jueves. 02.05.2024

Ciudadanos o el “gatopardismo lampedusiano”

albert rivera

En política se suele llamar gatopardista o lampedusiano al político reformista que quiere regenerar una parte de las estructuras para conservar “el todo” sin que nada cambie realmente

Cuanto más desigual es la sociedad, más vacía aparece la igualdad política formal y mayor el nivel de aversión a la política parlamentaria. Ante esta frustración, muchos ciudadanos sostienen que los políticos que venían a regenerarla y cambiarla, han traficado con sus sueños.

Dependiendo con quién hables de “Ciudadanos”, así te cuentan las cosas. No saben si tomarles en serio o es un mal sueño que ya pasará. Da la sensación de que la configuración de ese partido naranja consiste en la ambición de un joven “gesticulante y algo parlanchín”, con cierta “presencia”, que mira por encima del hombro a quienes considera “de la vieja política”; aceptado y financiado por los poderes económicos y la burguesía como “marca blanca” y colchón de descanso para algunos desencantados con el Partido Popular, más un grupo de avergonzados, indecisos o ambiciosos (socialdemócratas aparentes y neoliberales confesos) que, queriendo entrar en política, no lo querían hacer en el PP (nuestra rancia y corrupta derecha) y han encontrado en “Ciudadanos” el atajo, en momentos de vergüenza, incertidumbre e indignación, y con una ciudadanía que no sabe distinguir si son galgos o podencos, para acomodarse plácidamente en las instituciones.

La clave está en saber si la gente tiene claro para qué sirve Ciudadanos y el precio que estamos pagando para estar -con tantas promesas y palabrería de regeneración y cambio gatopardista-, donde estábamos hace 5 años, porque ellos lo han apoyado: gobernados por un partido corrupto y un presidente en el poder, pasmado y plasmado, y que tiene que declarar judicialmente. Como bien dice el pueblo en sus refranes: “Para este viaje no eran menester sus alforjas”

En política se suele llamar gatopardista o lampedusiano al político reformista que quiere regenerar una parte de las estructuras para conservar “el todo” sin que nada cambie realmente. “Ciudadanos” ha paralizado esas necesarias y vitales ilusiones democráticas de cambio que creíamos estaban en marcha por un gobierno, no más de lo mismo, sino peor aún que el anterior: si antes el PP era innecesario (estuvimos nueve meses en funciones, y “funcionamos”), hoy es contraproducente. Este es el resultado de la gestión de “Ciudadanos” en política: amparar y sostener la corrupción; por más que una parte del poder judicial frene la investigación, sobran pruebas y existe total evidencia de que el PP es un partido enfangado. Es verdad que lo que en España son hoy los partidos políticos es un reflejo de lo que es la sociedad. ¿Estamos, acaso, contentos con esta sociedad?

Afirmaba Zygmunt Bauman que a pesar de que la mayor preocupación de nuestra vida social e individual es cómo prevenir que las cosas queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro, la historia ha decidido un camino muy diferente: nuestra sociedad moderna es líquida; esto se debe a que los partidos políticos y las instituciones sobre los que se sostiene están liderados o dirigidos por personas fluidas; es decir, -como explica Bauman-, por personas no comprometidas con nada estable, sino listas para cambiar las reglas, la mente y los principios, en cualquier momento en el que se les requiera por los poderes fácticos; como decimos en castellano, “al sol que más calienta”, o “a donde el viento marque a la veleta”. Este es el perfil del líder de Ciudadanos. Ante sus apoyos y objetivos cambiantes habría que decirle a él y a sus “ciudadanos” que los únicos objetivos que no se consiguen son los que se abandonan. Su gran objetivo era “la regeneración” y se ha convertido en la clave de bóveda de apoyo a la más sórdida de las corrupciones que en estos momentos representan Rajoy y su partido.

El analista político y exparlamentario británico Tony Benn pronunció estas palabras, que se hicieron famosas: “Hay cinco preguntas clarificadoras que hay que hacer al poderoso para saber quién es y cómo es: ¿qué poder tienes?; ¿cómo lo conseguiste?; ¿en favor de quién lo ejerces?; ¿a quién rindes cuentas?; y ¿cómo podemos librarnos de ti?”. A éstas, hay dos más a añadir: “Si tiene claro que el poder de las élites depende del consentimiento que les dé el pueblo y si es consciente de que es el pueblo en democracia quien se lo puede quitar”. Y subrayo “el pueblo” porque los partidos políticos -como Ciudadanos- han sido elegidos por el pueblo y no por las oligarquías del poder financiero. En el informe 2016 del Estado del Poder: Democracia, soberanía y resistencia, en el artículo Democracia y poder, escribe Hilary Wainwright: “Es importante analizar cómo las fuentes del poder que no rinden cuentas a nadie más que a sus propios socios -banca, instituciones financieras, corporaciones multinacionales y empresarios de los medios- al final lo que hacen es cultivar un poder creciente y cuestionable que facilita y provoca el estrangulamiento de la democracia”. Porque hay dos formas de poder: por una parte, hay “un poder desde arriba” o poder “dominación”, que implica una asimetría entre aquellos que tienen el poder y aquellos sobre los que el poder se ejerce; por otra parte, existe “el poder para”, “el poder para hacer o transformar”, o “el poder como capacidad transformadora”. La diferencia entre ambos es central en la búsqueda de formas apropiadas de organización política democrática y transformadora.

La amenaza a la democracia siempre se ha encontrado con el desdén que siente por ella el “establishment”. La democracia, por su propia naturaleza, es muy frágil y la antipatía que le profesa el “establishment” siempre es una amenaza muy marcada; por eso el poder, el “establishment” siempre ha intentado relegarla, dominarla o anularla. Cuando la democracia produce lo que el poder, el “establishment” desea oír, la democracia no es un problema. Más cuando genera fuerzas y demandas en contra del poder, del “establishment”, entonces la democracia se convierte en una amenaza, pues no se puede permitir que la democracia cambie nada: es la teoría del “gatopardismo”. Y Ciudadanos está bien imbuido de estos principios; lo demuestra a diario apoyando al partido corrupto que interesa a los poderes económicos

En una entrevista sobre la democracia y sus enemigos, respondía el exministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis: “Si lo que me pregunta usted es quiénes son y han sido los enemigos de la democracia, la respuesta es: los que tienen el poder económico”. Lo sostenía Varoufakis escandalizado al escuchar decir al ministro de Finanzas alemán de que “no se puede permitir que unas elecciones modifiquen la política económica”. ¡Hasta aquí podríamos llegar!

Parafraseando la famosa expresión de “la banalidad del mal” acuñada, por Hannah Arendt, se puede afirmar que existe la banalidad de los partidos políticos y de algunas instituciones. Se supone que deben estar democrática y profesionalmente cualificados, pero sorprende comprobar lo banales que son a veces y, desde un punto de vista profesional, lo mediocres que son algunos.

Muchos asuntos económicos quedan ausentes de los debates democráticos de amplio espectro, y se convierten en el dominio exclusivo de unos pocos expertos acordados de antemano. Es lo que está sucediendo con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado; aprobación que concita el único interés de Rajoy y de su partido, porque es lo que les garantiza continuar en el gobierno, que es su máximo interés. ¿Acaso les preocupa otra cosa? Es la letra de su permanente canción: “Vivo por ella que me da fuerza, valor y tranquilidad…, y cómo duele cuando falta”. (Marta Sánchez y Andrea Bocelli).

El domingo pasado, día 28, el diario francés Le Monde titulaba en primera página, gobernando ya el nuevo y discutible presidente Macron: “Los altos funcionarios que quieren dirigir a Francia”. Y se preguntaba: ¿Es la política la que debe gobernar o son ciertas instituciones financieras en la sombra las que van a dirigir el país? Parecida pregunta podemos hacer en España; ¿para qué ha nacido Ciudadanos y quién está detrás de ellos?; porque, analizando cómo actúan, podemos concluir que, con su “gatopardismo lampedusiano”, no han venido para cambiar lo “podrido”, sino a mantenerlo.

Se dice que cada uno es dueño de sus decisiones; a tenor de las decisiones que permanentemente toma Ciudadanos, se puede afirmar que son gatopardistas; no querían ni la regeneración ni el cambio; si “Ciudadanos” no hubiese aparecido, Rajoy y su partido no estaría gobernando en estos momentos. Qué importante e higiénico para la democracia es acudir a la maldita hemeroteca. Desde su aparición como partido de ámbito nacional, Albert Rivera no ha dejado de repetir que Ciudadanos “ha llegado a la política para cambiar las cosas: para regenerar la democracia”. Ha repetido en exceso que "los de izquierdas nos sitúan a la derecha, y los de derechas nos sitúan a la izquierda, lo que quiere decir que somos el gran partido de centro".

Habría que recordarle que “el centro”, desde el punto de vista geométrico, es simplemente un punto de equidistancia o referencia; utilizando la ironía, y de nuevo desde la analogía geométrica, cabría preguntarles si son “el ortocentro, el baricentro, el incentro o el circuncentro”. Es decir: sería bueno que, de una vez por todas, se definieran: qué son, socialdemócratas o ultraliberales, y qué quieren, regenerar la democracia o mantener en el poder a un partido corrupto. Es bueno recordarles - ya lo escribí otra vez - que una cosa es ser de centro y otra muy distinta es estar en medio: estorbando.

Rivera y sus conmilitones se han pronunciado reiteradamente en estos o parecidos términos: “los ciudadanos nos han elegido para regenerar la democracia” (…); “el Partido Popular es una marca que ahora mismo pesa mucho por su vinculación con la corrupción; el cocido del PP tiene todos sus garbanzos podridos” (…); “tendría que dar un giro de 180 grados si Rajoy y su partido quieren pactar con Ciudadanos. Tienen que entender que hay que abrirse a la transparencia, combatir la corrupción de manera clara, cosas que hasta ahora no han hecho”. Como dicen los castizos: “¡lo que va de ayer a hoy, señor Rivera!”. La maldita hemeroteca pone en pantalla lo que no hace mucho repetía Alvert Rivera en todas las televisiones acerca de Rajoy y su partido: “Nosotros no queremos que Rajoy gobierne”; “No vamos a consentir que Rajoy gobierne con nuestros 2,5 millones de votantes”; y en el programa Salvados, ante J. Évole, repetía contundente: “No a Rajoy; tiene que haber un cambio de equipo y de políticas”. Y respecto a la 2ª votación, repetían él y sus conmilitones: “Nosotros nos abstendremos”. Y, al final, ¿qué hicieron?: votaron SÍ.

En sus “Ensayos”, decía Montaigne: “Una mentira se dice siempre por primera vez. Si la falsedad, como la verdad, tuviese un solo rostro, estaríamos mejor, ya que podríamos considerar cierto lo opuesto de lo que dijo el mentiroso. Pero lo contrario a la verdad tiene mil formas y un campo ilimitado”.

En política, el verdadero problema, el problema clave, es traicionar la confianza de los que te han elegido, pues nuestras instituciones democráticas requieren, sobre todo, confianza. Lo que nos une son los valores no las referencias de pertenencia a un determinado partido político. Para que un partido pueda ganar en el futuro, tiene que ofrecer al país una visión moral clara, una visión común de progreso y confianza, de coherencia y sinceridad. No puede presentar su programa como si fueran una mera lista de la compra. Debe ofrecer una alternativa moral convincente y que represente todo aquello que los ciudadanos deseamos y con lo que nos sentimos orgullosos; porque si sus políticas consisten en defender no a los ciudadanos, sino a los poderes económicos y financieros, como sospechamos, ¿para qué votar si en realidad gobiernan los bancos? Estamos viendo cómo el gobierno que queríamos, ilusionados, de y para la gente, se ha convertidos en el gobierno de y para las multinacionales y los poderes económicos. Si las finanzas controlan la política a través de los partidos políticos de derechas, y ciudadanos lo es, las elecciones sólo sirven para legitimar la política a favor de la oligarquía financiera.

Los datos publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los informes de Intermón-Oxfam y del Colectivo Ioé (Centro de Investigación para la Paz) indican que la brecha entre la renta de las clases altas y bajas se ha ensanchado paulatinamente en Occidente desde mediados de los ochenta, especialmente en España. En España, para el conjunto de las empresas que forman parte del Ibex 35, el sueldo de los ejecutivos mejor pagados supera noventa veces la remuneración del empleado medio. Resulta sangrante - dado el elevadísimo nivel de desempleo y la contención salarial a la que se ha sometido al asalariado medio- ver cómo en los últimos cuatro años de crisis las remuneraciones de los miembros de los consejos de administración de las grandes empresas y de los equipos de dirección han visto aumentadas de este modo sus remuneraciones totales. Incluso entre los propios trabajadores se está ensanchando el abismo entre los que más ganan (directivos o “trabajadores capitalistas”) y las retribuciones medias del resto de los empleados. Esta política nefasta sigue endeudando cada vez más a los ciudadanos, que son los que están asumiendo la deuda privada como estatal. Y esto conduce a que el Estado, o sea, el gobierno de Rajoy, delegue la política económica en los bancos acreedores, aniquilando así la democracia.

Ante esta objetiva situación, ¿qué dice y hace Ciudadanos y su líder?: apoyar las políticas del PP que son las que generan y consolidan esta situación. Se cumple una vez más eso de que en política uno puede prometer todo, no diciendo incluso lo que piensa de su adversario, porque tal vez más adelante tenga que recurrir a él o porque quizás en el futuro deba negociar con él.

No hacía falta ni ser determinista ni politólogo para tener la certeza de que esto iba a acabar así. En política, después de saber cuándo se debe aprovechar una oportunidad, es importante saber cuándo se debe renunciar a una ventaja. Era potencialmente predecible, conociendo la capacidad de intriga del PP y esa estructura discursiva que pretende impregnar la sociedad de una calculada ambigüedad despolitizada y sin ideología definida con la que en todas las convocatorias de elecciones se ha mantenido el líder y muchos de los representantes de Ciudadanos.

Wittgenstein en su obra “Investigaciones filosóficas” acuña una interesante terminología: los juegos del lenguaje. Para él, “el lenguaje es imagen de la realidad (…) El significado de una palabra está en su uso, en su puesta en práctica”. De ahí que, analizadas y comprendidas las afirmaciones de Rivera y sus “Ciudadanos”, se hace difícil entender qué quieren decir cuando hablan de regeneración democrática. Regeneración en su uso y significado intelectual y político es la tendencia a volver a generar en una comunidad aquellos valores morales y sociales que se consideran perdidos, traicionados o aminorados.

La investigadora, escritora y activista, Susan George (no la actriz de igual nombre), escribió estas líneas hace más de 40 años, en su estudio “Cómo muere la otra mitad del mundo”, en el que denunciaba que el hambre en el planeta no era causa accidental del clima, sino que estaba provocada por normas y reglas dictadas por las élites con poder económico: “Estudia a los ricos y poderosos, no a los pobres y desempoderados… Dejemos que los pobres se estudien solos. Ellos ya saben lo que falla en sus vidas, y si de verdad quieres ayudarles, lo mejor que puedes hacer es proporcionarles más información sobre cómo operan sus opresores y cómo pueden esperar que funcionen en el futuro”.

Si Ciudadanos, al apostar por “regeneracionismo” o “nueva política”, considera que estos conceptos de regenerar los valores morales y sociales, traicionados y aminorados por el Partido Popular, los encarna y representa el señor Rajoy y el partido en el que lleva militando “toda la vida”, entrará en contradicción con sus principios y mantendrá su descrédito al haber repetido sin cesar que venían para regenerar la política. No se puede entender que el partido que ha envilecido la política como ningún otro merezca, con su apoyo, mantener a Rajoy, ya en los presupuestos generales o en posibles mociones de censura, las proponga quien las proponga. Apoyar a Rajoy no deja de ser apuntalar un partido y una política decadentes por muchos que sean los puntos acordados en los pactos firmados. ¿Qué significa, entonces, para Ciudadanos la democracia, la transparencia y el Estado de derecho si, al final y a la hora de la verdad la economía y el poder financiero doblegan sus voluntades y principios? A mi juicio, si quieren regenerarse a ellos mismos, Ciudadanos podrían conseguirlo si apoyasen una moción de censura futura, consensuada con el PSOE y Podemos. Comenzarían a ser creíbles por la ciudadanía.

Ciudadanos o el “gatopardismo lampedusiano”