viernes. 29.03.2024

Luz fría

Frío. El invierno siempre acaba poniéndose serio en estas fechas, la vida, más dura. Hay quien se muere en la calle, aterido. Hay quien se muere en su casa, víctima del fuego provocado por una de las velas que utilizaba para iluminarla, por el brasero o el radiador eléctrico con el que trataba de calentarse pobremente, acercándoselo mucho, porque no tiene dinero para caldear la casa como es debido. Y habrá más, los muertos futuros de este mismo invierno. Un porcentaje, unas cifras, un dato para alarmarse o estar orgullosos en función de las comparativas, nada más. Mientras tanto, el precio de la luz sigue subiendo, nadie sabe exactamente cuánto, una barbaridad, eso sí, pero qué más da. Los propios medios no saben bien cómo explicar la información, porque no hay dios que la entienda. Hay subastas y megavatios y muchos euros. Es el mercado. Es el resultado de la privatización y de la liberalización del sector, esa panacea competitiva que nos vendieron como el colmo de la inteligencia política. Bajarán los precios, dijeron, mejorará el servicio. ¿Alguien se hace responsable de los muertos? ¿Del robo a mano armada de la tarifa eléctrica?

Pero seamos patriotas, coño (siempre me sale un coño después de patria). Los datos macroeconómicos parece que pintan bien, ¡qué recuperación! ¡Cosa bonita! Es para estar orgullosos, porque estas grandes empresas españolas obtienen ingentes beneficios de nuestros braseros y los reparten entre sus directivos e inversores de tal modo que la economía del país crece y se fortalece mientras la nuestra da asco verla.

Si a todo esto le sumamos los datos del último informe de Oxfam Intermón, donde se indica que España se sitúa entre los cinco países de la Unión Europea con mayor desigualdad entre ricos y pobres, advertimos enseguida lo bien que se están haciendo las cosas por aquí, porque, desde luego, seguimos la tendencia del resto del mundo, donde las 62 personas más ricas acumulan el mismo dinero que la mitad más pobre del planeta. En España, el 1% más rico posee la misma fortuna que el 80% más pobre. Pero, coño (patria), somos competitivos, nuestras grandes empresas tienen un valor internacional. Además, mientras tratamos de calentarnos a manotada limpia, no estamos tan pendientes de los tejemanejes políticos.

Pero aquí nadie es inocente. Nos siguen vendiendo esas dos palabras, privatización y liberalización, en todos los ámbitos de la vida. Y seremos capaces de seguir comprándolas.

Luz fría