jueves. 28.03.2024

Las izquierdas: The economy stupid!

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“Hegemonía. Situación de dominio político y cultural … En el neolenguaje político y periodístico español hay en estos momentos una auténtica epidemia de hegemonías… 
Hegemonía, oscuro objeto del deseo en una época de empates…
Uno de los atributos de la hegemonía es la capacidad de fabricar e imponer lenguaje”

Diccionario interino Enric Juliana, La Vanguardia. Madrid 08/05/2016


Dos son, en esencia, las carencias de fondo que han motivado el incesante declive en el peso electoral del PSOE desde el 2008 para acá: la debilidad por no decir ausencia de una propuesta económica netamente diferenciada del designio neoliberal; y la incapacidad y cerrazón al establecimiento de cauces para dar respuesta al agotamiento del modelo constitucional frente a una realidad plurinacional.

La primera le ha terminado de separar de modo casi irreversible de lo que pretendió que fuese su base social de apoyo (la que en origen expresaban la S y la O de sus siglas). Con ello ha venido aparejado su debilitamiento territorial -y su retroceso electoral- en las áreas económicamente más dinámicas (grandes ciudades y arco mediterráneo).

La segunda -con su apuesta ’españolista’- ha determinado su repliegue territorial hacia un Sur de menguado dinamismo económico (la Andalucía interior y Extremadura) y, con decaído protagonismo, hacia la España central conservadora (las dos Castillas). Todo ello en una simultánea y creciente marginalidad en los territorios con identidad nacional más acusada (Catalunya, Euskadi y, en menor medida, Galicia).

A esas dos razones de fondo cabría añadir una tercera, de otra índole pero de indiscutibles efectos en el declive electoral: la prolongada participación en diversos episodios y formas de corrupción, y de modo principal en la extensa y tupida red clientelar tejida para el sostenimiento del poder (singularmente en Andalucía).

Todo ello ha resultado ser el desenlace de un proceso de origen mucho más remoto -en vísperas de la llegada de Felipe González al Gobierno- en el que es la propia fórmula socialdemócrata- de éxitos indiscutibles en unos cuantos países europeos, pero en mucha menor medida en el nuestro- la que desde finales de los 70 ya acusa síntomas de sucumbir frente a un neoliberalismo crecientemente hegemónico.

Ante a esa devastación lenta y silenciosa del modelo socialdemócrata, los respectivos partidos europeos experimentan uno tras otro una mutación hacia el neoliberalismo mientras se aferran tenazmente a su ‘marca’ socialista tradicional tratándola de llenar– en el mejor de los casos -de contenido ‘radical’ en el terreno de ‘lo moral’, mientras se vacían paulatinamente de contenido propio en su proyecto económico- más allá de ligeros afeites de keynesianismo desvaído-, frente a un capitalismo cada vez más globalizado y menos nacional.

Esa mutación se ha llevado a término, en no escasa medida, a través del virus ideológico inoculado por los más influyentes “economistas” dentro de las formaciones auto-etiquetadas como socialdemócratas.

La Nómina de ministros socialistas españoles desde el principio de los 70 para acá en la influyente cartera de Economía, resulta ser a este respecto sumamente ilustrativa: Boyer, Solchaga, Solbes, Salgado, Sevilla (‘in pectore’). Ni una partícula en su ADN de “socialismo” o de cualquier molécula de alternativa al capitalismo rampante, pese a que todos ellos no dejaran de proclamar en ningún momento su adhesión al credo ‘socialdemócrata’.

No ha sido más leve el derrumbe -sobre todo en la disputa de la hegemonía- de la otra cara visible de ‘las izquierdas’ (IU).

Lastrados por su complicidad -pasiva o silente- con lo que se dio en llamar ‘socialismo real‘ y por las pulsiones autodestructivas larvadas en el errático camino marcado por la vieja dirección comunista (carrillismo), no han conseguido levantar vuelo desde su práctica desaparición de la escena parlamentaria en 1982, ni tampoco superar el gran trauma del desmoronamiento de aquel fraude tardocomunista que compasivamente consintieron en llamar ‘socialismo real’.

El último episodio de ese prolongado ocaso de ‘las izquierdas’ ha sido la falsificación -o la pérdida resignada- de algunos de sus valores más distintivos, en especial, la igualdad y la fraternidad.

Extravío que ha ido registrando, de modo paulatino pero incesante, la fracción numéricamente más consistente de ‘las izquierdas’ (el PSOE) sobre todo, pero no solo ni mucho menos, ya que es su conjunto el que, en ausencia de un proyecto económico verosímil frente a un capitalismo globalizado y crecientemente desenfadado, ha convertido esa aspiración de la igualdad en poco más que una jaculatoria retórica, acompañada en el mejor de los casos de prometidas reformas fiscales, en la práctica cada vez más constreñidas por la autoridad europea.

El horizonte utópico de un verdadero rescate de las posiciones cedidas por ‘las izquierdas’ desde sus ya lejanas derrotas, requiere recorrer un largo camino -nunca de retorno-, cuyas meta e hitos intermedios solo serán alcanzables mediante la confluencia no solo de todas las formaciones a las que actualmente se ubica en el segmento izquierdo de ese eje político, sino de buen número de las personas que permanecen bajo el cautiverio ideológico de las derechas.

Gentes todas ellas que siguen siendo el suelo firme de un partido -el PP- que en su estructura organizativa es del todo indistinguible de una asociación de delincuentes, tratada ya como tal por la Justicia.

Gentes que son el macizo sostén de ese partido ‘destropopulista’, al que entregan sumisamente su voto pese a la sucesión de castigos y humillaciones infligidos a las clases y grupos sociales a los que pertenecen; postergación de tales votantes enteramente similar a la que sufren quienes ya se encuentran alineados conscientemente en el lado opuesto del eje político.

Gentes en suma, cuya condición de víctimas de las políticas del PP así como de sus continuados robos, estafas, cohechos, prevaricaciones blanqueos y toda suerte de trampas para financiarse evadiendo impuestos, les equipara en sus condiciones materiales de vida a la mayor parte de quienes ahora se autoubican en el lado izquierdo del eje ideológico.

Y ello exige antes de nada preguntarse por las ‘razones’-que las hay -más allá de los meros embelecos ideológicos--que explican esa hegemonía de las derechas y la credibilidad de su ‘relato’ para esos millones de electores que constituyen ahora su firme y al parecer inamovible ‘suelo electoral’.

Preguntas y explicaciones análogas a las que recientemente ha formulado Georges Lakoff, a propósito del ‘fenómeno’ Trump en EEUU, más allá de las pamplinas que habitualmente nos sirven los tertulianos de turno, y más allá de la perplejidad o de repentinas respuestas desde la indignación moral.

Es preciso no acomodarse, en definitiva, al achicamiento del espacio político (reducido al convencional eje ideológico derecha izquierda) con el que tenazmente vienen machacando los medios y ‘opinadores’ profesionales en sus ‘pseudoanálisis’.

El dominio de ‘las derechas’, resulta ser mucho más permanente que el contingente turno de ocupación de las instituciones, que son tan solo una parte del poder. Destronarlas de su prolongada hegemonía -ideológica y de poder real-, exige en primer término ampliar la visión del espacio político, comprendiendo su multidimensionalidad, para operar en consecuencia no solo sobre uno de sus ejes –derecha-izquierda- sino sobre los demás vectores que actúan, de modo cambiante y con distinta valencia, no solo en el tiempo sino también en los distintos compartimentos territoriales del espacio político.

Esto que de modo un tanto simplificado se viene englobando bajo un equívoco término -“transversalidad”-, tiende a banalizarse todavía más por los traficantes de opinión –hasta la pura caricatura- atribuyendo sin más a quienes sostienen esas posiciones -alejadas del rutinario análisis en exclusivos términos ideológicos de derecha-izquierda-, la pretensión de abolir tales categorías y con ello los conceptos de clases y capas sociales con sus contraposiciones y conflictos.

Con el horizonte de construcción de una nueva fuerza integradora de los valores originariamente más distintivos de la izquierda, cada formación habrá de caminar un tramo probablemente largo con su ‘marca‘ y su proyecto estratégico propio.

Lo ocurrido en el mundo sindical (UGT-CCOO), a pesar de lo poco edificante que ha resultado en tantos aspectos, marca algunas trazas de la senda a recorrer, al tiempo que señala las dificultades y dilatados tiempos que exige cualquier proceso de confluencia duradera.

En la dialéctica establecida entre sí, esos caminantes habrán de desterrar su pulsión hacia el triunfo mediante la derrota o anulación del adyacente y habrá de instalarse en ellos el convencimiento de que, en el trayecto hacia el pretendido horizonte, la lógica competición deberá ir cediendo a favor del espíritu de leal cooperación, de búsqueda de espacios en los que se trencen alianzas por el mutuo interés, con el convencimiento de que todos tendrán que transformarse en algo que, siendo hoy impredecible, seguro que les acabará por hacer bastante distintos de lo que eran al principio del camino.

Las izquierdas: The economy stupid!