jueves. 28.03.2024

Rebajas de enero

Después del bombardeo publicitario al que hemos sido sometidos a propósito del Black Friday, habrá quien se sienta como un imbécil si deja pasar esta oportunidad de fundir la tarjeta de crédito atraído, no sabría decir si por las supuestas ofertas inigualables de unos y otros, o por el fervor popular de salir a darlo todo como si no hubiese un mañana (me refiero al de aquellas rebajas de enero más sosegadas y tan nuestras, en las que hasta el mismísimo Joaquín Sabina buscaba sus ofertas huyendo del frío, si lo recuerdan). Además, como es habitual en nuestro país, no es lo mismo un Black Friday que un Viernes Negro, y no lo digo por el aparente despropósito que en castellano supondría denominar así un día (ahora ya casi una semana) de compras festivas y compulsivas (salvo desde un punto de vista la mar de sarcástico, claro), sino porque en el ya desbocado aldeanismo patrio que venimos padeciendo desde hace demasiado tiempo, el inglés tiene otro lustre, y si la cosa viene de Estados Unidos, ese gran país que Trump está dispuesto a hacer todavía más y más grande… pues mejor que mejor. Después de varios años celebrando Halloween por todo lo alto, trasnochando para poder ver la retrasmisión en directo de la Super Bowl y, en Navidad, comprobando como Santa Claus recorta distancias (y multiplica el disparatado gasto familiar en esas fechas) con los Reyes Magos (¡Y no, la culpa no la tiene Manuela Carmena!), no me extrañaría que, en breve, empezásemos a celebrar el Día de Acción de Gracias sentándonos todos a la mesa para comer pavo relleno y chapurrear el inglés macarrónico que aprendimos en el colegio.

Pero no vayan a pensar que esto es una pataleta antiamericana, una proclama antiimperialista, o una castiza defensa del idioma propio, nada más lejos. Hay muchísimas cosas que me encantan de los Estados Unidos y que no dudaría en asimilar a nuestras costumbres peninsulares, sin embargo, parece que hasta aquí solo nos llegue la basura que toda gran maquinaria acaba excretando por algún lado. Nosotros la recogemos, la reciclamos mínimamente, le ponemos un lacito y nos la comemos con patatas. Al fin y al cabo, todo se compra y se vende, todo es mercancía, nosotros mismos. Hace tiempo que dejamos de ser una sociedad para convertirnos en un mercado. No obstante, y aunque solo sea por el gusto de resistirme un poco, yo me espero a las rebajas de enero, como en la canción.

Rebajas de enero