viernes. 29.03.2024

No os flipéis

Perdonad esta manera tan chusca de titular el artículo, pero es que esto ya empieza a requerir una llamadita al orden. Que va a ganar las elecciones el bloque de la izquierda no necesita mayor comentario. Que el partido más votado va a ser aquel que dispone de un programa más de la izquierda que el resto del bloque tampoco requiere de mayor explicación. Que la mayor parte de las políticas que hay que poner en marcha, y las que deben derogarse, están claras y no suscitan controversia, son un lugar común que provoca un acuerdo total.  ¿A qué viene entonces tanta confrontación, tanta descalificación? Ah ya sé, a que cada partido aspira a captar la máxima representación y disponer por tanto de liderazgo y capacidad de acción política. Bien de acuerdo, se trata entonces de voluntad de acción ¿no? ¡Pues entonces no os flipéis! insisto, porque lo que hay que hacer supera con mucho las posibilidades particulares de cualquiera de los partidos de la izquierda que pretendan liderar el cambio de este país.

Excepto que por cambio se entienda un mero intercambio de personas en las instituciones, algo a lo que aspira el partido  Ciudadanos  bajo la premisa de que esta vez serán personas “limpias”, el cambio que parece que esperan los españoles es otro, y está más conectado  a  aquel mítico no nos falles que a defender la vigencia de las instituciones, o si me apuráis a enredarse en la defensa del papel histórico del partido comunista, tan solito él a estas alturas de la película.

Pondré solo un ejemplo de la complejidad del proyecto de futuro que un bloque de izquierda tiene que aventar. Además de la consabida gestión de la deuda y su negociación con los prestatarios y de limpiar el pozo de inmundicia en que se han atascados casi todas las instituciones administrativas de este país, hay que vislumbrar cómo una sociedad entera puede transitar hacia un escenario de digna estabilidad desde el estadio de circunstancialidad en la que las políticas fuera de nuestro alcance han convertido nuestras vidas. En cómo una sociedad puede rechazar ser una vicaría, renunciar a ser tan solo una sucursal que abre y cierra cuando lo dice el jefe. Hay que superar un episodio social espasmódico. La cuestión es cómo liberar una sociedad que ha sido hecha prisionera en una guerra en la que no tenía nada que ganar y lo ha perdido casi todo.

La respuesta preprogramada de apostar por la ciencia y el desarrollo de la innovación ya no cuela, ya sabemos que es un recurso retórico, que si sirve de algo es para que los ganadores del concurso de decir obviedades se queden con las mejores cabezas, con las inversiones (pocas) que se hacen en otras partes y capitalizar un modelo  que apunta a que por cada unidad de producto del conocimiento que se genera, se producen otras cuatro en sectores descapitalizados, sin proyección ni sentido social y soportados en formas de trabajo semiesclavas y/o degradantes. No más innovación Silicon Valley por favor, no más desing para acabar  en la ingeniería de Francfort  compartiendo un piso oscuro y triste más cerca del carácter ceñudo de la gente del norte que de la alegría de vivir del sur.     

Esto es cambio y es cambio político. Cambiar un modo de ver la vida, proponer la manera de abordar ese cambio, desenmascarar las falsedades y las mitificaciones de lo que nos ha traído hasta aquí. Programar las actividades que sostenidas en factores endógenos nos puede ayudar a liberarnos de un discurso ridículo que dice que vales tanto como cuanto tienes y nos hemos volcado en tener tan solo el discurso que vale de poco y ninguno de los recursos que te hacen valioso de verdad.

Ese cambio no es de orden espiritual aunque pueda parecerlo, es de orden social y político. Si nuestra sociedad se ha llenado de morralla es porque el ejercicio político habilitó todas sus sedes para contener morralla. Y de paso extraperlar con lo sobrante. Joder a tus conciudadanos con recortes de sus derechos y expoliación de sus posesiones sociales y vender al mejor postor parte del botín ha sido un modelo de acción política premeditada, que ahora felizmente  acaba y dará paso a otro modelo.

Pero hay que reconstruir  este puto desastre. Y no hay mucho margen de maniobra, el esfuerzo excede las capacidades selectivas de uno u otro bloque de la izquierda. Así es que esta vez no os pedimos que no nos falléis, si no que no os flipéis, arremangaos y al tajo, que aquí os estamos esperando en medio de este lodazal.

No os flipéis