viernes. 29.03.2024

Lo prometido es deuda o ¡Vivan las cadenas!

En los últimos días hemos conocido que nuestro país ha conseguido otro récord histórico y no ha sido deportivo.

En los últimos días hemos conocido que nuestro país ha conseguido otro récord histórico y no ha sido deportivo. Los 1.095,35 millones de euros que deben las administraciones equivalen a la mayor deuda pública del último siglo. Por primera vez, desde el año 1909, la deuda pública supera el 100% del PIB; es decir, el Estado debe más de lo que el país produce en un año.  El crecimiento de la deuda ha sido especialmente importante en los meses de febrero y marzo del presente año, parece que las elecciones tienen su influencia.

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El hecho demuestra la banalidad de las campañas electorales, en las que los partidos participantes se las ingenian para decir aquello que los votantes quieren oír y luego aplican aquellas recetas que les llevan a conseguir sus verdaderos objetivos. Por ello, si queremos ser verdaderamente responsables de nuestro deber democrático no nos queda más remedio que analizar la actuación de los partidos, analizar que votan a favor y que en contra para saber realmente que es lo que persiguen. Si no lo hacemos nos toparemos con una realidad para nada parecida a aquella que nos prometieron y seremos culpables de que así sea.

Nos prometieron reducir la deuda. Proclamaron a los cuatro vientos que la herencia recibida era nefasta y que se encargarían de enderezar la situación. Nos recortaron en sanidad. Nos recortaron en servicios sociales. Nos recortaron en educación. Hicieron que los que más tenían pudieran incluso repartirse los beneficios del esfuerzo que hacía la mayoría. Hicieron que todos contribuyéramos a pagar el gran agujero que provocaron los poderosos en el sistema financiero. Pusieron al borde de la indigencia a gran parte de la población. De hecho muchos de ellos no pudieron soportar su vida de penurias. Las estadísticas mostraron el aumento de suicidios alentados por sus crisis. Y todo ¿para qué?

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Todo para encontrarnos en una situación peor todavía que aquella en la reprochaban la herencia recibida al anterior gobierno. Y no es poco un incremento de la deuda pública de más de un 30 %. Aun así, aquellos que defienden las políticas austeras del actual gobierno en funciones siguen empeñados en que sigamos con la venda puesta en los ojos y que no seamos conscientes de la realidad. Realidad que no hace más que  confirmar inadecuadas a sus políticas, ya que lo único que consiguen es profundizar y mantener la crisis que largamente padecemos. Está claro que lo prometido no es una deuda de la que algunos se hagan responsables. Más bien todo lo contrario, parece que lo que realmente se persigue es mantener a la ciudadanía, al pueblo, cargado de deudas, cargado de cadenas.

¡Vivan las cadenas! es un lema acuñado por los absolutistas españoles en 1814 cuando, en la vuelta del destierro de Fernando VII, se escenificó un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de su carroza, que fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de ella. Se pretendía justificar con ello la decisión del rey de ignorar la Constitución de 1812 y el resto de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz, gobernando como rey absoluto. En este grito se muestra la impotencia y el servilismo del pueblo y es apropiado para, que algunos entre los que me encuentro, podamos entender el porqué de que tozudamente sigamos avalando las políticas que nos mantienen encadenados, dando vueltas a la noria que sólo beneficia a los que ya poseen excesivos beneficios.

Aquellos a los que gusta encadenar a la mayor parte de la población, y consideran obligatorio que las cadenas se lleven hasta expiar la culpa que ellos mismos han transferido a la población. Pero las cadenas son un invento al servicio de intereses privados, de intereses poco dados al bien común. El escritor y politólogo belga  Éric Toussaint nos advierte de que: “El 65% de la deuda pública española es ilegítima, contratada contra el interés general”. Desgraciadamente es lo que ocurre en muchas ocasiones cuando hablamos del pueblo, de la ciudadanía, de los débiles, sean personas o naciones. Y, sin embargo, nos dejamos atrapar por la inercia y la inconsciencia de nuestros actos considerando héroes a aquellos que realmente solo miran por sus propios intereses y populistas e inconsistentes a aquellos otros que buscan el bien común.

Lo prometido es deuda o ¡Vivan las cadenas!