jueves. 28.03.2024

En el fragor de la lucha de clases

Se considera que no hay lucha de clases, que el concepto de clase social está fuera de lugar en este mundo globalizado...

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Se considera que no hay lucha de clases, que el concepto de clase social está fuera de lugar en este mundo globalizado. Es verdad que “Los políticos y los partidos políticos convencionales [...] se han vuelo rabiosamente utilitaristas [...] los partidos políticos de clase que surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX se acercaban más al ideal de democracia deliberativa o participativa. Los grupos debatían y configuraban perspectivas de clase. Por el contrario, lo que ha surgido en la era de la globalización bien podría llamarse democracia utilitarista. Sin valores de clase o ideas sacadas de la lucha de clases como guía, los políticos y los viejos partidos políticos han recurrido a una política mercantilizada que no aspira más que a dar con la fórmula para seducir a una mayoría, a menudo designada como la clase media[1]”. Pero, sin embargo, es esta globalización neoliberal la que está alumbrando nuevas clases sociales.

Se denomina clase a “grandes agregados de personas que comparten una misma posición social y económica derivada del tipo de trabajo que hacen y de la relación de empleo en que participan, es decir, de su ocupación[2]”. Guy Standing matiza un poco más y escribe: “La clase puede definirse como un grupo determinado principalmente por específicas relaciones de producción, específicas relaciones de distribución (fuentes de ingreso) y específicas relaciones con el Estado. De estas relaciones surge una conciencia distintiva de lo que son reformas y políticas sociales deseables[3]”. Se debe hacer hincapié en que las nociones de estructura social, desigualdad social y estratificación social son instrumentos conceptuales elementales que se requieren para entender la realidad social desde un punto de vista estructural y, más en particular, para describir y explicar muchos fenómenos relacionados con la desigualdad social[4].

Guy Standing que no es de los que piensa que la lucha de clases es un concepto vacío y sin validez instrumental, concreta una estructura emergente de clases sociales en la que define una élite, un salariado (salariat), los profitécnicos (proficians), un viejo núcleo de clase obrera (el proletariado),  y un precariado.

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Por motivos de espacio, nos fijaremos en las clases que están en los extremos del espectro social analizado. “Si empezamos por la parte más alta del espectro de ingresos, la élite o plutocracia consiste en un minúsculo número de individuos que en realidad son superciudadanos; residen en diversos países y escapan a las obligaciones de la ciudadanía, al tiempo que contribuyen a limitar los derechos de los ciudadanos casi en cualquier lugar [...] Su fuerza financiera configura el discurso político, las políticas económicas y la política social[5]”. Esta clase no ha hecho sino engrosar su renta y patrimonio con el giro neoliberal que se produjo en los años 80 del anterior siglo. Giro político que rompió el pacto social de la posguerra europea. Las élites veían disminuir sus ingresos a costa de una distribución de la renta más igualitaria y justa soportada en la fuerza sindical y obrera. Por ello la nueva política configurada fue un estudiado recurso para voltear la situación. Ahora los beneficios son esperados y valorados en los mercados financieros. Los beneficios cotizan en bolsa y de la bolsa y de las transacciones financieras sacan las élites su mayor tajada, extrayéndola por tanto de la plusvalía aportada por los trabajadores y la tecnología que, de acuerdo a mi criterio, no debería ser apropiada por ningún sector social en este tiempo del conocimiento compartido y financiado mayormente por lo público.

El dinero y patrimonio de la plutocracia se hinchan como un globo al sol; sin esfuerzo. El beneficio empresarial y la búsqueda de rentas imponen, sin embargo, una gran flexibilidad en la masa de trabajadores. Esta flexibilidad lleva a los trabadores hacia una gran inestabilidad e inseguridad. Su total disposición como recurso en el plan de las grandes empresas especialmente, pone en subasta y a la baja sus salarios y en peligro su salud. De ahí que la lucha entre la clase de mayores ingresos y la de ingresos más bajos: salarios de pobreza incluso cuando se cobran, realidad por otra parte también incierta e imprevisible, no sea sólo un ruido de fondo. Este estado de cosas manifiesta una situación de lucha in crescendo entre clases bien definidas, ya que queda clara la tensión existente entre los extremos del espectro social.

Así, condicionada por la política de las élites, la sociedad va conformando en la parte más baja el precariado. Standing encuentra las siguientes características de esta clase emergente: gente que vive de empleos inseguros entremezclados con periodos de desempleo; acceso incierto a la vivienda y a los recursos públicos; sin acceso a las prebendas no salariales: vacaciones pagadas, bajas médicas; falta de una narrativa ocupacional lo que supone una fuente de frustración, alienación, ansiedad y desesperación anómica; explotados y oprimidos deben aceptar gran cantidad de trabajo no remunerado; en riesgo de alejamiento del mundo laboral, baja movilidad social, sobrecualificación, incertidumbre y pobreza.

El fragor de esta lucha de clases no se adivina por el estruendo que provoca sino por los hechos y resultados que se suceden. La plutocracia ha ido consiguiendo los objetivos perseguidos. El rescate de los bancos llevado a cabo especialmente en Estados Unidos y Europa ha sido calificado como el mayor regalo que se ha hecho a los ricos en toda la historia y desgraciadamente a base del sufrimiento del resto de la ciudadanía. Para pagar el despilfarro de estas inyecciones monetarias a los bancos, se dispusieron medidas extremas de austeridad para los ciudadanos, que han supuesto terapias de choque con resultado nefasto para los más vulnerables.

La disolución del bipartidismo en España y la incorporación de nuevos partidos han dibujado un mapa político muy diverso y polícromo. El precariado se considera como una clase revoltosa, peligrosa y potencialmente transformadora, lo que le ha supuesto la estigmatización. La división de los partidos en relación al espectro derechas-izquierdas hace que mucha gente se mantenga ciego a la realidad de la lucha de clases social en la que nos encontramos. Lucha que sin duda está en un momento álgido.

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Pero esta lucha que están ganando las élites tiene efectos perversos, tiros que salen por la culata. Así “Una de las consecuencias que ha tenido este giro neoliberal es el surgimiento de la extrema derecha y el nacionalismo que, cada día que pasa, están movilizando a un cada vez mayor número de personas de clase obrera. No es por casualidad que el nombre del partido de extrema derecha en la República  Checa, tristemente célebre debido a que organizó pogromos contra los gitanos, sea el Partido de los Trabajadores[6]”. No es por casualidad que estén emergiendo partidos de extrema derecha con ideología nazi en Europa. En nuestro país la extrema derecha oficial no tiene mucho predicamento, a pesar del nacionalismo rampante, pero las ideas extremas siguen infiltrándose en muchos ciudadanos. Y el humanismo queda estupefacto ante frases de auténtica contienda como: “Que muera un pobre es importante para los familiares pero que muera un rico es trágico para España. Lo fundamental en un país son sus ricos, la turba es intercambiable. Lo que da identidad, elegancia y distinción a un Estado son sus millonarios[7]”, menos mal que el periodista fue reciente despedido.


[1] Standing, Guy (2014:13). Precariado. Una carta de derechos. Capitán Swing.
[2] Requena, Salazar y Radl (2013:2) Estratificación social. UNED. Mc Graw Hill.
[3] Standing, Guy (2014:24). Precariado. Una carta de derechos. Capitán Swing.
[4] Requena, Salazar y Radl (2013:2) Estratificación social. UNED. Mc Graw Hill.
[5] Standing, Guy (2014:24-25). Precariado. Una carta de derechos. Capitán Swing.
[6] Horvat y Zizek (2014:69). El Sur pide la palabra Los libros del lince.
[7] Sotres, Salvador: www.elmundo.es/opinion/2014/09/10/54109fa722601dc41f8b45b4.html

En el fragor de la lucha de clases