jueves. 28.03.2024

Torres de palabras

Me pasa a veces. Hay épocas en las que por motivos difíciles de concretar, quizá porque son muchas cosas las que influyen, algunas tan sutiles que ni siquiera soy consciente de ellas, se me acumulan las lecturas en torres hermosas de libros que esperan sobre la mesa, y también en esas otras mesas ajenas, las de las novedades de las librerías donde uno ya no quiere ni detenerse a mirar para que no le entre la angustia de ver, por ejemplo, lo último de Emmanuel Carrère, Bravura (Anagrama, 2016), donde escribe sobre aquella famosa “noche de los monstruos” en que Mary Shelley dio luz a su Frankenstein en la villa Diodati de Lord Byron. Pero es que hay más. Manuel Vilas acaba de publicar con Malpaso Lou Reed era español, una novela que nos presenta al célebre músico de viaje por España y al propio Vilas en su juventud descubriendo el rock de Lou Reed en aquel país de los últimos años del franquismo. Por si esto fuera poco, Salamandra nos trae un nuevo libro de relatos de Jumpha Lahiri, El intérprete del dolor, en realidad su primera obra, de 1999. Y no me quiero olvidar de Éramos mujeres jóvenes (Fundación José Manuel Lara, 2016), el último libro de Marta Sanz, que funde ensayo y memorias en una interesantísima reflexión sobre los usos amorosos del postfranquismo desde la perspectiva de la sexualidad femenina. Uno se palpa los bolsillos y rebusca en su cartera y, a pesar de la tan mentada recuperación económica de este país, comprueba que tendrá que esperar algunos meses para poder ir rebajando su ansiedad y volver a comportarse con normalidad al entrar en las únicas tiendas de la ciudad que de verdad le gustan (hoy no hablamos de bares). De todos  modos, ya les digo, todas estas novedades que aspiro a incorporar a mi biblioteca, ahora mismo, no harían sino añadir nuevos pisos de palabras a esas torres que crecen en mi casa y en cuya comunidad de vecinos conviven Fernando Aramburu y Luisgé Martín, Mathias Enard e Iris Murdoch y Pilar Adón y Cees Nooteeboom y tantos otros que, además, a uno le gustaría tener tiempo de releer… ¿qué me dicen de Eduardo Mendoza? ¿Qué mejor excusa para regresar, por ejemplo, a La verdad sobre el caso Savolta o La ciudad de los prodigios que este Premio Cervantes que acaba de recibir? Pero a veces parece que el tiempo se escape como por un desagüe o una torrentera, y no hay sosiego, y no queda más remedio que esperar a que todo se calme antes de continuar con la gustosa escalada a esas hermosas torres de palabras.

Torres de palabras