jueves. 25.04.2024

Silencios sordos

rey
Foto: Casa Real

Tal vez haya que asumir que somos un país construido sobre un silencio sordo

Ha sido noticia en los últimos días que el rey haya pronunciado la palabra dictadura, en relación a la dictadura, por primera vez desde que la institución llamada casa real tomase el mando, simbólico y no tanto, del país a la muerte del dictador, allá por 1975. Orgullo y satisfacción han sido dos palabras que en la casa real se han pronunciado mucho más a lo largo de estos años, dónde va a parar. La palabra cuneta no sé qué grado de utilización real ha podido tener. Habría que indagar en los discursos navideños, no fuera a habérsenos escapado quizá una combinación, a mi parecer, también en desuso durante nuestra cuarentona democracia: fosa común. Ya sé, esto podría haberle chafado las navidades a más de uno y la casa real no está ahí para enturbiar el ambiente sino para representar a una España alegre y satinada de veraneos en Mallorca, regatas, cacerías de elefantes… Los temas importantes es mejor tratarlos con moderación y silencio, mucho silencio. Otros grandes estrategas de nuestra democracia han seguido a rajatabla esta premisa real, hasta el propio Zapatero (el menos turbio, a mi parecer, de los presidentes que hemos tenido) creyó que si no pronunciaba la palabra crisis esta no existiría. Pero hay tantos ejemplos de silencios españoles… que uno no sabría por dónde empezar. Es algo muy nuestro, de todas formas, el no querer ver lo que nos pasa, lo que somos o hemos sido, lo que hacemos o gestionamos muy mal, al tiempo que no dejamos de asombramos ante los defectos de los demás, diciéndonos unos a otros, pero cómo es posible… Resulta que Grecia era un desastre, un país corrupto que se había ganado a pulso la intervención y el rescate bancario. No obstante, aquí seguimos votando al sórdido Partido Popular y chapoteando alegremente en un lodazal de corrupción sin precedentes. Resulta que eso de la justicia internacional nos parecía muy apropiado para luchar contra la impunidad de dictadores y sociópatas (valga la redundancia) extranjeros, pero que nadie ose pretender la extradición de los torturadores patrios (véase el caso de la jueza Servini)… En fin, tal vez haya que asumir que somos un país construido sobre un silencio sordo. Espero, por lo menos, que el haber escuchado ahora la palabra dictadura, de tan reales cuerdas vocales, sirva para destaponar algunos oídos más. Aunque no deja de resultar bochornoso; cuarenta años después, llamarle a las cosas por su nombre. Qué cosas.

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