jueves. 28.03.2024

Sábanas blancas

parlem-hablamos

Me lo dijo un amigo el otro día, dan ganas de colgar una sábana blanca de la ventana, o unos manteles de cuadros, trapos de colores, al fin y al cabo. ¡Nos rendimos! O mejor, ¡dejadnos en paz! La exaltación patriótica de unos y otros, que en principio podría parecer algo pueril, a pesar del bochorno que uno pasa siempre con estas cosas, ha perdido ya cualquier rastro de aburguesado pintoresquismo emocional o de tonto reduccionismo futbolístico (Piqué vs Ramos), lo que, por otro lado, nos retrata salvajemente, para acabar desnudando las vergüenzas de un país que, en realidad, no me parece a mí que pueda estar, y no digo ya sentirse, representado por ninguno de los abanderados. Por suerte, somos muchos más los que nunca luciríamos una bandera con ese afán gregario de pertenencia o de obscena exhibición de sentimentalismo rancio y egoísta. Porque excluye, siempre lo hace, de una forma o de otra, siempre nosotros y ellos, es una cosa antigua.Cuelgan banderas de España de las ventanas, y no dejan de ser un símbolo. Lo más curioso es que para mucha gente, y tengo que incluirme, así exhibidas, resultan un símbolo sospechoso. Cuelgan también esteladas, y a mí todo me parece burdo márquetin nacional, simplicidad, repetición, aburrimiento. Sin embargo, lo hemos visto tantas veces… cuando la política no está a la altura, siempre se apela al patriotismo. Ya no recuerdo las cifras de parados, de familias que viven bajo el umbral de la pobreza, de trabajadores cuyos sueldos no alcanzan ni para pagar el alquiler. Las cifras desaparecen bajo las banderas.

Sábanas blancas… dejadnos en paz, tenemos una vida y hacemos lo que podemos. Lo cierto es que me siento más representado por una novela de Richard Ford, de Emmanuel Carrère o de Antonio Muñoz Molina que por una bandera española, catalana o gallega. Una de las cosas más bonitas de la literatura es su universalidad. Literatura americana, francesa, española… no son más que simplificaciones, la literatura habla de nosotros, de todos, seres perdidos en medio de esta momentánea nada que habitamos. Gestionar la vida en común que nos traemos entre manos debería ser un asunto mucho más higiénico. Veo a tanta gente ponerse tan estupenda… tan líricos todos enumerando sus mares y tierras, su carácter único e inimitable, que me da la impresión de que somos un país de poetas perdidos, por suerte para nosotros, lectores.

Sábanas blancas