miércoles. 24.04.2024

Paseo por la economía sumergida

No se sabe durante cuánto tiempo aguantará el mantra de que la economía va bien, los brotes verdes ya se han convertido...

No se sabe durante cuánto tiempo aguantará el mantra de que la economía va bien, los brotes verdes ya se han convertido en mieses ondulantes, los datos macroeconómicos avalan la recuperación y quien no lo acepte o lo desmienta es un malparido que se regocija en el dolor ajeno. Décimas en el crecimiento del PIB o centenas en nuevos contratos a tiempo parcial son lo que son.

Y los datos son los datos. La comisión europea se afana por tratar de hacer un poco de luz ante el oscurantismo con el que los distintos gobiernos tratan de confrontarse con sus realidades. En esa línea la Dirección General de Asuntos Sociales, Empleo e Inclusión, acaba de dar a la luz su último informe sobre empleo y desarrollo social, con un amplísimo capitulo dedicado a la economía sumergida. Mediante una profunda encuesta analiza el estado de la economía sumergida tanto desde el punto de vista de la oferta, qué es lo que se hace, qué se puede conseguir pagado “bajo cuerda” (envelope wage pago en sobre), y cuanto es el montante de la demanda agregada en cada país. Cuánto invierte, en qué cosas y en qué media cada país en economía sumergida.   

En España el sindicato de técnicos de hacienda Gestha calcula que la economía sumergida supone aproximadamente el 25% del PIB (253.000 m€). Actividad que según la Comisión Europea va destinada al pago de trabajo bajo cuerda en 1.- Reparaciones domésticas. 2. Guardería y cuidado de mayores. 3. Jardinería y 4.- Limpieza del hogar.

El 25% del PIB es mucha tela, es una cuarta parte de la economía en su conjunto y la estimación apunta a una expansión de la misma. Cuando estas actividades se analizan con profundidad y se cruzan los datos con los de horas trabajadas y cobradas (o no) fuera de contrato, lo que aparece tras el epígrafe de reparación doméstica es el mantenimiento y rehabilitación de edificios antiguos y nuevos, reparaciones de infraestructuras locales, luz, agua, etc. Además de guardería y cuidado de mayores aparecen servicios médicos específicos, fisioterapias, dentista, ortopedias, etc. Junto a la tradicional jardinería aparecen servicios de seguridad privada, logísticos y transporte, catering, mayordomía, etc. La limpieza del hogar se troca en agencias de limpieza de oficinas e inmuebles industriales, incluidos espacios públicos como hospitales o sedes administrativas.

Es decir que el tierno fontanero que coge 30 € por una ñapa, se convierte en un conjunto de empresas semisumergidas que tienen una actividad emergida y otra en B de dimensiones flotantes. La entrañable babysitter que nos otorga alguna que otra noche de libertad paterna se convierte en un entramado de profesionales de los cuidados personales de amplio rango, y el servicio de jardinería o la limpieza de casas pasa de ser el espacio reservado a la minoría inmigrada irregular a convertirse en el bastión de los conseguidores de contratas de servicios integrales a precio temerario que luego se cubre con trabajo pagado fuera del ámbito legal, o directamente no pagado.

Así no tiene nada de extraño que pueda colegirse que en torno a una cuarta parte de la actividad económica se halla sumergida. Sumergida y enquistada habría que decir, pues el perfil de la oferta – demanda en la economía sumergida invita a pensar en una tradición muy arraigada, de base estructural. Como promedio la hora de trabajo sumergido se paga de forma mayoritaria en el rango de los 6-10€ hora, aunque se constatan pagos de hasta 75 € hora (servicios profesionales se entiende).  El 21% de los pagos por actividades sumergidas superan los 500 € año, es decir no es un hecho puntual, más bien una tendencia dentro de la composición de la demanda.

Pueden aportarse otros datos y todos tienden a converger en este gran atractor que es la economía sumergida, convertida en un elemento central de la estructura económica del país, que desde la desregulación absoluta, la inhibición de toda carga impositiva y la negociación del precio con el usuario final, es la utopía del libre mercado y la propulsora del consumo desaparecidas las torpes rigideces estatalistas.

Pues aún así, con una cuarta parte de la actividad económica fuera de control y sin gravámenes, el consumo no fluye, la deflación es un hecho y el turismo, la restauración y el comercio minorista, los grandes beneficiados de la economía en negro, se mueven en un escenario poco claro, arrítmico y de tendencia recesiva.

Y es que aunque la economía sumergida ha servido como válvula de escape para minorar el impacto de las primeras olas de despidos de la reforma laboral, ya no absorbe más actividad, la renta disponible ya no da ni para los pagos en negro, las familias exhaustas ya renuncian a arreglar la gotera, pintar la casa o a cuidar dignamente al abuelo. 

Paseo por la economía sumergida