jueves. 18.04.2024

Macron o Le Pen, ¡menuda papeleta!

Diez claves de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas y sus principales hipótesis.
macron le pen
Foto: Yahoo.

Aunque la probabilidad de que Le Pen consiga superar a Macron en la segunda y definitiva vuelta es mínima, el resultado pone sobre la mesa un delicado y antipático dilema para la gente de izquierdas: votar a Macron o abstenerse en la elección del 7 de mayo

El ruido de los sondeos ha dado paso por fin a la decisión del electorado. Macron y Le Pen pasan a la segunda y decisiva vuelta que el próximo 7 de mayo definirá cuál de los dos se convierte en presidente de la República Francesa. Quedan dos semanas y el mundo está demasiado revuelto como para dar por buenas las previsiones demoscópicas que señalan que Le Pen perderá. Hay que verlo. En realidad, todas las encuestas indican que Le Pen también perdería con Fillon y con Mélenchon.

Contemos los votos. Macron ha sido el candidato más votado, con un 23,9% de los votos. Le siguen de cerca Le Pen (21,4%), Fillon (19,9%) y Mélenchon (19,6%). Hamon (6,4%) y Dupont-Aignan (4,7%) quedan lejos de los puestos de cabeza, pero muy por delante de los otros cinco candidatos, que se reparten el 4,1% restante. Los datos oficiales son todavía provisionales, con el 97% de los votantes. Todavía pueden variar algunas décimas, pero los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta son ya inamovibles.

Observemos la abstención. Cerca de 47 millones de franceses tenían derecho a votar, de los que un 21,8% no ha votado (10,2 millones). Una de las mayores tasas de abstención de las presidenciales desde 1958, cuando se celebraron las primeras de la V República con voto directo. Solo la abstención de 1969 fue sustancialmente mayor, con un 28,4%. Las encuestas anunciaban una abstención significativamente mayor, de entre el 31 y el 37% (BVA, Cevipof, Ifop). Sobrevaloraron la abstención, pero en la complicada situación que viven Francia y la Unión Europea es muy relevante que una de cada cuatro personas con derecho a voto e inscritas no haya mostrado ningún interés en acercarse a las urnas. Además de las personas no inscritas o que se han abstenido, hay que considerar que un tercio de las personas que señalaban su intención de ir a votar  no tenían claro a quién darían su apoyo (28%) o no querían decirlo (6%). Volatilidad extrema en la que finalmente ha impactado el atentado yihadista que hace un par de días acabó con la vida de un policía e hirió gravemente a otros dos. Un escenario ideal para políticos sin escrúpulos (Fillon y Le Pen, por ejemplo) que han hecho todo lo posible en el último mes de campaña para situar en la primera línea de su discurso una interesada amalgama de seguridad nacional, inmigración y terrorismo.

Tras conocer los principales datos, toca la difícil tarea de interpretarlos. Una lectura de urgencia que solo puede ser una primera aproximación a los problemas e interrogantes que esos datos revelan. Y un vistazo a las principales hipótesis explicativas que tratan de entenderlos y colocarlos en un cuadro interpretativo realista que tenga una mínima coherencia. Ya vendrán análisis más sosegados y sesudos.

Primero, los menores de 25 años han podido jugar un papel fundamental en el pase a la segunda vuelta de Le Pen y Macron (Sondeo de IFOP para la Asociación nacional de consejos de niños y jóvenes, marzo 2017). La juventud francesa se muestra menos interesada por las elecciones y más proclive a la abstención que el conjunto del electorado. Entre los jóvenes de entre 18 y 25 años que declaraban su intención de votar, la primera opción era Le Pen (29%), seguida de cerca por Macron (28%). Tanto Hamon (15%) como Mélenchon (14,5%) despertaban menos simpatías y porcentajes de apoyos significativamente inferiores.

Segundo, además de a los jóvenes, la indecisión y la abstención parecen haber afectado especialmente a las personas más golpeadas por la crisis, sin empleo o con empleos precarios y bajos niveles de cualificación laboral y educación reglada, para los que la fiesta electoral es algo ajeno que no va con ellos, no cambia nada o no resuelve sus problemas. Los más interesados en cambiar las políticas que producen su pobreza y exclusión parecen los menos interesados por la política y los que más desconfían de la herramienta que tienen a mano, el voto, para influir en las instituciones y la gestión pública. La tarea de convencer a esos sectores, con obras más que con palabras, de las diferencias entre la vieja y la nueva política y de que se pueden cambiar las cosas a su favor es condición necesaria para poder cambiarlas.  

Tercero, el golpe recibido por el Partido Socialista (PS) es de gran envergadura. Hamon representa el ala socialdemócrata, genuinamente de izquierdas del PS. Logró vencer en las primarias del PS a la corriente socioliberal encabezada por Valls (Macron ya había creado su nuevo artefacto político para concurrir a las elecciones sin pasar por unas primarias) y consiguió unir a las diferentes corrientes de izquierdas que se mantenían en el PS. Pero en plena campaña, a finales de marzo, el ex primer ministro Valls y otros dirigentes de su cuerda trasladaron sus apoyos a Macron escudados en su mayor eficacia frente a la amenaza real que supone la extrema derecha. A partir de ese momento, la candidatura de Hamon aumentó su sangría, tanto por la izquierda (el voto útil a favor de la ruptura tranquila y el reformismo radical que intenta abarcar Mélenchon), como por la derecha (el voto útil en apoyo del centrismo continuista, liberal y trasversal que representa Macron). Valls y la corriente liberal del PS han preferido hundir a su partido que darle la posibilidad a Hamon de disputar la presidencia de la República.

Cuarto, Le Pen sigue ganando credibilidad en la sociedad francesa, con su particular combinación de destitución del viejo orden y establecimiento de un orden nuevo. En 2012, consiguió 6,4 millones de votos (17,9%), superando en un tercio el techo alcanzado por su padre en 2002 (4,8 millones y un 16,9%). Sigue subiendo y ha alcanzado en esta primera vuelta 7,7 millones y un 21,4% Según el Barómetro de Kantar Sofres de marzo de 2017 sobre la imagen del FN, el 37% del electorado opinaba que tiene buenas ideas para resolver los problemas de Francia y el 38%, que tiene capacidad para participar en el Gobierno. El 69%, consideraba que Marine Le Pen tiene capacidad para tomar decisiones. Entre los jóvenes de 18 a 25 años, esos porcentajes aumentaban significativamente. Una inversión para futuras pugnas electorales, empezando por las elecciones legislativas del próximo mes de junio.  

Quinto, Francia Insumisa concentra buena parte de las aspiraciones de cambio progresista de la sociedad francesa en detrimento del PS, pero el meritorio resultado de Mélenchon se queda muy corto (7,0 millones de votos y un 19,6%). Ha sido capaz de ganarse a parte del electorado de izquierdas del PS, pero la suma final de las izquierdas con aspiraciones de gobernar queda muy lejos de la lograda en 2012 (Hollande y Mélenchon sumaron en la primera vuelta 14,3 millones de votos, un 39,7% del total). Ahora, Mélenchon y Hamon suman 9,3 millones de votos y un 26,0%. Durante buena parte de la campaña electoral, Mélenchon pareció conformarse con ser el eje vertebrador de la izquierda… pero para las presidenciales de 2022. Había puesto las luces excesivamente largas y postergaba su vocación de gobierno para las siguientes presidenciales. Esperaba que la pérdida de votos del PS y el futuro desgaste de Macron en el ejercicio del poder le permitirían dentro de 5 años ocupar el Palacio del Elíseo. Afortunadamente para Mélenchon, el hundimiento de la candidatura de Hamon en las encuestas aventó a favor de su candidatura el voto útil de izquierdas. Y lo situó en la primera línea de la pugna electoral, convenciéndole de la posibilidad de ganar y de modificar el tono y el objetivo de su campaña. Ha estado muy cerca, pero la pérdida de votos del PS es muy superior a la ganancia de Mélenchon. En total, Mélenchon gana 3 millones de votos, pero Hamon pierde 8 millones. Una pérdida neta de 5 millones que, a la deriva, han acabado en gran parte votando por el centro liberal de Macron.

Sexto, la hipótesis populista de izquierdas, en la versión francesa encabezada por Mélenchon, muestra un lado oscuro: gana votos a costa de los socialistas, pero no puede ganar a la derecha sin una alianza respetuosa con la socialdemocracia que intenta renovar sus posiciones de izquierdas y colocarse del lado del cambio político y social. Lo peor de todo es que la falta de entendimiento entre las fuerzas que encabezan Mélenchon y Hamon deja el camino libre para que Macron y el continuismo ganen legitimidad y apliquen las reformas y políticas ineficaces y antipopulares que ya intentaron durante la segunda mitad de la presidencia de Hollande. Políticas y reformas que proporcionaron mayores espacios, argumentos y apoyos a Le Pen. Políticas y reformas que, en una hipótesis altamente improbable pero posible, pueden convertir a Le Pen en la próxima presidenta de la República.

Séptimo, las izquierdas desaprovecharon la oportunidad de construir una amplia coalición progresista con muchas posibilidades de ganar a Le Pen, Fillon y Macron, tanto en la primera vuelta como en la segunda. No creo que sea culpa de Mélenchon ni de Hamon. Me parece una insuficiencia del enfoque político que mantienen tanto el PS (el ala izquierda que representa Hamon) como Mélenchon. Esa insuficiencia pone en el primer plano de la reflexión política de las fuerzas del cambio, no solo en Francia, el problema de cómo se construye un instrumento político que facilite y promueva un cambio real favorable a la mayoría social. ¿Puede salir del autodesarrollo del partido de Mélenchon, de la recuperación de la socialdemocracia o de un intento realista y cooperativo del conjunto de fuerzas progresistas y de izquierdas a favor del cambio político? Vale de poco el crecimiento de la nueva izquierda populista si se hace en detrimento de las corrientes de izquierdas de la socialdemocracia. Y viceversa. Si el electorado progresista y de izquierdas toma nota de que ambas partes son incapaces de colaborar para impedir que la derecha gobierne y que la extrema derecha continúe sumando apoyos, tendremos a la derecha gobernando, aplicando recortes y avivando desigualdades durante años. En apenas dos meses, en las próximas y decisivas elecciones legislativas de junio, veremos hasta qué punto han aprendido la lección.

Octavo, para ver tan abajo a la socialdemocracia francesa habría que retroceder hasta 1969, cuando el socialista Defferre obtuvo un magro 5%. Aquel fracaso sirvió para animar la fundación del actual Partido Socialista y definir una estrategia de alianza de las izquierdas que en 1981 permitió a Mitterrand ser presidente de la República, acabando con los 23 años en los que la derecha, desde la formación de la V República, monopolizó la presidencia. Francia está demasiado cerca como para no pensar que el apuñalamiento por la espalda de Hamon por parte de algunos de los líderes de su partido en plena campaña electoral no vaya a tener lecturas atentas en el proceso confrontación interna que vive el PSOE. El hundimiento de Hamon es un ejemplo de cómo se puede conseguir, mutatis mutandis, una segunda defenestración política de Sánchez menos aparatosa que la primera. Y, en caso de fracasar tal intento, de cómo impedir una política razonable de alianzas en el espacio progresista y de izquierdas que permita cambiar las políticas y democratizar las instituciones.

Noveno, la extrema izquierda, Lucha Obrera (0,7%) y Nuevo Partido Anticapitalista (1,1%), sigue firmemente asentada más allá de los márgenes, con discursos y propuestas que a pocos interesan y en nada influyen. Algunos de sus líderes pueden pensar que recuperar la centralidad de la clase obrera en su programa electoral tiene un significado fuerte o que su reivindicación de una alternativa anticapitalista puede ayudar en algo a reforzar un espacio político amplio, radical y antagonista. En realidad, suman poco más de 600 mil votantes que parecen más pendientes de justificar un pasado y encastillarse en su ideología que de contribuir a la construcción de una alternativa progresista capaz de desplazar a la derecha y poner las instituciones al servicio de la mayoría social.   

Décimo y último, aunque la probabilidad de que Le Pen consiga superar a Macron en la segunda y definitiva vuelta es mínima, el resultado pone sobre la mesa un delicado y antipático dilema para la gente de izquierdas: votar a Macron o abstenerse en la elección del próximo 7 de mayo. El mismo dilema que ya utilizó Valls para dinamitar la campaña de Hamon. Muchas personas lo tendrán claro, yo no. Tanto Fillon como Hamon ya han pedido a sus votantes que no apoyen a Le Pen. La segunda vuelta ha comenzado. Afortunadamente no tengo que enfrentarme a tan formidable disyuntiva: elegir lo muy malo (Macron) o, por omisión, incrementar el riesgo de que gane lo peor (Le Pen). Hay muchos buenos argumentos para votar a Macron, pero también los hay para no votarle. Más aún cuando lo muy malo puede hacer mucho daño a la mayoría social y al proyecto de unidad europea y preparar el camino para que lo peor se haga carne de presidenta de Francia en 2022. Prefiero esperar a ver por dónde respira Macron en los próximos días y si muestra alguna intención de rectificar la parte más antisocial de su programa y la subordinación a su protector, el todopoderoso ministro alemán de Finanzas Wolfgang Schäuble. De Le Pen no espero nada.

Macron o Le Pen, ¡menuda papeleta!