jueves. 28.03.2024

La ínsula Barataria de Alberto Garzón y del PCE

El XXº Congreso del PCE, celebrado el pasado 9 de abril, ha sido un acontecimiento similar al XXº Congreso del PCUS, pero justo al revés.

El XXº Congreso del PCE, celebrado el pasado 9 de abril, ha sido un acontecimiento similar al XXº Congreso del PCUS, pero justo al revés.

A diferencia de aquel Congreso del PCUS, ha sido completamente irrelevante para la opinión pública y para el conjunto de la gente de izquierdas. Prácticamente nadie sabe nada ni le importa un bledo lo que se aprobó hace diez días en el Congreso del PCE.

Por otro lado, mientras Nikita Jrushchov, con su informe secreto de 1956, iniciaba el camino hacia la desestalinización, José Luis Centella (secretario general del PCE) y Alberto Garzón (coordinador de “facto” de IU)  han recorrido el camino contrario, nos proponen la vuelta al “socialismo en un solo país”.

En el PCE han decidido nada más y nada menos, como nos informaba el digital “Cuarto Poder” (único medio que se hacía eco del evento semiclandestino):

“(…) defender la ruptura con la Unión Europea y salir del Euro. De esta manera el PCE “asume que tanto la Unión Europea como el Euro son irreformables, dado que se han construido sobre los valores y los principios del capitalismo, para servir los intereses del poder económico y financiero”. Por lo tanto la única opción que contempla el PCE es “la salida de esta Unión Europea y construir una alternativa”. Esa ruptura significaría la recuperación de la soberanía política y económica del Estado y, una vez recuperada esa soberanía, los comunistas apuestan por la creación de “otro proyecto de integración europea, una alternativa anticapitalista” junto a los países “más castigados por la deuda”.

Puesto que para que escapemos de los males del capitalismo globalizado es necesario que  “recuperemos la soberanía” y quedemos al margen del euro y de la UE, en una especie de Corea del Norte del sur de Europa, al Brillante Camarada Alberto Garzón no le importó nada la debacle electoral sufrida por Izquierda Unida en las elecciones generales del 20-D. 

Han decidido igualmente “recuperar la soberanía electoral para el PCE” y tener en el bolsillo un cheque en blanco de cara a la XIª Asamblea Federal de IU en junio para que se supere IU y se cree en su lugar un “Podemos Bis” con un programa “rupturista”, una nueva organización ágil y sin estructuras, se llame IU todavía o “Unidad Popular” o lo que sea, donde el Líder y su Equipo decidan y las bases de gente ”inscrita” sea “consultada” de  vez en cuando (como en Podemos). Si las negociaciones electorales van bien, se aliarán con Podemos, si no conviene, se reactiva la “marca” y se recupera el discurso.

Garzón no se hace responsable del desastre electoral que encabezó el 20-D y que ha llevado a que IU no tenga grupo parlamentario por primera vez en su historia (ha sido incapaz de gestionar una negociación que diera opción para ello y hubo varias posibilidades).

Su reino no es de este mundo, no deja que le atrape el reformismo ni el electoralismo, quienes nos fijamos en esos detalles es por cortedad de miras y porque no estamos a la altura del momento histórico excepcional que vivimos. Nos llama carrilistas y rancios, entregados al PSOE, revisionistas y sindicalistas de añoranzas novecentistas (toda esta literatura se encuentra en los diversos artículos que dedica a sus críticos).

Garzón está muy contento y nos dice que Catalunya y Galicia, “iluminan el camino”

Si lo crucial de este “Ahora o Nunca” es la “ruptura” y el “proceso constituyente” y en Catalunya y Galicia se supera Izquierda Unida y obtienen un éxito electoral relativo las amalgamas electorales con el populismo ciudadanista y los soberanistas, para él es una noticia excelente.

Al fin y al cabo, el mismo derecho tiene el rupturismo periférico a ejercer su “derecho a decidir” y que proclamen allí  su propia República Ibérica. Como dice Joan Josep Nuet, el líder de EUiA y hombre de confianza de Garzón en Catalunya: “La República Catalana va más allá de la independencia”.

Claro que sí, hasta el infinito y más allá: varios estados soberanos con sus propias monedas y su propio asiento en las Naciones Unidas. Y una Confederación de Repúblicas Ibéricas como embrión de la futura “Europa de los Pueblos”.

Pero por más cuentas que se echen y se retuerzan los números, ni en Catalunya y ni en Galicia está en ciernes ni se espera ninguna ruptura.

Es cierto que en Catalunya, el podemismo y sus aliados locales han obtenido el primer lugar relativo debido a la enorme fragmentación del mapa político catalán.

Catalunya elige 47 escaños y la lista nacional-popular (negociada en los despachos por las cúpulas de sus diversos componentes), consiguió 12 (no olvidemos el desistimiento de la CUP, que no presenta candidatura al parlamento “español” y obtuvo voto prestado con ese origen).

Pero aún así ganó el malvado “bipartito” PP-PSOE porque consiguieron en Catalunya 13 escaños (5+8). Añadamos los 5 de Ciudadanos  y los 8 de DL (centro-derecha catalanista, responsable en Catalunya de recortes aún más duros que los del PP en el Estado). Tenemos una suma de 26 frente a 12 (o 21 si sumamos a ERC).

Nadie que esté en sus cabales y que vea cómo Carles Puigdemont suplica una entrevista con Rajoy en La Moncloa (viendo la posibilidad cierta de que el PP continúe gobenando) puede imaginarse que en verdad llegará la ruptura con el Estado sino más bien Convergència busca a la desesperada una fórmula airosa para que vuelva el consenso, no depender de la CUP para gobernar y que haya una salida digna para el embrollo en el que se han metido.

Galicia tiene 23 escaños en el Congreso. La lista de la “Marea”  (igualmente acordada en los reservados), fue la segunda fuerza política y consiguió 6. Pero el PP tuvo 10, el PSOE 6 y Ciudadanos 1. Quienes desde el izquierdismo llaman los partidos del “IBEX-35” sumaron así en Galicia 17 frente a 6, el triple.

Pero a Alberto Garzón y a Centella se les llena la boca con que el dilema actual es entre "reforma o ruptura", como si estuviésemos todavía en la dictadura franquista y como si hubiese una correlación de fuerzas en la que los objetivos “revolucionarios” que el PCE se plantea aquí y ahora fuesen inminentes.

Tampoco nadie nos ha explicado cual es el plan, cuáles serían las consecuencias prácticas para la vida de la mayoría social trabajadora de que tales quimeras se realizasen en España.

¿Qué pasaría –para que empecemos por algo concreto- con el poder de compra de pensiones y salarios al día siguiente de que saliésemos del euro y de la Unión Europea y recuperásemos la peseta –o, ya puestos- el doblón o el maravedí?.  Y eso por no hablar de otros asuntos de calado, como la situación en la que quedaríamos en los mercados internacionales, la huida de capitales subsiguiente a la salida del euro, el corralito que habría que declarar de inmediato, cómo se refinancia la deuda o qué consecuencias tendría si se declara ilegítima, quien invertiría en España, cómo pagaríamos las importaciones…

La coyuntura real no es la “ruptura” que imaginan sino si el PP (con la ayuda de Ciudadanos) obtiene una segunda oportunidad con la repetición de las elecciones el 26-J y consigue entonces una correlación de fuerzas que le permita lo que ahora no le es posible y que siga en el gobierno: cuatro años más de autoritarismo, corrupción, recortes sociales y laborales y pérdidas de derechos o si evitamos unas nuevas elecciones y propiciamos la investidura de un gobierno alternativo y de cambio, que al menos nos devuelva, en todo o en parte (y en ello es fundamental el papel de presión y negociación de la izquierda transformadora y los sindicatos de clase), la enorme pérdida de derechos, libertades y políticas públicas a favor de la igualdad que ha supuesto el período iniciado en 2010 (veáse al respecto el excelente informe de Comisiones Obreras “Cartografía de los recortes. El gasto público en España, entre 2009 y 2014”).

Las ensoñaciones con las que alimentan el ilusionismo democrático del “Ahora o Nunca” y el izquierdismo de salón, la construcción de un relato nacional-bolchevique que de realizarse llevaría a una autarquía de sesgo polpotiano, bebe en las fuentes del estalinismo: purgas constantes, caudillismo en torno al Líder Genial (en la era de internet el delirante culto a la personalidad del siglo XXI toma las formas banales de la idolatría pop: nos enseñan en las redes sus tatuajes o los gatos y las abuelas que le adoran) y fantasías delirantes sobre un “mundo nuevo” al alcance de la yema de los dedos.

Pero la única ruptura que han dirigido es la ruina y el descrédito al que han llevado desde las europeas de mayo de 2014 a la izquierda transformadora en Madrid y en España en beneficio del populismo de Podemos (que se alimenta a su vez de la ira y la desesperación producida por la crisis).

La locura sectaria que domina el PCE, al servicio de las ambiciones de unos cuantos dirigentes (que ven su espejo y su oportunidad en quienes tenían hasta hace muy poco carnet del PCE o de IU y ahora medran en Podemos) tuvo en Madrid su expresión más cruel y dramática, culminada con la creación artificial de una sucursal “rupturista” el 2 y 3 de abril pasados con las dimensiones de un grupúsculo y previa expulsión de varios miles de militantes y docenas de concejales. Como un desmentido categórico de sus pretensiones movimientistas, la “nueva” IU de Madrid “no institucionalizada” tiene por portavoces a una alcaldesa y a un miembro de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid.

Esta deriva hacia el podemismo, llevará a que la derecha se perpetué en el poder tras el 26-J al igual que la destrucción de IU en Madrid llevó a Cristina Cifuentes a la presidencia de la Comunidad de Madrid en mayo de 2015.

Lo veremos con un grado de probabilidad rayano en la certeza si se repiten las elecciones el 26 de junio.

Todavía estamos a tiempo, dentro de la desgracia que se avecina el 26-J con 4 años más de PP, de que reconstruyamos en España un proyecto de la izquierda transformadora que despliegue una política alternativa, luche porque se recuperen nuestros derechos para hacerlos irreversibles, contribuya a una reforma constitucional que además alcance una solución territorial basada en el federalismo que sea  referencia parlamentaria del movimiento obrero organizado, de los movimientos sociales  y alternativos, de la conjunción de esfuerzos de los trabajadores y los demócratas progresistas europeos para construir otra Europa, de la paz internacional y la solidaridad con otros pueblos.

Una izquierda que defienda una identidad y un programa propio que ni se alíe con Podemos (sino al contrario, que confronte y ponga en evidencia su demagogia, su inconsistencia y sus responsabilidades en lo sucedido desde el 20-D) ni con el social-liberalismo del PSOE.

El reto es difícil pero si no somos capaces de reconstruir el proyecto, tendremos derecha mucho tiempo más gracias a los servicios del sectarismo y del populismo.

Los poderes económicos promocionan en los medios de comunicación determinados liderazgos de las dos orillas que hacen imposibles los gobiernos de izquierda. Es necesario que la clase trabajadora tenga otra representación.

La ínsula Barataria de Alberto Garzón y del PCE