viernes. 29.03.2024

¿Gracias por la música?

operacion triunfo

Mi hijo de doce años sale de la ducha cantando a grito pelado Gracias por la música, ¡de Abba!, y a la niña me la encuentro desmayada por los sillones (ella lo niega), con los ojos en blanco, escuchando alguna canción tan empalagosa y cursi que hace que Perales parezca de los Sex Pistols

En casa siempre nos ha gustado la música. El pequeño ya meneaba los pañales al ritmo de los discos que yo solía poner mientras escribía o cocinaba o leía. Música muy diversa, desde Bach a Los Enemigos, pasando por Bill Evans o Miles Davis y sin olvidarnos de Lou Reed, tampoco de Madredeus, quizá, o Silvio Rodríguez o Leonard Cohen o Serrat. Me gusta la música, vivo con ella. Rara vez escribo sin una banda sonora que me ayude a encontrar el ritmo de las palabras que acuden a la punta de mis dedos. Música que a menudo se acaba filtrando en la vida de los personajes que persigo en mis novelas. Cuando empiezo a escribir, siempre hay un punto, muy al principio, en el que me detengo para poner en claro el fondo musical que me pide la historia que tengo entre manos. No es una cuestión baladí, me lleva mi tiempo. La última vez, me pasé casi dos años escuchando en un bucle obsesivo las mismas cuarenta o cincuenta canciones de Wilco que había seleccionado para encontrar o crear esa atmósfera, la musicalidad, que la narración, a mi modo de ver, requería.

A mis hijos no les ha quedado más remedio que escuchar toda esta música que yo iba dejando aquí y allá, aunque ellos, por supuesto, fueron creciendo y explorando sus propios gustos musicales, a menudo orientados en torno a los éxitos del momento, a lo que escuchaba la mayoría de sus compañeros de clase. No soy dado a las grandes charlas paternas, no me gusta aleccionar ni influir en los gustos o hábitos de mis hijos más allá de lo que uno pueda aportar con el ejemplo propio. Siempre he pensado, tengo libros, acabarán interesándose por ellos; tengo buenos discos, acabarán escuchándolos, descubriendo que hay vida más allá de los Cuarenta Principales… No obstante, de un tiempo a esta parte, el fenómeno Operación Triunfo ha hecho que esta ingenua fe mía se tambalee. Mi hijo de doce años sale de la ducha cantando a grito pelado Gracias por la música, ¡de Abba!, y a la niña me la encuentro desmayada por los sillones (ella lo niega), con los ojos en blanco, escuchando alguna canción tan empalagosa y cursi que hace que Perales parezca de los Sex Pistols. La idea del éxito y de la música que promueve ese programa es nauseabunda, pues todo lo convierte en producto para la venta. Pero eso ya lo sabíamos. Lo verdaderamente imperdonable es su falta de tacto hacia quienes en realidad sufrimos las consecuencias de ese éxito, nosotros, los padres.

¿Gracias por la música?