viernes. 29.03.2024

Toda parálisis en Sanidad es deterioro

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El recorte de los años de crisis y austericidio ha sido especialmente duro con la atención primaria, la salud pública y la salud mental

La sanidad pública, salvo excepciones puntuales, continuó paralizada a lo largo de 2017, a pesar de la consolidación de los datos de recuperación económica y de la existencia de gobiernos mayoritariamente progresistas en las comunidades autónomas. La anhelada recuperación de la inversión y el empleo sanitario fue parcial.

Una parálisis que, por los dramáticos efectos socio laborales y a nivel de salud de un largo periodo de crisis, y como consecuencia también de los recortes presupuestarios, ha supuesto en realidad un retroceso.

No hace falta recurrir a muchos datos para constatar que los principales problemas producidos por las políticas de austeridad en la salud ciudadana y en el sistema sanitario continúan hoy y parece que se van a seguir agravando. El paro, la inseguridad y la precariedad se saldan cada día con más trastornos psicológicos, más enfermedades y más accidentabilidad laboral. Es decir, peor sanidad pública y peor salud van de la mano, la primera repercute en la segunda y ambas contribuyen al malestar generalizado de nuestra sociedad.

En 2017 tampoco se recuperó la inversión en salud y se prevén nuevos recortes en 2018, a tenor de la reducción adicional del gasto sanitario y social del plan de estabilidad. Se mantiene igualmente la exclusión de los colectivos sin papeles de la atención primaria, a pesar de las medidas paliativas por parte de colectivos humanitarios y CCAA, con los consiguientes efectos adicionales negativos sobre la salud pública y la equidad. Estamos inmersos en un contexto socio sanitario en que precisamente la equidad en el acceso y la orientación a crónicos siguen estando en buena parte pendientes.

Por otra parte, el recorte de los años de crisis y austericidio ha sido especialmente duro con la atención primaria, la salud pública y la salud mental, que ya partían de una situación de debilidad, sino de carencia. Sin embargo, continúa el crecimiento del gasto farmacológico y en tecnologías sanitarias, especialmente hospitalarios, sin evaluación ni criterios de coste de efectividad. 

La orientación hospitalaria no ha impedido tampoco el desbordamiento de las listas de espera, afectando con ello a la calidad y a la percepción ciudadana sobre la sanidad pública.

En definitiva, a los problemas del hospitalocentrismo, la medicamentalización y la gestión economicista y autoritaria, se han venido a sumar los efectos de los recortes, las exclusiones y las privatizaciones, salvo en casos muy concretos de reversión a lo público como en el del modelo Alzira del país valenciano.

Continúa el crecimiento del gasto farmacológico y en tecnologías sanitarias, especialmente hospitalarios, sin evaluación ni criterios de coste de efectividad 

De nuevo, los poderes privados reales de la farmacia y la tecnología siguen condicionando el interés publico mientras otros poderes, como el de los trabajadores sanitarios o el de las asociaciones de pacientes, han tenido y siguen teniendo menos influencia. Ni siquiera ha sido posible la recuperación de la inversión y el empleo sanitario debido a las limitaciones del déficit y del índice de reposición impuestas por el Ministerio de Hacienda con el burdo argumento de los compromisos con la UE. Tampoco ha sido posible abordar los problemas estructurales desde los determinantes sociales, ambientales y de género, la promoción de salud, la prevención y la refundación y relanzamiento de la atención primaria y la salud mental.

Por supuesto, casi nada que hablar de los retos estratégicos del sistema, su dirección y gestión participativa; casi nada del modelo de relación del equipo, el paciente y la comunidad, y muy poco de la perspectiva socio sanitaria. No están ni se les espera.

Sin embargo, si algo se ha demostrado, frente a la propaganda interesada en contra y frente a la debilidad de hecho de la planificación sanitaria, la dirección compartida y del fondo de cohesión del Consejo Interterritorial del SNS, es el indudable poder político y simbólico del Ministerio y del Gobierno español en relación a los temas más relevantes de la sanidad: su financiación, la formación, el personal, los acuerdos con las farmacéuticas y las tecnologías…

Aquí no funciona la máxima renovada por Cospedal de que cada palo aguante su vela. Aquí unos invitan a la ronda y otros siguen pagando los platos rotos.

Toda parálisis en Sanidad es deterioro