jueves. 28.03.2024

Más James Salter, por favor

Salter es un clásico en vida, un escritor extraordinario e intemporal.

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James Salter ha sido mi gran descubrimiento literario de estos últimos años. La editorial Salamandra lo recuperó para los lectores en español, con un retraso incomprensible de unos cuarenta años, pero a tiempo todavía de que pudiéramos leer su, hasta la fecha, última novela, Todo lo que hay (2013), imbuidos de una edificante contemporaneidad. Porque Salter es un clásico en vida, un escritor extraordinario e intemporal que, a pesar de no haber sido muy prolífico, a sus noventa años, y en vista de la maestría de este último libro y de su lucidez en las entrevistas que hemos leído, todavía podría seguir publicando y deleitar con nuevas dosis de su deslumbrante prosa a quienes hemos tenido la fortuna de convertirnos en verdaderos adictos a su literatura.

Esta adicción es la que, precisamente, me llevó a retrasar todo lo posible la lectura de La última noche (2006). Era el único de sus libros, publicados en nuestro país, que me quedaba por leer y no quería precipitar el terrible momento en que ya no tuviese nada nuevo de James Salter que llevarme al sillón. Mantener viva la expectativa de esta futura lectura me permitía llevar una vida normal, leer a otros autores sin echarme a llorar e incluso escribir sin sentir ese impulso tan literario, y quizá tan lúcido, de tirar a la papelera (de reciclaje) cuanto iba tecleando, siempre con esa mezcla de descreimiento e incertidumbre con la que palpita el cursor sobre la pantalla en blanco de mi ordenador. Pero todo tiene un límite, y el mío con Salter llegó ayer. Cogí La última noche y devoré sus diez relatos como si me fuera la vida en ello. Los disfruté con todos los sentidos, porque su escritura, como si de una droga potentísima se tratase, es capaz de estimular cada uno de ellos. En su épica y en la disposición y descripción de escenas y personajes, sus historias poseen lo mejor de John Cheever y de Raymond Carver. Su prosa es tan profunda, vivificante y reveladora como la de Años luz (1975 y 2013), a mi juicio, su obra más importante y una de las mejores novelas que he leído en mi vida, donde la belleza, la fugacidad y la devastación de la vida quedan magistralmente reflejadas en el retrato de un matrimonio visto a la luz temblorosa del paso del tiempo.

Fui codicioso y acabé consumiéndolo todo. Ahora, solo me queda la relectura, mi metadona. Pero necesito más… ¡Más James Salter, por favor!

Más James Salter, por favor