jueves. 28.03.2024

Podemos necesita un acuerdo interno de convivencia

pablo iñigo

A partir del lunes viene lo más difícil. Gestionar el elevado nivel de división que los votos y los gestos han puesto a la vista de todos y han permitido cuantificar

La Asamblea Ciudadana Estatal de Podemos acaba de terminar. Los objetivos de Vistalegre II han quedado reducidos a evitar lo peor: que la división no se profundice y se transforme en ruptura y abandono de una parte. Pese a los buenos deseos de unidad y humildad que Iglesias planteó en su intervención de cierre, como flamante nuevo secretario general, no está claro que los vaya a llevar a cabo ni que sepa, pueda o quiera hacerlo. Una situación tan crispada como la que vive Podemos no se resuelve con gritos de unidad ni con lastimosos abrazos de cara a la galería, hace falta alcanzar un nuevo acuerdo y establecer unas nuevas bases de convivencia que permitan el reencuentro y la cooperación.

Este fin de semana, Podemos entró en Vistalegre dividido y salió dividido, puede que roto. Veremos en los próximos días el alcance de las fisuras y las posibilidades de curar las heridas producidas en el amago de un debate congresual que se fue convirtiendo progresivamente en un espectáculo bochornoso a medida que hooligans de los principales líderes ganaban protagonismo y enfangaban la discusión con el todo vale.

Para evitar la ruptura o el arrinconamiento de las minorías hace falta que los ganadores actúen con responsabilidad, templanza y saber hacer, cualidades que hasta ahora no han demostrado poseer. Pueden adquirirlas si se aplican, pero están por ver. La unidad depende también de la actitud que adopten las minorías y, fundamentalmente, de la responsabilidad de los dos principales líderes de Podemos, que no estuvieron muy comprometidos en la tarea de parar la furia, el ruido y los excesos verbales de algunos de sus partidarios ni muy acertados a la hora de alentar un debate imprescindible que permitiera conocer mejor las diferencias y aproximar, porque era posible, posiciones.

En estas últimas semanas que deberían haber sido de debate, se han normalizado y hecho costumbre el ataque personal, la insidia y una interpretación conspirativa de los desacuerdos que ha impedido todo debate y ha afianzado la incomunicación y las trincheras. Debatir requiere un aprendizaje que no se ha producido. Requiere respeto, especialmente para las personas y los argumentos de los que piensan de forma diferente, métodos democráticos y capacidad para valorar en lo que valen los desacuerdos argumentados que permiten el cambio y el análisis de lo nuevo y lo inesperado. Las personas que han asistido a Vistalegre II han demostrado que la pulsión a favor de la unidad es muy poderosa y que se puede alcanzar, pero son los principales líderes los que tienen la responsabilidad de dirigir todos los esfuerzos a lograrla. Veremos si tienen la altura que requiere la tarea. No basta con decir que aceptan los resultados del congreso. No es suficiente que no den la espantada o renuncien a arrinconar o, mucho menos, a poner un puente de plata a los que piensan de forma diferente.

A partir del lunes viene lo más difícil. Gestionar el elevado nivel de división que los votos y los gestos han puesto a la vista de todos y han permitido cuantificar. El espacio político y la representación social de Podemos son más que notables. Las 155.190 personas que han participado en las votaciones así lo demuestran. Vistalegre también ha evidenciado la pluralidad de Podemos: la corriente encabezada por Iglesias obtiene algo más de la mitad de los votos; la de Errejón, un tercio; y la de Urbán, alrededor del 10%. La capacidad de gestionar un espacio tan plural se ha mostrado muy frágil y las bases políticas y organizativas  aprobadas en Vistalegre II van a demostrar a muy corto plazo que son muy débiles para afrontar una etapa política de tan enorme complejidad como la que se avecina. Sin la responsabilidad debida por los dos principales líderes será imposible recomponer la unidad. Iglesias y Errejón deben esa responsabilidad a los votantes de Podemos y al conjunto de fuerzas progresistas y de izquierdas que pretenden el cambio. Iglesias tiene la principal responsabilidad en la tarea de construir un Podemos habitable para todos sus componentes actuales y para los que tiene que acoger en el futuro si quiere ponerse a la altura de los objetivos con los que nació Podemos: estar en condiciones de desplazar del Gobierno a una derecha corrupta que representa los intereses de las elites y subordina las instituciones a las conveniencias y necesidades de una pequeña y poderosa minoría. A Iglesias no se le valorará tanto por el triunfo obtenido como por su capacidad para convertir su mayoría de votos en una victoria de Podemos, que sirva para fortalecer a Podemos y al conjunto de fuerzas del cambio y permita la victoria en las próximas elecciones generales.  

La nueva dirección de Podemos debe facilitar que se desarrolle con racionalidad, buena voluntad y sentido común el debate que ahora no ha sido posible y que el conjunto de las personas organizadas en los círculos o inscritas entienda que el debate no es un momento excepcional sino un hábito, una práctica normal compatible con una acción política diaria orientada a proteger de forma efectiva, recuperar y ampliar bienes públicos, derechos y libertades, impulsando la organización y la autonomía de la sociedad civil.

El intento de debate que ahora ha sido imposible ha provocado un lamentable ejemplo de lo que no se debe hacer y de aquello en lo que no puede convertirse Podemos. El espectáculo ha borrado la sonrisa de sus líderes y ha roto las ilusiones de muchos miles de activistas, seguidores y votantes de Podemos. Solo el aprendizaje de lo que es el debate político puede favorecer que recompongan la unidad, respeten la pluralidad, recuperen la ilusión y logren ese Podemos habitable, acogedor y útil que requiere la mayoría social de este país. No es tan difícil. Se puede.

Podemos necesita un acuerdo interno de convivencia