viernes. 19.04.2024

Grecia no puede ser el chivo expiatorio

Las políticas adoptadas por la UE rescataron a los bancos al tiempo que facilitaron el endeudamiento de los Estados...

 Las políticas adoptadas por la UE rescataron a los bancos al tiempo que facilitaron el endeudamiento de los Estados

Samuelson[1] pensaba que ingresar en la Unión Europea liderada por Alemania era como meterse en la cama con un gorila. Cuando países o regiones con diferentes grados de competitividad o fuerza exportadora se integran y formar una unidad dónde rige una moneda común, el tipo de cambio de equilibrio de la Unión frente al exterior vendrá determinado por el valor medio de las capacidades exportadoras de los países que la componen, lo que será demasiado apreciado para los países más débiles (países de la periferia)  y demasiado depreciado para los países con mayor potencia exportadora (principalmente Alemania). Alemania, parece claro, que no renunciará a su vocación exportadora. Hacerlo exigiría modificar la estructura productiva de su economía y enfrentarse a la insuficiencia de demanda agregada que ha logrado eludir con los superávits que obtiene. Esto ha provocado, sin embargo, déficits comerciales en los países del sur.

Es importante considerar que en un área de integración económica se dan una serie de ventajas económicas: a) efectos estáticos: intensificación flujos comerciales, b) efectos dinámicos: aparición economías de escala, intensificación de la competencia, especialización por producto y complementación productiva y posibilidad de desarrollar nuevas actividades en el campo tecnológico e industrial. También se dan una serie de ventajas políticas: a) mayor poder de negociación frente a terceros países, b) actitud participativa en la formulación de políticas económicas más coherentes con objetivos democráticos, c) mayor estabilidad política y reducción de los conflictos externos e internos. Pero también existen algunos inconvenientes: a) beneficia más a quien este más preparado. Existen ganadores y perdedores, b) genera mayores desequilibrios regionales y disparidades sociales, que deben paliarse con medidas correctoras, c) el criterio del país más fuerte impone la política económica, d) las cesiones de soberanía pueden provocar reacciones nacionalista y proteccionistas. Estos inconvenientes pueden generan:

Dinámicas acreedor/deudor, ganadores y perdedores: El endeudamiento de algunos países del sur, entre ellos España y Portugal, ha crecido en los últimos años debido principalmente a un sector privado que, incapaz de competir con éxito dentro de la zona euro, ha acumulado deuda tanto interna como externa. La deuda total, pública y privada, ha planteado problemas graves para los bancos de los países del centro de la zona euro, que se han enfrentado también a problemas de liquidez, debido a la financiación de activos en dólares mediante pasivos en euros. Las políticas adoptadas por la UE rescataron a los bancos al tiempo que facilitaron el endeudamiento de los Estados. Sin embargo, algunos economistas ya vaticinaron que un simple análisis de la demanda agregada mostraba que la austeridad que suponían tales medidas nos traería la recesión (Lavapistas y otros 2011). En esta situación el crecimiento de la deuda es ineludible e inaceptable, verificándose las proposiciones: a) en la UME, según está constituida, la relación deuda/PIB está condenada a crecer sin límites (la relación deuda pública/PIB crecerá, periodo tras periodo, si g –tasa de crecimiento del país- no es superior a r –tipo de interés medio- ) y b) los inversores particulares consideran que este crecimiento continuo de la relación deuda/PIB hace más improbable la recuperación de sus inversiones, recuperación que tiene que ver con la confianza de los inversores y, consecuentemente, la confianza de unos inversores necesita suponer la confianza de los otros inversores[2].

La UME no resolvió bien el problema de la insuficiencia de demanda agregada de Alemania. La UE tiene problemas de supervivencia porque está en un juego de suma negativa. En este juego participan dos jugadores: los países del norte de Europa y los países periféricos (Grecia, Italia, Portugal, España). El juego consiste en que los países del norte (Alemania) financian a los países del sur para que compren su excedente de producción, es decir se cambian exportaciones netas por deuda externa. En este juego los ciudadanos del norte intentarán cobrar su deuda apropiándose del patrimonio público de los países del sur y éstos pedirán el default considerando que el gasto que generó la deuda resolvió el problema de desempleo en Alemania. Salvo que la deuda la compre sin límite el BCE, en cuyo caso la UME resultante sería muy diferente a su diseño inicial, el default es inevitable.

Pero en el diseño actual de la UME se hizo conforme el deseo de los bancos de centro-Europa, especialmente los alemanes. Por lo que podemos considerar que no es Grecia el eslabón débil, ni puede ser el chivo expiatorio, no es tampoco Europa: si realmente fuera la Europa de los ciudadanos, ni siquiera es Alemania considerándola en su conjunto, es la deudocracia generada por los intereses de los prestatarios, es en definitiva la bancocracia. No son, por tanto, los ciudadanos aquejados de falta de poder democrático, son aquellos que detentan el poder financiero, poder que ha trastocado el verdadero juego democrático. No es podemos, no es Syriza, es la política tozuda mantenida por los partidos neoliberales interesados en aprovechar y profundizar en la situación presente que, por otra parte, no presenta ningún balance positivo salvo, eso sí, para la élite. No sólo es así porque lo digan grandes especialistas: politólogos, sociólogos, economistas, etc. Ni grandes especuladores[3], sino también porque la realidad es también tozuda y está ahí para aquellos que no tengan anteojeras y la quieran ver. Los bancos, no cabe duda, son los nuevos señores feudales como dice Hervé Falciani.


[1]Paul Anthony Samuelson fue un economista judío estadounidense de la escuela neokeynesiana, famoso en nuestro país por ser autor de un manual de economía  ampliamente seguido en las universidades.

[2] Thomas Piketty en su denso libro de 970 páginas en francés, titulado El capital en el siglo XXI defiende: “Su tesis es que la desigualdad económica es un efecto inevitable del capitalismo y que, si no se combate vigorosamente, la inequidad seguirá aumentando hasta llegar a niveles que socavan la democracia y la estabilidad económica. Según Piketty  [en sintonía con el texto], la desigualdad crece cuando la tasa de remuneración al capital ("r") es mayor que la tasa de crecimiento de la economía ("g") o, en su ya famosa formulación, la desigualdad aumenta cuando " r>g".” En palabras de Piketty “La dinámica de la acumulación de capital privado conduce inevitablemente a una concentración cada vez mayor, de la riqueza y el poder en pocas manos”.

[3] Recordar nuevamente la frase tan manida atribuida al supermillonario Warren Buffet, una de las mayores fortunas: “Hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos”.

Grecia no puede ser el chivo expiatorio