sábado. 20.04.2024

Viaje de novela

Los viajes, los pequeños, los viajes casi domésticos, peninsulares, que uno hace en tren o autobús, que duran el tiempo de leer una novela. Los viajes solitarios, casi laborables, quizá de un fugaz fin de semana. Los viajes de regreso a lugares muy queridos, no por turismo ni por obligaciones o rutinas vacacionales. Los viajes sentimentales, casi místicos que escarban en nuestro rocoso día a día para remover tantas cosas, tantos pasados que uno ha ido enterrando casi con descuido, abrumado por la velocidad de crucero que la vida va imponiendo, año tras año. Tantas vidas en una sola, tantos viajes en este único trayecto sin regreso.

Pocas cosas tan literarias como uno de estos viajes. Pocos personajes tan hipnóticos como uno de esos viajeros recortado contra el paisaje veloz de la ventana del tren, concentrado en la lectura, tan atractivo en su soledad nutritiva de novelas y cafés y futuros encuentros o huidas liberadoras.

¡He leído tanto en los trenes! Uno casi se siente un personaje de novela, expectante por descubrir los vericuetos de la trama que lo aguarda. Como el protagonista de una novela, uno se transforma durante el viaje y nunca es el mismo cuando el tren, al fin, alcanza su destino.

Preparo mi viaje ya próximo con la única obsesión de acertar con el libro que habré de leerme durante esas seis plácidas horas. Seguramente, debido al estado de duda permanente en el que vivo, acabaré llevándome dos o tres y esperaré a que el tren se ponga en marcha para decidirme.

Regreso en este viaje mío a una ciudad de novela, hecha, por tanto, de memoria y de tiempo. Regreso solo por primera vez, por eso me parece tan especial. Regreso en tren y no en coche, como tantas veces antes. Vuelvo como cuando era un estudiante, con la misma emoción de entonces, pero cargado ahora de toda la melancolía que destila el tiempo transcurrido. Soñaba entonces, aquel estudiante, aquel lector incurable, con escribir. Y regreso hoy con mi tercera novela recién alumbrada para presentarla en Intempestivos, esa hermosa librería colgada del acueducto. El otro día escuchaba a Manuel Rivas hablar de la literatura y de la vida como de círculos concéntricos. Sin duda, este viaje mío cierra uno de estos círculos de mi vida, el de aquel chaval que llegó a Segovia en busca de su futuro y regresa ahora, veinte años después, sin saber a ciencia cierta si lo llegó a encontrar, si continúa buscando. En todo caso, un viaje de novela. La cosa promete.

Viaje de novela