martes. 16.04.2024

¿Alimentar a los bancos o a la población?

Después de invertir en los bancos decenas de millones de euros en nuestro país y billones de dólares en el mundo entero, nos encontramos que el resultado principal de este gasto es que han aumentado significativamente los millonarios en euros o dólares y han aumentado, con proporciones similares a nivel relativo pero en millones de personas en términos absolutos, los pobres, los excluidos socialmente. Sin embargo, la política que nos ha traído a esta situación es defendida por los que la imponen como un éxito sin precedentes, siendo, desgraciadamente, ampliamente votada por los ciudadanos, especialmente en nuestro país.

El alimento de los bancos es el dinero y su obsesión es multiplicarlo como Jesús hizo con los panes y los peces. Así “los bancos crean tanto dinero nuevo como pueden, y lo hacen porque, básicamente, se benefician de la creación de deuda (1)”. La deudocracia es el sistema que utilizan los bancos para crear dinero y para esclavizar a los ciudadanos y atarlos al molino de sus intereses. El capitalismo financiero es un capitalismo a su gusto, se mueven en él como “pez en el agua”, es su hábitat natural. La burbuja especulativa que puede generar este capitalismo con la creación de dinero virtual, dinero ficticio, sin respaldo de la economía real, crece a la par que sus beneficios. De hecho “las reformas del sector financiero [desregulado] fallan porque tratan de contener el deseo innato del sector de crear deuda (2)”.

Hubo un tiempo con la Ley Glass-Steagall, aprobada en la década de 1930, en el que los bancos eran comerciales y prestaban a particulares y empresas en general o de inversión. Pero a finales del siglo anterior, en plena fiebre de fusiones y compras, el sector de la banca de inversión se globalizó y consiguió plena libertad, sin cortapisas, sin regularización. “Se abrió el sistema bancario general a la codicia de los aficionados a las finanzas exóticas, opacas y domiciliadas en paraísos fiscales (3)”. Bordearon e incluso llegaron a sumergirse en lo indecente, llegando a decir el periodista americano Matt Taibbi en un artículo del año 2009 lo siguiente: “Lo primero que hay que saber es que Golman Sachs está en todas partes. El banco de inversión más poderoso del mundo es un enorme pulpo vampiro agarrado al rostro de la humanidad que no cesa de introducir sus ventosas chupasangre allí donde huela a dinero”.

Todos hemos sido conscientes del engaño. Todos nos hemos tenido que rascar los bolsillos para dárselo a los bancos en los inicios de la crisis actual,  sin embargo, los préstamos necesarios para estimular el crecimiento económico no aparecían, el crédito brillaba por su ausencia, la desconfianza del sistema era patente. Por eso las ansías de crear dinero que los bancos tienen mediante la creación de deuda, permanecían frías como el hielo. La razón de esto era muy sencilla, los bancos no podían generar crédito a fondo perdido como venían haciendo y que fueron causa de la crisis. Los bancos necesitan empresas y ciudadanos que soliciten préstamos con objeto de realizar inversiones o consumos extraordinarios y sin embargo, tanto los ciudadanos como las empresas (muchas de ellas quebradas), estaban endeudadas hasta las cejas y con unos ingresos menguantes que no les permitían ni pagar otras deudas, ni arriesgarse más.

Las empresas necesitan crédito para poder afrontar los costes de producción y soportar, sin quiebra, en el ciclo de cobro el tiempo necesario hasta que sus ventas se hagan efectivas por sus clientes. En este contexto se puede decir con el economista australiano Steve Keen que en un sistema en el que predomina el capitalismo financiero hay tres clases sociales necesarias: los bancos, los capitalistas y los trabajadores. El problema es la connivencia entre los propietarios y directivos de las grandes empresas y el sistema financiero, y, por otra parte, la debilidad cada vez mayor de los trabajadores.

Pero hay que repetir hasta la saciedad que no es lo mismo la economía doméstica que la economía familiar como a los histéricos del déficit y practicantes de una austeridad mal entendida acostumbran a decir. De hecho “uno de los conceptos más importantes de la macroeconomía es la noción de la falacia de composición: lo que puede ser cierto para los individuos probablemente no lo sea para la sociedad tomada en su conjunto. El ejemplo más común es la paradoja del ahorro: aunque un individuo puede aumentar sus ahorros reduciendo el gasto (en consumo), la sociedad puede aumentar el ahorro solo si se gasta más (por ejemplo, las inversiones) (4).

Debemos tener en cuenta, por tanto, los efectos perversos de nuestras políticas y claros los fines perseguimos con ellas, así “si se considera que lo más importante es restablecer la actividad económica, entonces el rescate bancario… ¡es la manera menos eficaz de lograrlo! (5)”. No me cabe duda entonces que lo prudente, si se quería reactivar la economía y evitar los daños infligidos a la ciudadanía, era repartir las inmensas sumas dinerarias dadas a los bancos entre los ciudadanos y las empresas, ya que “la mejor política doméstica es la de buscar el pleno empleo y la estabilidad de precios, no la de perseguir déficits públicos o techos de deuda arbitrarios (6)".


(1) Keen, Steven (2015:606). La economía desenmascarada. Capitán Swing.
(2) Ibídem (2015:646)
(3) Mason, Paul (2016:41). Poscapitalismo, hacia un nuevo futuro. Paidós. Estado y Sociedad.
(4) Randall Wray (2015:19). Teoría Monetaria Moderna. Lola books.
(5) Keen, Steven (2015:604). La economía desenmascarada. Capitán Swing.
(6) Randall Wray (2015:19). Teoría Monetaria Moderna. Lola books.

¿Alimentar a los bancos o a la población?