jueves. 28.03.2024

Obama termina con 120 años de intervencionismo en Latinoamérica

Su foto con Raúl Castro es todo un símbolo que supongo habrá levantado muchísimas ampollas en Estados Unidos, que lo habrán considerado como un triunfo de los comunistas cubanos. Lo mismo en lo que se refiere a Irán.

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Cuando en el año 2009 se le concedió a Barak Obama el premio Nobel de la Paz, hubo quienes no le consideraron merecedor, teniendo en cuenta que los ejércitos norteamericanos aun estaban presentes en Afganistán e Irak; críticas que se repitieron tras la insensata intervención en Libia.

Cambiar la política internacional de la primera potencia mundial no es tarea fácil y menos aun rápida y hasta el  poder del presidente de esa nación esta sometido a fuertes y numerosas limitaciones de todo tipo. Hay muchísimos intereses en juego, económicos, políticos, militares; existen contrapesos legislativos que pueden cercenar la capacidad de acción del presidente, como es el poder del Congreso y el Senado, sobre todo cuando no se tiene la mayoría política en los mismos. Incluso el Partido Demócrata tiene un pluralismo interno muy acusado, que va desde la derecha tradicional hasta la izquierda socialdemócrata. Es sabido también que los dos partidos norteamericanos se financian en buena medida con aportaciones de lobbys empresariales, sociales, étnicos o ideológicos, que lógicamente no contribuyen de forma desinteresada.

Todo ello por no hablar que en materia de intervencionismo militar, como la historia ha demostrado reiteradas veces desde tiempo inmemorial, es mucho más fácil iniciar una guerra que salirse de ella y negociar una paz. Tampoco podemos olvidar que con frecuencia se requiere la intervención de Estados Unidos en conflictos bélicos, ante la impotencia o la comodidad de otros estados que no quieren gastar dinero o popularidad con sus propias tropas. A este respecto podemos recordar los cínicos editoriales del periódico El País, pidiendo la intervención norteamericana en el conflicto de Siria o en Ucrania y el malestar por la negativa de Obama.

Y por ultimo y no menos importante, está el factor racial. Cualquiera que albergue dudas de los rechazos y odios que despierta Obama en una parte significativa de la ciudadanía blanca norteamericana y de lo que representa que por primera vez una persona negra ostente la presidencia, no tiene más que ver la película “Selma”, que narra tan solo un episodio de la durísima y larga lucha de la población afroamericana por sus derechos civiles hace solo 50 años.

En definitiva, la persona teóricamente más poderosa del mundo, no tiene absoluta libertad de movimientos ni mucho menos. Algo que la izquierda europea no siempre somos capaces de valorar en su justo término cuando criticamos de forma esquemática la actuación del presidente Obama.

Por ello hay que valorar el gran valor de las dos ultimas decisiones en política exterior que ha tomado Obama: el reestablecimiento de las relaciones con Cuba y el Acuerdo con Irán, las dos bichas negras más intensas y de más larga duración de los gobiernos y de la mayoría de la sociedad norteamericana en bastantes décadas.

Obama ha tenido que recurrir a diversas “artimañas legales” imponiendo sus facultades presidenciales, para poder sortear la oposición del Congreso, del Senado y de su propio partido, donde los lobbys de los judíos más reaccionarios (hay otros progresistas y no sionistas)  y el de los cubanos exiliados son muy influyentes. Ha sido por tanto una dura batalla política en la que Obama, que ya no puede volver a presentarse a las elecciones, ha mantenido contra viento y marea su voluntad política.

Su foto con Raúl Castro es todo un símbolo que supongo habrá levantado muchísimas ampollas en Estados Unidos, que lo habrán considerado como un triunfo de los comunistas cubanos. Lo mismo en lo que se refiere a Irán.

Con esta foto terminan no solo 55 años de abierta hostilidad con Cuba, sino mucho más. Han sido casi 120 años de intervencionismo imperialista en Latinoamérica, iniciado con la guerra de Cuba en 1898 y la política de Theodore Roosevelt del “gran garrote” (“big stick”) y de considerar el continente sudamericano el patio trasero de Estados Unidos, donde se podía intervenir y mangonear.

Es evidente que con el reestablecimiento de las relaciones con Cuba, no esta todo solucionado y para siempre. Queda la tensión con el gobierno de Venezuela y surgirán nuevas tensiones, máxime si el partido republicano vuelve a alcanzar la presidencia con candidatos extremistas, pero les será muy difícil dar marcha atrás y volver a las andadas.

Obama también esta dando pasos, sin duda mucho más tímidos, en el conflicto palestino-israelí, pero ya no es la mera sumisión a los intereses de los gobiernos de la derecha judía. También sigue sin resolverse la situación de la cárcel de Guantánamo.

Al presidente norteamericano aun le queda año y medio de gobierno y sería deseable que continuara tomando medidas para desactivar los múltiples conflictos en los que se enfangaron sucesivos gobiernos norteamericanos.

En cualquier caso, Obama pasará a la historia como un presidente que en la medida de sus posibilidades y de las circunstancias, trabajó por la paz y la convivencia entre las naciones, lo cual merece un reconocimiento por la gente progresista de todo el mundo.

Obama termina con 120 años de intervencionismo en Latinoamérica