jueves. 28.03.2024

Del fin de la historia: seguimos a vueltas con las ITV de la Región de Murcia

El día 2 de noviembre comienza la huelga indefinida en las ITV privadas de la Región de Murcia. Ya va para nueve meses y muchos capítulos a cuenta del culebrón protagonizado por el Consejero de Empleo, Universidades y Empresa y de sus "habilidades" negociadoras para reunir mayorías parlamentarias en beneficio de sus proyectos liberalizadores de la economía, que traerán una era de riqueza, pleno empleo y felicidad a la ciudadanía murciana. En realidad, del fin de la historia, en su acepción de desaparición de la política en un sentido fuerte en beneficio de las reglas desencadenadas del mercado, se viene hablando desde la caída del Muro de Berlín, e incluso mucho antes. Aunque los mismos que nos hablaron de la libertad de comercio en un mundo sin aranceles son parcos a la hora de explicarnos que ocurrió en el mismo a partir de 2007. No, miento. Realmente se nos dijo que la Gran Depresión de principios del XXI se debió a que los familiares del cadáver todavía estaban de luto y no habían triturado sus huesos en el FMI. Es decir, que la historia había muerto pero no demasiado. Es también lo que nos explican nuestros neoliberales cuando se tienen que enfrentar al misterio de que las actividades económicas liberadas de las garras públicas ni funciona mejor, ni abaratan los costes ni aumenta la satisfacción de sus cliente: el cadáver todavía emite energía y habrá que reconocerle que en vida era poderoso y manejaba constructos de cierta solidez.

En fin, el 2 de noviembre los trabajadores de las ITV de la Región inician una huelga indefinida en defensa de sus empleos y de su calidad futura. Es lo que toca cuando un gobierno decide salir de la crisis empobreciendo  el trabajo asalariado para aumentar la competitividad en un mercado global. Y eso se hace eliminando no solo la negociación colectiva sino también la permanencia y cumplimiento, más allá de dos o tres meses de tregua, de la vigencia de los derechos reconocidos por los convenios colectivos.

Los neoliberales, y hay dos partidos patrios que hacen gala de su adhesión al Consenso de Washington, tendrían que explicarnos muchas cosas porque ellos son doctos en la ciencia económica y los trabajadores no. Podrían argumentarnos que los monopolios públicos privatizados para manos amigas, algunas de ellas entre barrotes, a espera de juicio o ya condenadas, en las últimas décadas del Siglo XX se desenvolvieron de maravilla en el mercado, creando riqueza y distribuyéndola a su manera que, por cierto, no era nada solidaria. Que las revoluciones tecnológicas del momento coincidieran con la privatización coadyuvando en su expansión no es materia de explicación. Tampoco por qué servicios comunitarios privatizados (agua, recogida de basura, limpieza, etc) son más caros y apenas alcanzan en calidad y satisfacción de los usuarios a los que eran prestados en régimen público, a pesar de utilizar condiciones laborales más propias de los países del Este Europeo Solo mencionar de pasada, en el mismo sentido, el misterio de los ferrocarriles ingleses.

Nuestros liberales aspiran a la libertad de mercado sin restricciones estatales y son enemigos de las prohibiciones, a no ser que estas afecten a la asociación y defensa de los derechos laborales a través de los sindicatos. Ni siquiera llegan a entender una idea de raíz fabiana : los trabajadores no son revolucionarios per se, pero cuando se encuentran con restricciones severas que les impiden mejorar sus vidas y las de la gente de su entorno, se unen para eliminarlas. No es nada marxiano ni marxista, tampoco entra en contradicción con el llamado espíritu burgués.

Nuestros neoliberales, los vergonzantes y los de nuevo cuño, no creen en lo público pero dejan abiertas las puertas de atrás para que por ellas se cuelen gente amiga. Son los mismos, aunque en este caso es casi una realidad transversal de todos los partidos políticos, que crean administraciones paralelas y en algún caso virtuales para burlar los criterios constitucionales de acceso al empleo público. Sin embargo, no olvidan las laderas cultivadas del sector privado esforzándose en lo posible en cederles pedazos del pastel público a pesar de que aumente la deuda pública, no mejore el servicio prestado y en muchas ocasiones lo empeore. Son los oligopolios creados por decisión política con plazo temporal de usufructo (concesión administrativa) o indefinido (el invento de la autorización administrativa restringida).

Terminamos: el 2 de noviembre los trabajadores de las ITV privadas comienzan una huelga indefinida en defensa de la calidad y de la estabilidad en el empleo. Och meses después el Consejero de Empleo, Universidades y Empresa sigue haciendo trampas en el juego y, mucho nos tememos, sigue haciéndose trampas a sí mismo a no ser que tenga un plan maestro, digno de un genio, que todos los demás desconocemos. Aquí lógicamente defendemos la lucha de los trabajadores y si no fuera porque los gobernantes suelen ser, o creerse más listos que los gobernados, debería defender que el Presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia cesara a su consejero incapaz de acordar nada después de tanto tiempo y nombrara a otro negociador. También pediría por motivos obvios la creación de una empresa pública que gestionara las ITV regionales: las arcas públicas dejarían de tener tantas telarañas y comenzaría a entrar moneda en la misma. Por supuesto que no me creería la patraña de los defensores del Consenso de Washington. Mientras tanto, ánimo compañeros de las ITV privadas. Tenéis la razón y nada hay más justo que la defensa de los derechos laborales, del empleo de calidad y de la previsibilidad en un futuro incierto. 

Del fin de la historia: seguimos a vueltas con las ITV de la Región de Murcia