viernes. 19.04.2024

Justamente es al revés

Ahora que ha muerto Margaret Theacher, se suceden los análisis sobre su neoliberalismo y sus ataques al estado del bienestar, a los sindicatos, a los servicios públicos.

Ahora que ha muerto Margaret Theacher, se suceden los análisis sobre su neoliberalismo y sus ataques al estado del bienestar, a los sindicatos, a los servicios públicos, en definitiva a todo lo que fuera sociedad organizada democráticamente, acompañada del apoyo explícito (cuestión que se tiende a olvidar) a los poderes económicos, Banca, City, grandes propietarios y economía especulativa en general, ya que una cosa es causa de la otra.

También se generaliza la convicción de que la situación actual de crisis global es el resultado directo de aquellas políticas llevadas a cabo junto con Ronald Reagan y, no nos olvidemos, Juan Pablo II y entre las cuales la caída del muro de Berlín no ha sido la menor para la prepotencia y la arrogancia que muestran ahora los poderes capitalistas y sus amigos en la política y los medios de comunicación.

La responsabilidad de la derecha política y económica es bastante clara en habernos traído hasta aquí y posiblemente sea de poca eficacia continuar con la denuncia una y otra vez sobre estas actuaciones, como una noria que sigue dando vueltas aún cuando el pozo se ha secado y el burro con los ojos vendados no se ha enterado.

Hay que preguntarse, ¿la izquierda no tiene ninguna responsabilidad en esta situación?, y más aún, ¿qué alternativas hay al capitalismo actual especulativo y depredador?

La derecha tenía y tiene un plan global e internacional que hasta ahora va cumpliendo más o menos con bastante éxito, que en el fondo trata de convertir toda la economía en privada y destruir el tejido social democrático y muy espacialmente el derecho laboral y los derechos laborales.

Ante ello las respuestas han sido parciales, de ámbito nacional, sectoriales y solo se han producido respuestas masivas a medida que los problemas, desmantelamiento industrial, recortes de derechos, eliminación de servicios públicos se han acercado sucesivamente a las personas y colectivos directamente implicados. Por poner un ejemplo: la movilización ve diferencias entre la lucha contra los desahucios, el hundimiento de las comarcas mineras, la reforma laboral, el salvamento de los bancos o la pérdida de la sanidad y enseñanza públicas por mencionar situaciones aparentemente muy diversas pero que en el análisis de la derecha política y económica forman parte de una mismo proyecto estratégico.

La respuesta de la izquierda, en España muy especialmente el PSOE e IU, también los sindicatos ha de ser de movilización, sí, pero también política y económica, se precisa dar un salto adelante y contraponer sin miedos una alternativa también global a la situación actual. La estrategia socialdemócrata de moverse en la economía de mercado limando las aristas más duras del capitalismo o redistribuyendo un poco mejor la riqueza ya no vale si es que alguna vez lo hizo.

Ya no se trata de conseguir evitar unos desahucios, de defender algunos hospitales o de lograr que los recortes salariales y los despidos sean lo menos traumáticos posibles con la gran importancia que tiene todo esto. Se trata de que todas estas movilizaciones y propuestas se inscriban en un marco más amplio que proponga un modelo distinto, que genere optimismo para que las cosas de verdad puedan cambiar y la movilización y el sentimiento de las personas no sean meramente de resistencia que al final produce melancolía.

No se entiende porqué la izquierda política no acaba de plantear las cosas con claridad. Por ejemplo: la defensa cerrada de una sanidad y enseñanza públicas, no en colaboración con las privadas concertadas y similares, sino sencillamente una enseñanza pública laica y gratuita y una sanidad pública y universal, y lo mismo con la dependencia y todos los demás servicios sociales que han de ser elevados a la categoría de derechos.

La defensa del Derecho laboral y de la democracia en los centros de trabajo, no difiriendo sobre el grado de diferentes reformas laborales, sino estableciendo el trabajo y los derechos del trabajador como una condición central e imprescindible para considerar a una sociedad en verdad como democrática.

Existe un cierto complejo social, estimulado por las campañas de la derecha de que las propuestas, políticas, sociales y laborales de la izquierda son muy bonitas y supcetibles de ser avaladas universalmente pero que son inviables económicamente y producto de la ignorancia y el buenismo de los partidos de izquierda y los sindicatos en materia económica.

Es justamente al revés, solo las políticas públicas decididas, la revitalización del Estado, en sus diversos ámbitos, recaudador y distribuidor, el hacer del ciudadano el centro de le actividad política y económica y por tanto orientar las actuaciones hacia ese fin planteando estrategias globales como por ejemplo: vivienda para todas las familias, sanidad y educación universales, cobertura indefinida a dependientes, trabajadores en paro y sectores en riesgo de exclusión pero también estrategia económica pública, políticas industriales y de desarrollo en investigación y distribución del empleo mediante la modulación de los salarios y del tiempo de trabajo, una fiscalidad rigurosa enfrentando al fraude y a los paraísos fiscales.

Estas y otras muchas medidas en esa línea lejos de ser inviables son la única formula real de un verdadero desarrollo económico y social, se deben formular sin complejos económicos, entre otras cosas porque las practicas “ortodoxas” y neoliberales ya han demostrado su fracaso para el interés de la sociedad, aunque también su éxito para el 1% aunque sigan haciendo su publicidad y propaganda como única solución posible.

Además es imprescindible una formulación alternativa a la realidad existente que consiga dar a la sociedad la esperanza de la que ahora carece, que refuerce los objetivos y done de una perspectiva de salida a las movilizaciones en curso y a las que han de venir, reforzando a su vez a estas mismas movilizaciones. Este salto cualitativo es imprescindible si la izquierda quiere retomar su papel hegemónico, si quiere lograr la fuerza necesaria para llevar adelante sus políticas de transformación, pero también es necesario para el avance electoral y para conseguir retomar la capacidad de gobernar las instituciones, que parece ser lo único que preocupa a algunos sectores de esa misma izquierda que deben de entender que aun cuando sea por ese mero electoralismo las fórmulas antiguas no se van a volver a repetir y que han de dar un salto cualitativo hacia nuevas propuestas mucho más centradas en los problemas reales de la gente aun cuando más duras de confrontar con los intereses de la derecha y de los grandes poderes económicos y financieros.

Justamente es al revés