jueves. 28.03.2024

Causas ocultas de la deslocalización del trabajo

Lo que se persigue es convertir el trabajo en algo marginal, un recurso abundante, barato y desechable...

La columna vertebral de la política del gobierno es su reforma del mercado laboral. La acción que llena de orgullo a su presidente, aquélla que le provoca crisis alucinatorias sobre la marcha del país, porque es por su aplicación por la que recibe mensajes de apoyo y golpecitos en la espalda en reuniones de personas que han diseñado esta malévola forma de manejar las relaciones sociales y económicas, pero que no se atreven a poner en marcha en ningún lugar en el que puedan pedirles responsabilidades directas. Ni el ministro alemán Schäuble, ni el presidente del bundesbank Weidmann, ni el presidente del eurogrupo Dijsselbloem tendrían narices para imponer a sus conciudadanos próximos alemanes u holandeses lo que fuerzan a Rajoy a perpetrar contra los españoles.

Y todo ello por qué. De dónde sale que debilitar hasta hacer irrelevante el talento y la habilidad en la aplicación de fuerza de trabajo sea lo que vaya a sacarnos de alguna crisis o de situación alguna de  complejidad. Porque la reforma laboral en realidad no busca u obtiene nada que no sea precarizar el trabajo, no solo las relaciones laborales en el mundo del trabajo, sino el trabajo en sí mismo. Como digo, hacer del esfuerzo humano algo irrelevante parece ser la única misión de una reforma del mercado de trabajo cuyo resultado es precariedad, descualificación, descompromiso de las partes y sustitución o reposición fácil.

Insisto, y todo ello por qué o para qué. Solo hay una respuesta. Hacer factible la externalización total de los factores de producción, incluido el trabajo, hasta sus últimas consecuencias. No basta ya con poder llevarse las fábricas a lugares cómodos por su legislación en materias de seguridad, derechos sindicales o de protección medioambiental, también se aspira a no dejar en la huida nada aprovechable, esquilme total para impedir la reconstrucción. Política de tierra quemada. De esta manera la elevación de las expectativas de las clases trabajadoras de los nuevos territorios de acogida pueden verse atemperadas por la existencia de un elemento de competencia a la baja en las tierras de origen, y de una pérdida de la identidad en la estructura de los derechos inherentes al trabajo. Esto es lo que se persigue, convertir el trabajo, el elemento central en la producción del valor, en algo marginal, un recurso abundante, barato y desechable. Tras la liberalidad y el descontrol en el movimiento de capitales y la cobertura internacional para la deslocalización y reubicación de fábricas y talleres, la reforma laboral diseñada en Frankfurt, Bruselas y Washington abre la puerta para la deslocalización del trabajo, desposeyendo a los trabajadores y profesionales de sus derechos y convirtiendo sus habilidades en anécdotas geográficas.

Por supuesto que existe una banda de trabajo cualificado que resiste este empujón hacia la irrelevancia. Hay parcelas del trabajo que requieren la participación de trabajadores muy expertos y altamente formados, objetivamente relevantes por necesarios para mantener acelerada la cadena de producción. Pero hay para todos. El debilitamiento de estos trabajadores técnicos, científicos o gerenciales se provoca por la acción directa sobre sus necesidades personales, se actúa sobre los fundamentos de su vida cotidiana para conseguir convertir su presencia necesaria en una incidencia biográfica. Tu trabajo existe, pero no está en tu entorno. El desplazamiento forzado y el desarraigo actúan como elementos deflactores de su potencial importancia en  la extracción de riqueza. Y me llevo dos, porque este mecanismo de expulsión del centro de gravedad en la economía local, garantiza una ganancia de valor en la economía  relocalizada. La reforma consigue que ingenieros, médicos, técnicos de mantenimiento, etc, generen una alta productividad en los centros de destino, eso sí desposeídos ya de la iniciativa y la motivación por el cambio social hasta no resolver su cuestión personal (largo me lo fías).

Hace unos años, la dirección general de trabajo y asuntos sociales de la Comisión Europea encargó a un grupo de expertos internacionales (entre quienes me encontraba yo mismo) un informe sobre las razones  que empujaban la salida de empresas de Europa, el análisis de la deslocalización a fin de cuentas. Las causas de base económica y social respecto a salarios y derechos tuvieron un efecto muy grande en el éxodo desde luego, pero éstas no fueron las únicas causas. Hubo particular acuerdo entre todos los participantes en la redacción  del informe sobre el hecho de que muchas empresas salían del continente por lo que  parecía una apuesta personal de su alta dirección, al margen de beneficios objetivos. Pareciera que algunos ejecutivos querían sumar a su currículo el haber sacado a tal o cual empresa de Europa. Era una forma de embellecer su carrera, el broche a un master de hijo de puta redomado.

Hay veces que viendo los efectos de la reforma laboral y las causas que la han propiciado, me parece ver a Rajoy, Báñez, Montoro y algún otro en la orla imaginaria del master anteriormente mencionado.

Causas ocultas de la deslocalización del trabajo