viernes. 29.03.2024

Lecturas constructivas de un conflicto

Una vez finalizada la huelga de los trabajadores y trabajadoras del sector de limpieza viaria y jardinería de Madrid, deberíamos valorar adecuadamente...

Una vez finalizada la huelga de los trabajadores y trabajadoras del sector de limpieza viaria y jardinería de Madrid, deberíamos valorar adecuadamente la dimensión que ha adquirido este conflicto.

Me parece necesario destacar, como primera lectura, que la unidad, la movilización y la acción sindical organizada han permitido evitar una agresión injusta y desproporcionada. Debemos sentirnos razonablemente orgullosos del acuerdo logrado, muy alejado de las pretensiones empresariales. La unidad de acción se ha demostrado sólida; un muro consistente ante las argucias empresariales.

Por extensión, se demuestra una vez más la vigencia y la utilidad del movimiento sindical. La desaparición de los sindicatos que tanto publicitan y desean ciertos profetas de la modernidad y el neoliberalismo, se ha topado con una lucha ejemplar que ha agitado conciencias, recabado infinidad de apoyos y que buena parte de la sociedad ha entendido como un dique de contención contra el enésimo y despiadado recorte a un servicio público esencial. Nuestro éxito es su derrota. Frente a la demagogia de sus argumentos fallidos, este conflicto ha mostrado que  no todo vale, que no todo tiene un precio y que los trabajadores, además de un número en un balance contable, son ciudadanos con derechos y dignidad.

Una tercera lectura eleva el foco de la denuncia hacia los auténticos causantes de esta huelga. Lo han sido las empresas, cegadas de ambición ante un contrato integral de escasa dotación presupuestaria y que han pretendido mejorar a costa del despido de casi 1.500 personas. Sabían con antelación el escenario al que les conducía ese nuevo modelo de licitación, pero no previnieron la capacidad de reacción de las plantillas. Y lo es especialmente el Ayuntamiento, indolente ante un conflicto generado por su ineficacia, insensible ante el desgarro laboral de asumir más de mil despidos, e incompetente ante el agravamiento de un conflicto del que rechazaron responsabilidad alguna.

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ha personalizado por derecho propio la desidia y el desprecio que ha caracterizado al equipo del Gobierno municipal. Sus apariciones públicas no sólo han aportado la nota grotesca que este conflicto no necesitaba, sino que han avivado los ánimos y han situado al Ayuntamiento como una institución hostil hacia los propios servicios públicos, hacia los trabajadores que los prestan y, en último término, hacia los ciudadanos.

Sus declaraciones han reflejado el esperpento de una dirección política alejada del interés común y refugiada en una realidad paralela. “Si no ha habido despidos ha sido gracias a la flexibilidad de la reforma laboral”, afirmó la alcaldesa el domingo en un ejercicio de cinismo difícilmente superable. No, señora Botella, si no hay despidos es gracias a la movilización y la conciencia de los trabajadores. Se ha ganado esta batalla, cierto, pese a la voracidad de las empresas y al partidismo hostil y reaccionario del Ayuntamiento.

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