jueves. 28.03.2024

¿Construir un nuevo sindicato?

Los sindicatos de clase tenemos que hacer un profundo cambio para superar nuestras limitaciones y errores. Tenemos que adecuar nuestra acción sindical a las nuevas realidades de la globalización...

jhon
Asamblea de trabajadores de la empresa John Deere

En España y en los países de nuestro entorno, construir un sindicato nunca ha sido tarea fácil ni mucho menos rápida

Ha habido en nuestro país diversos intentos de crear sindicatos. Desde los que protagonizaron sectores afines a la derecha nacionalista catalana, hasta los que en diversos momentos propició la derecha gobernante, primero la UCD y después el PP, incluso en fechas muy recientes. Los resultados están a la vista.

Ahora se habla de la construcción de un Sindicato, más o menos ligado a PODEMOS, como respuesta a lo que consideran deterioro del sindicalismo de CCOO y UGT. Ellos sabrán. Pero les convendría echar un vistazo a la historia del movimiento obrero.

Como es sabido, en España y en los países de nuestro entorno, construir un sindicato nunca ha sido tarea fácil ni mucho menos rápida. En la mayoría de los casos el soporte de opciones políticas ha sido decisivo, tanto en los sindicatos de origen comunista, socialista o democratacristiano; incluso en el caso de los sindicatos de orientación anarquista, contaron con el impulso de organizaciones libertarias. Desarrollar un sindicato ha requerido históricamente un tremendo esfuerzo militante, un lento y sistemático trabajo organizativo y unas referencias ideológicas básicas, que solo pudieron  ser impulsadas desde una sólida organización política. Por supuesto hay alguna peculiaridad, como es el caso de las Trade Unions británicas que fueron las que crearon el Partido Laborista.

A diferencia de la decisión de crear un partido político, que es una opción abierta dirigida al conjunto de la población, la creación de un Sindicato pasa inevitablemente por la implantación y el trabajo en las empresas durante largo tiempo.

Es verdad que la historia no tiene por qué repetirse miméticamente y que las circunstancias cambian, pero aun y así conviene recordar lo sucedido en nuestro propio país. Además de los dos grandes sindicatos históricos, UGT y la CNT, la única experiencia más reciente de construcción de un sindicato de masas, ha sido CCOO. Por supuesto existen tres sindicatos de carácter  nacionalista, ELA-STV,  LAB y CIG,  muy vinculados a opciones políticas nacionalistas y con exclusiva implantación territorial en el país Vasco y en Galicia respectivamente. Hay otra opción sindical, USO, de implantación muy reducida y pequeños sindicatos corporativos especialmente en las administraciones públicas.

Por mi edad y mi trabajo tuve ocasión de asistir al difícil proceso de construcción de las CCOO. Eran tiempos de ilegalidad, pero en sus orígenes la mayoría de los sindicatos se forjaron en la clandestinidad o en una tolerancia restringida. Es conocido que Comisiones Obreras fueron fruto del rechazo cada vez mayor a finales de los años 50 del siglo XX de la administración sindical falangista por parte de muchos trabajadores y de la lenta aparición o reaparición de militantes comunistas en los grandes centros de trabajo. Las iniciales Comisiones Obreras no fueron obra exclusiva de los comunistas, participaron también cristianos con vocación social, falangistas desengañados o trabajadores sin adscripción ideológica, pero dispuestos a defender sus derechos. Sin embargo lo que dio continuidad, organización y coherencia a ese incipiente movimiento sindical fue el trabajo de los comunistas.

Fueron casi 20 años de trabajo y lucha en las empresas lo que permitió que en 1977 se pudiera dar el paso a la creación formal del sindicato. En ese tiempo unos muy pocos miles de activistas se dedicaron a defender sin tregua a l@s trabajadores. Recuerdo perfectamente cómo venían a los despachos laboralistas trayendo a compañer@s, a menudo con miedo y desconfianza, para reclamar unas horas extras, una sanción, un despido, unos pluses no pagados o una invalidez no reconocida. Cómo esos militantes obreros se empapaban y eran auténticos expertos en la legislación laboral para sacar el máximo provecho en la defensa de los intereses de sus compañero@s. Cómo estaban pendientes de cualquier problema para apoyarles, para plantearlos ante el empresario. Cómo sufrían las represalias laborales y desde luego policiales, por esa labor.

Y comprobamos que poco a poco los empresarios más espabilados  empezaron a aceptar que tenían que entenderse y negociar con aquellos militantes de CCOO, si querían que funcionara su empresa.

Sí, construir CCOO fue un camino muy laborioso, con mucho sacrificio, mucha constancia, al principio con frecuentes derrotas, pero que fue decisivo para lograr la democracia y el avance de los derechos laborales y sociales en España. Y después, ya en democracia, el trabajo sindical siguió siendo duro y complicado. El convenio colectivo se convirtió, como no podía ser de otra forma, en la espina dorsal de la acción sindical. Los Convenios son en definitiva la razón de ser del sindicalismo  clase y la vara de medir la utilidad y el papel del mismo.

Negociar un convenio colectivo y sobre todo lograr un buen convenio,  no es llenarse la boca o los panfletos de magníficas reivindicaciones. Requiere formación, información, experiencia, capacidad de saber hasta dónde se puede llegar y dónde no se puede ceder y eso no se aprende en los libros ni en las tesis doctorales. Conseguir un buen  convenio requiere una arraigada presencia en los centros de trabajo, para ir creando las condiciones que permitan que lo que se reivindique esté asumido por el conjunto de la plantilla y que los negociadores cuenten con el  respaldo de sus compañer@s.

Y también tiene todas las características de un Convenio Colectivo la negociación con las Administraciones Públicas, con los gobiernos, en materia de políticas sociales, económicas, laborales, fiscales, etc.

Esa es la experiencia real del sindicalismo hasta hoy.

Es cierto que hay un fuerte deterioro de la imagen de los dos grandes sindicatos y que hemos cometido errores de bulto. Es verdad que la acción sindical, tras siete años de crisis y seis millones de parados, es dificilísima y con resultados a menudo muy insuficientes. Como también es evidente que hay una fuerte, sostenida y relativamente exitosa campaña desde múltiples frentes contra el sindicalismo de clase, para asegurar que la salida neoliberal de la crisis se imponga sin cortapisas.

Es verdad. Los sindicatos de clase tenemos que hacer un profundo cambio para superar nuestras limitaciones y errores. Tenemos que adecuar nuestra acción sindical a las nuevas realidades de la globalización, de los cambios tecnológicos, de las transformaciones en las formas de producción y en las nuevas vías de comunicación y relación en la sociedad. Efectivamente tenemos mucho que hacer, pero sin olvidar que el sentido de nuestra función sigue estando de manera fundamental en nuestra labor cotidiana en los centros de trabajo.

En ese proceso de cambio que ya estamos empezando, sería muy bueno contar con el estímulo, las ideas y el trabajo de compañer@s vinculados o simpatizantes de PODEMOS. Sería mucho más eficaz y efectivo que intentar montar un sindicato por su cuenta.

¿Construir un nuevo sindicato?