viernes. 29.03.2024

Paso a paso, golpe a golpe

El país diseñado desde la Moncloa o desde los centros del poder que se escapan a los controles democráticos, va configurándose a golpe de decretos...

El país diseñado desde la Moncloa o desde los centros auténticos del poder que se escapan a los controles democráticos, va configurándose de manera inexorable a golpe de decretos o de leyes impuestas por una mayoría absoluta que puede tener fecha de caducidad pero que parece más un instrumento para garantizar un modelo de sociedad irreversible que para asegurar el gobierno de un partido. Rajoy es un político quemado, al igual que la mayoría de sus ministros, pero no parece afectado por ello. Insensibles a las críticas y a las denuncias que emergen a diario desde la sociedad o desde las sesiones parlamentarias, van ejecutando con rigor su plan de demolición del modelo social construido en las últimas décadas.

Paso a paso van haciéndose con las riendas de todas las instituciones que pudieran suponer una cortapisa para limitar su dominio, aceptando, como una molestia superable, el sarpullido de unas protestas que se extinguen con rapidez. Por aburrimiento o por impotencia. Por las dos causas al tiempo. Tanto da que pensemos en el cierre escandaloso de la Radio Televisión de Valencia como en la composición del Consejo General del Poder Judicial. Unos amigos esperan hacerse cargo del Canal autonómico a precio de saldo, y otro ocupa ya la presidencia de los togados. En esa línea, provocadoramente, sabedor de la fuerza que tiene en sus manos y dispuesto a emplearla, el ministro Montoro procede a la ocupación formal de la Agencia Tributaria. Sólo desde la seguridad de quien sabe que puede hacerlo, el ministro de Hacienda desafía a los funcionarios, a los partidos políticos y a los medios de comunicación. Su última intervención, incluida su bochornosa réplica al portavoz socialista, el diputado Saura, hubiera sido causa de inmediata dimisión o cese en cualquier Gobierno europeo. Aquí se ha saldado con algunos comentarios indignados, un par de editoriales críticos, que pronto serán olvidados, y un silencio cómplice…o temeroso de la mayoría de los medios.

Montoro sigue. Como sigue Botella al frente de la Alcaldía de Madrid, superando el ridículo, ya a escala planetaria. Mientras, Gallardón hace méritos ante los sectores más duros que vigilan cualquier debilidad del Partido Popular y avanza en la privatización de la Seguridad en paralelo a la Sanidad y la Educación. Como sigue Wert. Y Fátima Báñez, precarizando a los trabajadores con una reforma laboral que se ha impuesto con ánimo de permanencia. Rajoy, mucho menos incisivo en la expresión que Alfonso Guerra, no ha dicho que “a este país no lo iba a conocer después de este Gobierno ni la madre que lo parió”: lo está haciendo. Y va a hacer falta mucho tiempo y mucha resolución política para recuperar los perniciosos efectos de una revolución silenciosa que está subvirtiendo los principios básicos del Estado social y de derecho que hemos ido construyendo a trancas y barrancas.

Con un ataque en toda regla contra los sindicatos de clase, debilitados día a día, y con el fomentado descrédito de los partidos en tanto se fabrican fórmulas mágicas de representación, el avance de una política basada en el concepto del Estado como el de una Sociedad Anónima se percibe ya, con espanto, por quienes no quieren distraerse con los chascarrillos que generan las salidas de tono verbales de los muñecos de guiñol. Porque lo importante es descubrir las manos que manejan los hilos detrás del escenario. Para cortarlas.

Paso a paso, golpe a golpe