sábado. 20.04.2024

La ciudadanía sigue teniendo la palabra

En estos seis años desde que surgió lo que luego se denominó movimiento 15M, muchas cosas han cambiado. Aunque realmente lo han hecho para que todo siga igual.

15m-3Como decía el gran Marx, el otro, el del vodevil, “Tengo mis principios, pero si no le gustan los puedo cambiar”. La política, no solamente la española, es capaz de cambiar sus principios para ajustarse a los tiempos que corren y, sobre todo, mantenerse en el poder contra viento y marea.

Pero las cosas siguen más o menos igual… de mal. O peor, la corrupción, que ya se intuía, es ahora un muro en la vida pública y no pasa nada; la banca sigue ganando plata, pero nadie habla de que devuelvan el dinero del rescate que les regalaron; la malversación de caudales públicos está en todas partes y no hay manera de que alguien dimita; los “grandes” de algunas ramas del saber o del conocimiento abusan de los contratos basura o ni eso, de las y los becarios y les parece de lo más normal… lo dicho, mal.

Ah, pero eso sí… “estamos muy preocupados por la situación en Venezuela”. “Manda huevos” que diría el ínclito “i-responsable” del asunto del yak-42. Pero ahí seguimos, aguantando y sobreviviendo a la que nos está cayendo.

En aquellos días de 2011 escribí tres artículos de opinión que fueron publicados también en Nueva Tribuna. Del “15M, la acampada honesta” al “La violencia de los indignados” pasando por “15M, una llama olímpica”, en los tres planteaba la apuesta pacífica de un colectivo que había decidido optar por asentar sus posaderas en la plaza pública, en la de todas y todos, apelando a la denuncia y al buen humor desde la no violencia.

“No hay pan para tanto chorizo”, “Me sobra mes al final del sueldo”, “Tenemos la fuerza y las herramientas para reescribir la historia”, “Tu voto vale mucho, no se lo des” y otros aportes a la filosofía popular y ciudadana.

A pesar de eso, se les acusó de casi todo. Como a Bachelet, Castro, Chávez, Correa, Kirchner, Lula, Morales y demás “malévolos” del poder “maquiavélico”. Lo menos era de perroflautas, insultando en un solo concepto al mejor amigo del ser humano, a la música y al sujeto en sí. O eso se creían los otros, los bien vestidos, bien colocados, bien llevados, bien pagados y bien “aliñados”.

Lo último en insulto hacia ese colectivo, algo desarrapado por la acción de una sociedad pacata, neoliberal, explotadora y, aunque no se lo crean, ignorante, han sido las declaraciones recuperadas de una persona que se dice “socialista”. Acusándoles de que la culpa de que estuvieran cabreados (indignados) es porque “se pensaban que iban a tener su casita en la playa”. Claro, saltar de la perrera compartida al balcón frente al mar es un insulto para la “decencia” de tanta politiquería trasnochada y corrompida.

Pues en su filosofía política para dignificar al ser humano y la vida pública había grandes dosis de conocimiento, del científico y del popular, cuya suma, como diría Calvelo Ríos, da el verdadero saber. Ese otro eslogan de “Nuestros sueños no caben en vuestras urnas” abría una crítica sutil al sistema político desde la recuperación de la utopía.

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Pero los que nos gobiernan la siguen cagando y no pasa nada. O pasa muy poco para lo que debería pasar. En el partido de la oposición, pese a que no tenemos nada claro a qué se opone, se matan por el poder, pero siguen, al menos una parte importante del mismo, sin contar con sus bases. ¿Cómo podemos pretender que luego, en caso de que lleguen al gobierno, cuenten con la ciudadanía?

Para la clase política todo lo que sea poner en duda su legitimidad atenta contra la democracia. En 2011 argumentaban que el 15M era “un movimiento organizado, antisistema, violento y agresivo”. ¿Qué tiene de malo estar organizado?, ¿cuál es la gravedad de enfrentarse a un sistema que no funciona?, ¿dónde está la violencia en acampar pacíficamente en el espacio público?, y ¿qué agresión supone denunciar lo que es evidente para todo el mundo?

Un sinfín de inconsistencias, incongruencias, incapacidades,… y nos reíamos del camarote de los hermanos aquellos que parecían chiflados anárquicos pero que representaban realmente otro tipo de indignación. Eran críticos con los poderes y con las “lógicas” de las rutinas impuestas.

Hoy merece la pena retomar esa llama olímpica que supone iluminar otros caminos para seguir creciendo como individuos y como sociedad, de una manera digna, solidaria y responsable. La llama desde luego deberá ir prendida de aire fresco para ventilar lo hediondo del poder. Hay que retomar las plazas públicas y sociales, inundar las redes virtuales, llenar de debate los campus universitarios, promover la discusión en las calles, en los centros de trabajo (quiénes tengan la suerte de tenerlo), en las parroquias o en los centros culturales, en los bares o en las casas con amigas y amigos alrededor de mesas camillas. Porque, como en los Juegos Olímpicos, si dejamos que la llama se apague se pierde el espíritu y se presagian malos resultados. Estaremos social y políticamente muertos.

Vivimos en sociedades autistas, cuyos políticos, la mayoría, pierden la memoria para lo que les interesa, que suele ser lo contrario de lo que interesa a la mayoría. Con el riesgo añadido de que se termine propagando la epidemia de la abstenciocracia, que esa mayoría que realmente debería de contar termine pasando de todo, porque ese todo es penoso, corrompido y para nada motivador de la participación y de la democracia.

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Aquellas y aquellos políticos autistas siguen engañándonos con esa democracia representativa que hace tiempo que no nos representa. Pero la ciudadanía no quiere seguir siendo mercancía para votar y olvidar; no desea formar parte de los desahucios, los de las viviendas y los de las calles; no pretende agachar la cabeza frente a la corrupción, y no le apetece continuar marginada de una realidad que no ha elegido.

Porque la ciudadanía sigue teniendo la palabra. ¡Vivan los 15M!

La ciudadanía sigue teniendo la palabra