miércoles. 24.04.2024

A río revuelto, ganancia de podemitas

Algunos charlatanes patrios prometen rentas básicas, viviendas para todos y bla, bla, bla… ¿con qué dinero?

Vivimos (más bien padecemos) unos tiempos dislocados, de confusión. Y nunca mejor aplicado aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, pues no puede entenderse de otro modo el afán podemita por colgarse medallas: desde la abdicación de Juan Carlos I a la movilización popular tras el 11-M de 2004. Ahí queda eso. Sobre todo esto último, el último logro “con efecto retroactivo” de Podemos. Con un par.

Unos kilómetros más arriba, Francia prepara una batería de medidas económicas que sentarán mal entre la fauna de los políticamente correctos, pero que  probablemente impulsarán la economía hacia el desarrollo. Y una vez saneadas las cifras y con dosis adecuadas de crecimiento ya se puede pensar en redistribución, mejoras, etc. Antes no. Sin embargo, en nuestra querida España, esta España mía, esta España nuestra,  e apunta a la dirección contraria.

La crueldad de sembrar falsas ilusiones en tiempos tan duros

Así, algunos charlatanes patrios prometen rentas básicas, viviendas para todos y bla, bla, bla… ¿con qué dinero? inquiere cualquier mente normal. “Lo sacaremos de las grandes fortunas y del fraude fiscal”, replican lapidarios. Sin sonrojo. Lo de sisar a los muy ricos siempre queda bien. Parece justo y alivia a la nutrida y pútrida grey de los envidiosos. El problema es que si alguien llega a gran fortuna, más grande debe ser su habilidad para no dejarse quitar. Claramente, no se llega a multimillonario sin una suprema habilidad ante los “picotazos” de terceros. Máxime en España. Por ahí, nos pese o no, poco se puede rascar.

El otro bálsamo de Fierabrás, combatir el fraude fiscal, parece más sensato. Pero aún así su práctica se antoja casi imposible. De entrada el fraude fiscal debe ser perseguido por profesionales: inspectores y subinspectores de Hacienda, amén de unas brigadas policiales especializadas y bien dotadas de medios materiales y humanos.

Desgraciadamente, todo lo anterior requiere años de preparación y esfuerzo, además de unos cuantiosos recursos económicos. ¿Cuántos miles de inspectores se necesitarían para perseguir ese fraude, rastrear durante horas en intrincadas cuentas, acumular pruebas…? Por lo demás, la cultura (más bien incultura) de la picaresca (ahora llamado fraude) se halla enraizada en el alma española. Su desarraigo no sería más fácil que eliminar el fútbol o el ir de cañas. Ahí se encuentra la raíz del problema.

En este sentido, solo queda concluir que el problema español es únicamente de mentalidad y de actitud. Algo que fue captado ya en el siglo XIX, sí han leído bien, ya en el XIX, por Amadeo de Saboya, personaje con la suficiente entidad para haber sacado a España del atolladero y reconducirla hacia la senda del progreso y la modernidad. No le dejaron. Durante tres años le hicieron la vida imposible… ¡ay, qué bien se le da al pueblo español destruir! De ahí aquellas palabras de renuncia a la corona española (por favor, si alguien de Podemos lee esto, no se atribuyan el “éxito” de aquella abdicación): ”España vive en constante lucha…si fueran extranjeros los causantes de sus males, yo mismo los combatiría al frente de estos soldados tan valerosos como abnegados, pero todos los que causan y agravan los problemas de España son españoles…”.

Mérito, esfuerzo, capacidad, sacrificio… honradez

Dudo mucho que nuestro país levante cabeza en un plazo corto o medio. Y resultará imposible mientras se busquen fórmulas mágicas en vez de asimilar los principios del esfuerzo personal, el sacrificio (que no es más que renunciar a algo que nos gusta para obtener otra cosa), la capacidad (sí, porque hay personas más capaces que otras y, por ende, merecedores de más), el mérito, es decir, que alguien trabaja más duro y por lo tanto le corresponde más, no menos …

Busquen estos principios en algún programa de Podemos… no los encontrarán. Tal vez, como guiño a su retórica ensayada hasta se apresten a incluir alguno. Tergiversadamente, por supuesto, pues lo que cuenta en esta clase de grupos es el desprecio hacia lo individual y un ensalzamiento sectario de lo colectivo. Se percibe hasta en el “nombre comercial”: Podemos, Ganemos, Somos…

Lamentablemente, con esos esquemas, España continuará siendo un país crispado, un borboteo de frustración, zozobra y rabia. El perfecto caldo de cultivo para abocarnos hacia el desastre y la “latinoamericanización” (en su mal sentido, claro, no en el bueno). En suma, el destierro, casi clandestinidad, de la libertad individual y el valor del mérito, el sacrificio, el esfuerzo y la capacidad, nos arrastran a un río revuelto… ganancia de podemitas.

A río revuelto, ganancia de podemitas