viernes. 19.04.2024

Sin rumbo

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Punta de Algas

l mar se muere. El Delegado del Gobierno habla con los pescadores y nos maravilla con su oratoria, con el espectáculo de los crepúsculos, con los ataques coordinados a nuestras costas.

Caminamos sin rumbo. Solo los olores de la noche nos guía. Caminamos sin estrellas, sin caminos, sin límites a nuestras ambiciones. Y la oscuridad nos lleva a las orillas del alma, allí dónde las campañas de captura de langostinos, doradas o lubinas son espectaculares. Porque somos un espectáculo, como el recinto de una feria, pongamos en las tibias noches de septiembre. Lucimos nuestros errores con la alegría de los insensatos, nos subimos a los tiovivos y giramos entre luces deslumbrantes. En derredor, nuestra obra: el verde del mar, los bosques enfermos, la espuma que oculta la puntera de nuestros zapatos (la luna en el horizonte, surgiendo de entre los edificios de La Manga).

Somos grandes, gigantes como las torres que nunca caerán porque las hemos edificado sobre la mentira, y esta es eterna. Ni los dioses, ni la ciencia humana pueden socavarlas, ni inclinarlas sobre el abismo en el que vivimos.

¿Quién comprará nuestras mentiras en el futuro?, ¿quién nos hablará de aquel mar de mediados del XX, antes de la gran destrucción, antes de la especulación de azul apocalipsis?. Quizá nadie porque la muerte que nos rodea es hermana de la desmemoria. Nos negamos a reconocer que somos el pasado y que este fue terrible, la terrible fealdad que diseñamos en el paraíso de nuestros abuelos.

Fluye el mar, fluyen las nubes, fluye las lunas y los soles, el viento del norte, aquel otro que sopla del sureste. ¿Y qué somos entonces?. El titular de una rueda de prensa, las portadas verdes, la gelatina que crece y se extiende, que nos ahoga, que forma gobiernos y los destruye.

El mar se muere. El Delegado del Gobierno habla con los pescadores y nos maravilla con su oratoria, con el espectáculo de los crepúsculos, con los ataques coordinados a nuestras costas. Y nosotros, desde la Torre Derribada oteamos el mar y entre las brumas observamos los perfiles de las jaulas de las doradas. Luego paseamos hasta la Punta de Algas, y vemos en el futuro el dragado de Las Encañizadas. Ya no hay lugar donde descansar y contemplar la eternidad en un retazo de mar.

Caminamos sin rumbo. Los frutos de nuestra contemplación se pudren y las palabras se encierran en el pensamiento y no brotan para hacerlas comunes a los amigos y a los enemigos. Tal vez algún días volvamos la cabeza y contemplemos las ruinas de nuestros sueños. Tal vez...

Es domingo, el sol brilla en lo alto, ilumina las hojas de las garroferas, calienta la tierra en diciembre, a una semana de Nochebuena. Pronto los días serán más largos y podremos contemplar el desastre durante más tiempo, con los colores cambiantes de la primavera. Vamos a soñar que el mundo fue un espejo del alma en tiempos pretéritos, que el horizonte era limpio y blanco, que la luz del sol doraba la arena, que el agua del mar era transparente, que no habían delegados del Gobierno, ni gobiernos que siempre negaban sus responsabilidades.

El mar silencioso en diciembre.

Sin rumbo