viernes. 29.03.2024

El acuerdo vale hoy su peso en oro

¿Más vale un mal acuerdo que un buen pleito?...¿De verdad pensamos que este antiguo dicho es real?

Una de las imágenes que me viene a la cabeza cuando pienso en el papel de la mediación es a alguien que consigue” unir los trozos” que surgen de las cenizas de un conflicto 

Según esta imagen, el mediador sería ese alguien cuya tarea es la reconstrucción. Pero, ¿exactamente qué reconstruye?

No necesariamente una relación rota. Ni puede ni, seguramente, debe. Lo que de verdad hace es actuar sobre todo en la reconstrucción de un mínimo nivel de confianza, que es lo que realmente se ha roto y, gracias a esto, hace posible que se aprecie la posibilidad de construir un nuevo tipo de relación que será la que, finalmente, posibilite la solución al conflicto que les trae a una posible mediación.

Hay que distinguir a la hora del acuerdo entre lo que puede suponer resolver una disputa que normalmente  apuesta por la eliminación o reducción del mismo, o en gestionarlo, que implica diseñar estrategias para minimizar las disfunciones del conflicto y maximizar sus aspectos positivos.

Pero aun cuando siempre he defendido que nuestra labor supone un éxito solo con que consigamos gestionar el conflicto surgido, la sociedad demanda además resolverlo (lo estamos viviendo hoy mismo en la política española).

Por eso ¿Cuándo podemos considerar que tenemos un buen acuerdo? Entiendo que cuando se promueven cambios positivos, pero sobre todo:

  • Cuando los protagonistas del conflicto pactan el mismo de manera participativa y libre, es decir, sin ningún tipo de presión o coacción.

• Cuando las propuestas de cambio que se han producido entre las personas enfrentadas  son equitativas.

• Cuando las decisiones consensuadas se concretan en un plan de acción detallado.

• O cuando se establece un seguimiento o revisión de la implementación y funcionamiento de los pactos.

La legislación muchas veces nos ayuda en esta interpretación y asi dispone por ejemplo que “La mediación tiene como finalidad que las partes en conflicto alcancen acuerdos equitativos, justos, estables y duraderos, contribuyendo así a evitar la apertura de procedimientos judiciales, o, en su caso, contribuir a la resolución de los ya iniciados”. (art. 2.2 de la Ley Andaluza de Mediación)

Hablamos pues de acuerdos “justos, equitativos estables y duraderos”, menuda misión se nos encarga. 4 patas de un banco que deben estar equilibradas para que el mismo sirva de soporte al futuro.

La finalización con acuerdo de una disputa entendemos también que puede ser total o parcial. Es decir, se nos habilita para conseguir que las partes se “acerquen a negociar” pero no olvidemos que si no es posible “el todo”, bueno es “una parte”

Llegado este punto aquí es donde me gusta también tener claro que nos surgirán multitud de dilemas éticos, tales como que  las partes soliciten alguna recomendación; o que antes de llegar a un acuerdo sepamos cual es la solución ideal (la nuestra pero no la que ellos todavía hayan trabajado); o incluso que el mediador este tentado en oponerse al acuerdo alcanzado porque no sea al que vea ideal.

Estas cuestiones ya tratadas por mí en artículos anteriores las dejo al libre pensamiento del lector

En cuanto al cumplimiento de un acuerdo que se pudiera alcanzar, es importante no dejar el el mismo a las voluntades de las partes (para que no se considere peor alternativa al proceso judicial). En este sentido, ya en su día el Comité  de Ministros del Consejo de Europa (Recomendación y Directiva) señaló la conveniencia de la aprobación de los acuerdos de mediación por vía judicial o autoridad competente

Para el “mejor acuerdo” no olvidemos que es fundamental plasmar un ingrediente básico: la creatividad, como una herramienta que produce la disponibilidad al cambio, siendo entonces  el primer trabajo del mediador, reencuadrar el conflicto y devolverles “el control de la situación”

La creatividad en mediación radica en escuchar lo que los mediados realmente dicen y no limitarse a aceptar lo que dicen explícitamente.

Solo asi, “Cuando las partes son capaces de ver la realidad del conflicto, son ellos mismos quienes ven la solución” (Pascual Ortuño), podemos concluir que cuando se adopta la MEDIACIÓN como medio alternativo de solucionar un conflicto, se logra cambiar el adagio y decir en congruencia: “MAS VALE UN BUEN ACUERDO QUE UN MAL PLEITO”.

El acuerdo vale hoy su peso en oro