viernes. 19.04.2024

Libros y comisiones

Pongamos que entra usted en una librería y abrumado por la variedad de los libros que llenan la mesa de novedades decide pedirle consejo a la librera.

Pongamos que entra usted en una librería y abrumado por la variedad y los llamativos colores de las portadas de los libros que llenan la mesa de novedades, decide pedirle consejo a la librera. Le explica un poco sus gustos, los autores clásicos que le han acompañado siempre y nunca le han fallado; las obras que ha leído hace poco y, para su sorpresa, tanto le han gustado… También los rumores que han llegado últimamente a sus oídos acerca de la vacuidad de ciertos, muy glamurosos, premios literarios, y de ciertos, muy televisivos, autores que copan los escaparates con esas novelas a las que solo les falta llevar, bien a la vista, aquel distintivo tan de moda hace unos años, ingenio del márquetin más paradójico (que bien podríamos denominar “metamárketin”), cuyo impagable reclamo era: “Anunciado en TV”.

Digamos, pues, que charla usted un buen rato con la amable librera, quien, cargada de paciencia, y después de haber despachado con diligencia y beatitud a un cliente que necesitaba, pongamos que un libro “para regalar a un señor mayor de digestión difícil y mala vista que precisa algo ligero y de clara tipografía”, toda amabilidad, decíamos, se toma la librera su tiempo con usted para recomendarle que invierta su dinero, qué se yo, en la Poesía completa de Manuel Vilas, o en cualquier novela de Mathias Enard (a la espera de la aparición en castellano de Brújula, su última obra, ganadora del Premio -este sí, todavía prestigioso, creo- Goncourt 2015). Pero a usted, como a mí, le cuesta decidirse, y va y viene sobre este ejemplar o sobre aquel consejo y hojea un poco aquí y lee unas cuantas contraportadas más allá… hasta que al final se decide, quizá por el siempre fiable John Irving y su nueva novela, La avenida de los misterios.

Ahora imagínese que al ir a pagar su libro, en lugar de los 22.90 euros que cuesta, la librera quisiera cobrarle 25 (en el mejor de los casos), por los servicios (consejos) prestados. Imagino su indignación, y la mía, incluso la de Irving.

Pues bien, el presidente de la Asociación Española de Banca, José María Roldán, asegura que esto es lo que empezarán a hacer los bancos en un futuro próximo, “el cliente tendrá que acostumbrarse a pagar de manera explícita por aquellos servicios que antes pagaba de manera menos transparente”, dijo. Todo está montado para que nuestro dinero circule necesariamente por los intestinos del sistema bancario. No contentos con eso, hacen todo lo posible por cobrarnos cuando queremos retirarlo, bien con comisiones sobre las tarjetas o al utilizar los cajeros. Pero todavía quieren más. Solo les falta pedir un rescate cada vez que queramos hacer uso de nuestros ahorros o de nuestra escuálida nómina, porque, en realidad, eso es lo que parece, que tengan nuestro dinero secuestrado.

¿Y si empezásemos a guardar el dinero entre las páginas de los libros? A mí me cabría una fortuna.

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