jueves. 25.04.2024

LocoMontoro

Los que tengan edad suficiente y aún no les haya vapuleado el cerebro el paso del tiempo recordarán un mítico...

Los que tengan edad suficiente y aún no les haya vapuleado el cerebro el paso del tiempo recordarán un mítico programa de televisión conocido por Los Chiripitiflaúticos. Muchos jóvenes tendrán datos del mismo por formar parte de la memoria colectiva del país ya que aparecen de vez en cuando en documentos dedicados a los recuerdos. Los chiripitifláuticos eran un grupo formado por varios personajes delirantes que se movían entre el absurdo surrealista y la simplicidad infantiloide. Uno de los más celebrados era Locomotoro, que se autopresentaba como el conductor de todo menos del codo (a saber qué significaba aquello).

Pues bien, el personaje ha vuelto, alguien ha recogido su febril visión del mundo y habita entre nosotros. Su conducir cualquier cosa excepto el codo viaja cada viernes hasta la Moncloa y allí, conectado a la irrealidad del resto de los chiripitiflaúticos, propone, promueve y comunica ideas irreales respecto de la marcha de la economía, los equilibrios presupuestarios, las estrategias hacendísticas, los toboganes de las subidas y bajadas de impuestos y cualquier otra majadería propia de su condición de ser absurdo.

El personaje ha vuelto y en su secuela ha variado ligeramente el nombre, ahora es LocoMontoro y ya no es conductor de todo menos del codo, ahora es quien cuando habla revuelve el lodo. Si su antecesor retaba a sus contrincantes venciéndose en el plano hasta crear un ángulo de 45º con su cuerpo y el suelo del plató en el que se rodaba la serie, el nuevo reta a los suyos con amenazas de hacer públicos datos que parece que deberían abochornarles tanto como el ser incapaces de vencer la ley de la gravedad. También forma parte de su saber hacer el juzgar la calidad del trabajo de los otros, sean inspectores de hacienda desleales por “sociatas” o artistas inmanejables a pesar de las generosas subvenciones. Menudo es Locomontoro, el azote de los desagradecidos, medios de comunicación incluidos en primera instancia.

Qué decir de esas mujeres que reincorporadas al puesto de trabajo tras su periodo de maternidad van a cobrar un bonazo de 100 € gracias a Montoro, eso sí, aportación vigente desde el año catapun. Su Valentina particular, su jefa de comunicación ha tenido que pararle los pies con el consabido muuuuucho no?  a lo que el trilero de las cuentas públicas ha tenido que reconvenirse y haciendo muecas y partiéndose de risa ante sus ocurrencias, decir que simplemente no tiene remedio.

Pero sí, sí tiene remedio. Las amnistías diseñadas para defraudadores del entorno de Génova, tesoreros, asesores, arquitectos, maridos, etc pueden y deben remediarse. El forzamiento de las líneas editoriales de medios de comunicación públicos y privados también. Que en el sentido de la innovación en España pese más la opinión del ministerio de hacienda que el de industria o el consejo general de universidades es un contrasentido que solo puede interpretarse como la megalomanía del conductor de todo menos del codo. Y esto debe cambiarse.

Una pista: el programa infantil que tomó el relevo a los chiripitiflaúticos era uno en el que los personajes trataban de enseñar a los niños (y los mayores) las diferencias entre cerca y lejos, aquí y allí, dentro y fuera, objetivo y subjetivo, a contar siguiendo las reglas de la aritmética, en definitiva a discernir entre hecho y ficción, entre verdad y mentira.    

Alguien que sólo tiene como referencias políticas unas cifras desconectadas de la realidad, que por tanto puede manipularlas, disfrazarlas, secuenciarlas, minimizarlas o llegado el caso directamente obviarlas porque sólo son números, es alguien que sufre una fuerte conmoción psíquica. Lo que viene a conocerse como un demente, un loco, el Locomontoro.     

Que gran nombre para futbolista zaguero o para luchador de wrestling, que mal rollo para asociarlo al de un ministro de hacienda.

LocoMontoro