y que retrocedemos en democracia; a las élites secesionistas no les importa perder a corto plazo si a largo plazo ganan más.

Si resulta obsceno e incomprensible que el pueblo americano confíe con su voto a un zafio político republicano como Donal Trump, igual de incomprensible es que los electores españoles confíen y aún aumenten su apoyo a un político como Rajoy, presidente de un partido acusado de corrupción y sentado en el banquillo por beneficiarse de la trama Gürtel como partícipe a título lucrativo. Es contradictorio y poco razonable ética y moralmente que un electorado mayoritariamente creyente y católico, como la sociología describe al votante popular considere como pecado más grave la práctica del sexo fuera del matrimonio que la corrupción, la mentira y la insolidaria distribución de la riqueza; no lo consideraba así ese Dios en el que dicen creer.

El lunes pasado el diario El Mundo en su edición nacional recogía el manual que describe de forma didáctica cómo burlar los controles del Tribunal de Cuentas en la financiación del Partido. El documento instruye, a través de un ‘power point’, a sus alcaldes cómo financiar al partido irregularmente. Es lo que define a los electores conservadores: hacen agua en la ética política. Rajoy y su gobierno, pese a lo que dicen, ha consolido la miseria. La crisis la paga los que siempre pagan todo. Bien lo describe el artículo de Víctor Arrogante en Nueva Tribuna, titulado: “Nos han saqueado”: “El gobierno de Rajoy, que gestiona el Estado al servicio de los intereses del capital, con la excusa de la crisis, ha desmantela el ‘Estado social’ y hasta el democrático de Derecho con su rodillo, sus reformas y las dejaciones en la administración de justicia”. Y estos ¡“Maria-Cristinos nos quieren gobernar”!. Mejor, quiere continuar gobernando 4 años más un partido enfangado de corrupción, no sólo de corrupción económica, sino también política. Se presentan tiempos curvos y oscuros si de nuevo llega a gobernar el Partido Popular. Sería la representación de una “comedia bufa”.

Hoy asistimos a esta otra comedia bufa titulada “La pasarela a la corrupción: el ‘HOLA’ de la vergüenza”. Se resume en seis escenas y un epílogo.

Escena 1ª: noviembre de 2002: la boda de Ana Aznar y Alegrando Agag y sus mil invitados en el Real Monasterio de El Escorial, conocida como “la boda de la tercera infanta; oficiada por el entonces Arzobispo de Madrid, el “acólito católico del poder y distante pastor del pueblo”; boda pagada, en parte, por el “capo Correa”, cuyos suegros del novio, “el dúo Famaztella”, lo consideraron un simple regalo más. Estaba allí como invitado el entonces vicepresidente Mariano Rajoy. Algunos de esos invitados han tenido o tienen hoy problemas con la justicia, incluidos algunos mandatarios y empresarios extranjeros.

Escena 2ª: octubre de 2016: parte importante de los invitados a esa boda son hoy los protagonistas del “otoño judicial”, marcado por el juicio de la rama central del caso Gürtel, la red de corrupción que anidó en el Partido Popular.

Escena 3ª: mayo de 2010, jornada en la que se va a aprobar el “tijeretazo” de Rodríguez Zapatero impuesto por la Comisión Europea. Protagonista, Cristóbal Montoro, hoy ministro de Hacienda del Partido Popular y ministro de Rajoy; ese día le dice a la diputada Ana Oramas de Coalición Canaria: “¡Que se hunda España que ya la levantaremos nosotros!”. Estos son los patriotas que, con la bandera española en la solapa y la muñeca, exigen “por el bien de España” que hay que apoyar la investidura de Rajoy.

Escena 4ª: 11 de febrero de 2009, días después de que se produjeran las primeras detenciones de la Operación Gürtel. Rajoy escoltado por la plana mayor de su formación comparece ante los medios: “Esto no es una trama del PP, como algunos pretenden; esto es una trama contra el Partido Popular, que es una cosa muy distinta”.

Escena 5ª: octubre de 2016: Calle Génova 13. Ante el juicio del Caso Gürtel, el Partido Popular distribuye un Argumentario con directrices a las que deben sujetarse todos los cargos políticos en sus intervenciones públicas o cuando sean interrogados sus militantes sobre este asunto:

  • El Partido Popular afronta con tranquilidad el juicio del Caso “Gurtel”. En España no existe la impunidad. “Quien la hace la paga”.
  • Este caso está “amortizado” y no debe tener repercusión ni en las negociaciones para una investidura de Mariano Rajoy ni en una posible campaña electoral si hay de nuevo comicios en diciembre.
  • El PP muestra su “confianza en la justicia” y “celebra que, después de tantos años de instrucción, finalmente se vaya a dictaminar sobre los hechos ocurridos”. 
  • El PP no está imputado ni procesado por la comisión de ningún tipo de delito en el llamado ‘caso Gürtel’.
  • Colaboramos con la justicia como no lo ha hecho ningún partido”. Palabras de Dolores de Cospedal, esa cínica genética cuyos gestos engolados contradicen las palabras, pronunciadas el martes día 11: “El procedimiento no se ha realizado con todas las garantías procesales”.
  • La presencia del PP en esta causa se debe “a los efectos de responsabilidad civil en una parte de la misma”.

Escena 6ª: octubre de 2016. El PP, a través de sus abogados, con un desparpajo indecente, pide, ejerciendo todas las garantías procesales a su favor y con un abuso torticero del derecho, que se anule toda la investigación antes de empezar el juicio. Argumenta para ello irregularidades en la obtención de algunas pruebas. Entre la batalla judicial y la batalla política, pretenden generar una sombra de duda para llegar a concluir que el proceso judicial está contaminado; la batalla política se juega en otras plazas y -afirma- no debe interferir en el debate político para configurar un gobierno.

Epílogo: Rodrigo Rato (no hace mucho tiempo uno de los paradigmas, modelo y ejemplo del PP: Ministro de Economía y Hacienda, Vicepresidente primero del gobierno, Director gerente del FMI, Director de Caja Madrid y Bankia); hoy sentado en el banquillo por “falsedad documental, blanqueo de capitales, fraude fiscal, apropiación indebida, alzamiento de bienes, administración desleal…”. Conviene recordar lo que dijo cuando era vicepresidente del gobierno y presidente del PP “in pectore” frustrado; hay que tener claro lo fácil que es para los populares hablar (falseando cínicamente la verdad) y cómo actúan después: “El gobierno considera prioritaria la lucha contra el fraude fiscal, porque el fraude fiscal supone la ruptura del principio de equidad en el funcionamiento tributario español y supone que aquellos que hacemos el esfuerzo de contribuir como marcan las leyes al sostenimiento de los gastos del Estado, nos vemos perjudicados seriamente y se ven seriamente perjudicados los intereses de todos los españoles por el crecimiento del fraude”… “Yo cumplo con mis deberes fiscales y cumplo satisfactoriamente y con satisfacción las dos cosas, porque creo que estoy haciendo lo que debe hacer cualquier ciudadano”.

En aquellos momentos, con su proverbial chulería y soberbia, los prebostes populares Aznar, Arenas, Rajoy, Cospedal, Montoro, Gallardón, Aguirre, Hernando, Trillo…, de este “ya tal” (como de Rato se refiere hoy Rajoy) afirmaban: “Rato ha sido de largo el mejor ministro de Economía y Hacienda de España. Ha sido el artífice del milagro económico español. Con nosotros ¡España va bien!”. Qué clarividente ha sido Rajoy con aquellos a los que públicamente ha alabado por su gestión: Rato, Matas, Bárcenas, Camps, Barberá, Fabra, Rus…; hoy todos ellos en el banquillo. ¡Qué razón tiene la catedrática de ética Victoria Camps al afirmar que “lo más escandaloso de la sociedad es observar por qué cuesta tanto quitar de en medio a los corruptos”!

Hasta cuándo debemos aguantar el cinismo político de Rajoy y del Partido Popular que mienten descaradamente a los votantes. Cómo permitirles que, ante los evidentes y generalizados casos de corrupción que están siendo judicializados en este otoño judicial, se muestren ofendidos y se indignen como “vírgenes castas” contra quien se lo recuerda y recrimina. Qué fácil resulta manipular a sus votantes mediante la mentira, que siempre ha sido su instrumento del miedo. Con Cicerón en su primera catilinaria habría que preguntarse: “Quousque tándem abutere, Mariano, patientia nostra?” ¿Hasta cuándo va abusar el Partido Popular de la paciencia de los ciudadanos?

Y mientras tanto, en la era de las redes sociales, cuánto influye la estupidez y la simplificación del mensaje; ¿qué se puede decir que sea sólido en un tuit? La verdad se convierte en  algo relativo y la mentira se vende mejor, pues impera en ella la demagogia, el cinismo y la manipulación. Y la pregunta es ¿somos realmente estúpidos o nos sentimos cómodos en la estupidez? Las élites políticas están desprestigiadas; ¿qué mecanismos hay que emplear para que el ciudadano llegue a estar bien informado y sepa la verdad? Es necesario apartar aquellos velos ideológicos que impiden ver las debilidades, defectos, mentiras, imposturas e incoherencias políticas y, como consecuencia, dificultan la reflexión y el debate sobre quién debería ser investido presidente y conformar un gobierno transparente y limpio de toda corrupción. En estos momentos y en estas condiciones hay poco tiempo para el debate y el intento. Si los “hados” no lo impiden, la “escasamente dotada para la comunicación”, la Presidenta del Congreso, la “voz de su amo Rajoy” se ha dado prisa para ponerle la alfombra al presidente en funciones. La ronda de consultas del Rey, para una hipotética nueva investidura de Rajoy, será los días 24 y 25 de octubre.

Soplan tristes aires de frivolidad y banalidad; lo grave es que el debate ya no es sobre ideas y programas sino como espectáculo; importa lo anecdótico, lo frívolo y banal con el fin de desenganchar de la política y de lo sustantivo de ella a la ciudadanía; se frivoliza la realidad, todo es anécdota; con la banalidad todo tiene la misma importancia, la política se vacía de contenidos y se falsea la realidad; ya no se requiere la participación política de los ciudadanos, solo interesa su voto para traducirlo en encuestas amañadas y cocinadas; los mensajes se simplifican; el ciudadano no se siente afectado ni interesado por la política; carece de importancia lo importante: triunfa la banalidad y la desfachatez intelectual.

En estos días “inciertos”, con el “Yo acuso” de Zola en el diario L’Aurore, podríamos señalar a todos los partidos que nos han llevado a esta deplorable situación gritándoles que “¡No nos representan!” Razón tiene la ley de Murphy: “Hay situaciones malas que pueden resultar peores”. Con Mariano Rajoy como posible presidente de gobierno, la ley se puede cumplir y a qué velocidad.

Y a la espera de estos tristes futuros, vemos cómo:

El PSOE, a través de Javier Fernández, presidente de la gestora, prepara la abstención en la votación a Mariano Rajoy pues “no considera que la corrupción sea un obstáculo para su investidura”. ¿Puede el partido socialista degradar más su coherencia y principios? Afirmaba el señor Fernández, el clon físico de Rajoy: “ahora debemos apagar los fuegos”. Como a Nerón le decían los romanos, hoy se lo decimos a él: “el fuego que no hay que apagar es el que no se ha encendido”.

Al señor Pablo Iglesias, el de Podemos, habrá que recordarle, según ha reconocido Mónica Oltra de “Compromís”, que no fue acertada políticamente su negativa a la investidura abortada de Pedro Sánchez. Cuando uno se cree perfecto no aprende nada; hay que equivocarse y saber reconocerlo. Siempre hubiese sido mejor un cambio de gobierno sin Rajoy, aunque no fuese el gran cambio deseado, que mantenerle de nuevo en la Moncloa. Con la declaración: “Hoy estoy convencido de que acertamos”, ha demostrado una vez más su soberbia e incapacidad para reconocer los errores. Y el político que no es capaz de leer los resultados previsibles de su opción ni asume las responsabilidades de la misma, además de mal político no debe, por ética e higiene democrática, aspirar a gobernar un país. Tenía la obsesión de liquidar todos los puentes de entendimiento en la izquierda y no sólo lo ha conseguido sino que, a su vez, se ha cargado, por el momento, a su contrincante político, Pedro Sánchez.

Y qué decir de Albert Rivera y “sus ciudadanos”. Que pueden descansar y decir: “Misión cumplida”. Nacieron para apuntalar y reforzar la derecha y lo han cumplido.

Pasarela a la corrupción: el “HOLA” de la vergüenza