viernes. 29.03.2024

In crescendo

El peligro de la democracia no proviene de la corrupción, sino de la existencia de estructuras de poder que, en según qué momento, incorporan la corrupción como modo de extracción de riqueza y legitimidad

Me sorprende mucho el tratamiento que, sobre todo la prensa, le está dando al tema de la corrupción. El grito puesto en el cielo está justificado, no digo yo que no, pero se me hace un pelín ingenuo el rasgarse de ese modo las vestiduras y vocear un irritado  e indignado asombro por lo que ocurre en la tramoya del poder en nuestro país.

Parece como que a analistas, comentaristas, redactores e incluso a despiertos lectores se les hubiese olvidado que el fenómeno del ejercicio del poder no se produce a borbotones,  en dosis que puedan degradarse por efecto de algún tipo de corrupción. Antes bien, la historia y la sociología nos dice el que el poder es un proceso continuo por el que la oligarquía, los dueños de los resortes del poder económico y político, ejecutan diversas estrategias para extraer (1) de sus respectivas sociedades todo aquello que fortalece aún más su posición: dinero y poder político. De esta manera refuerzan su estatus actual e invierten en garantías de futuro.  

De modo que la compartida opinión general de que la corrupción es un mal que afecta al desarrollo de la democracia es un absurdo, pues el peligro de la democracia no proviene de la corrupción, sino de la existencia de estructuras de poder que, en según qué momento, incorporan la corrupción como modo de extracción de riqueza y legitimidad.

Aceptado como principio de realidad lo dicho, la pregunta que a mí me parece determinante es por qué la oligarquía española ha optado en este preciso momento por la modalidad mafiosa para fortalecer su posición de dominio político. Al margen de la bellaquería personal de los Bárcenas, González, Rato, etc, solo cabe tener en consideración dos repuestas. La primera respuesta es, digamos, algo relacionado con la eficiencia,  porque el ejercicio mafioso del poder facilita enormemente la transmisión de la extracción de abajo arriba. La mafia es muchas cosas pero sobre todo es sinónimo de eficacia, no lo olvidemos. La segunda interpretación tiene que ver con razones de necesidad,  el ejercicio mafioso del poder se debe a que otras fórmulas de extracción menos directas, están siendo bloqueadas por el entramado institucional evolucionado de la mera formalidad democrática (hábitos, leyes y tribunales).

Es decir que la oligarquía española, que más o menos se corresponde con eso que desde Podemos llaman la “trama”, ha adoptado una actitud mafiosa del ejercicio del poder de manera transitoria ante el devenir de los acontecimientos históricos que nos rodean (de la globalización a la automatización de la producción y la delegación de poderes simbólicos en entidades supranacionales), esto es una constatación ¿Pero su vocación por los actos de pillaje propios de la mafia provienen de sentirse muy seguros y no temer reprobación o castigo significativo alguno, o se debe a que ven peligro acechando sus posiciones y aceleran mediante actos mafiosos la recogida de la cosecha extractiva?

La respuesta a este dilema es muy importante, pues define el contexto de acción política próximo. Si la oligarquía ha optado por el saqueo mafioso por no ver peligro inminente ninguno, entonces lo que cabe es generar mecanismos de riesgo, instrumentos para desincentivar la conducta mafiosa soberbia, la que se practica por la cara para entendernos. Este es el camino fácil.

Pero si de nuestra previsión resultase que lo que parece es que los “señoritos” están dándose prisa para hacer caja porque no ven claro su futuro, entonces la cosa se complica, porque lo que nos dice la historia es que la oligarquía es capaz de recurrir a cualquier modo de ejercicio, incluida la violencia, para logar sus objetivos políticos: perpetuarse bajo cualquier formato democrático o autoritario, monárquico o presidencial.

Si lo de la mafia falla, les queda el recurso a la fuerza. Fanfarrones y paramilitares encuadrados en falanges, camisas pardas o negras están a la vuelta de la esquina. Y si la cosa se sale de madre, entonces hay justificación para acudir al ejército. Que por cierto comienza a tener una bonificación presupuestaria in crescendo que a mí me da qué pensar.  


(1) Concepto elaborado por Acemoglu y Robinson en su ensayo, Por qué fracasan los países

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