viernes. 29.03.2024

¿Líder o programa?

En el largo proceso de las primarias del PSOE el acto de presentación de un documento programático, abierto a la introducción de ideas antes de su redacción definitiva, debería haber marcado un antes y un después en los modos y maneras de desarrollarse la disputa entre los partidarios de las tesis defendidas por Pedro Sánchez y Patxi López -los únicos que hasta hoy han dado el paso al frente- y aquellos que aguardan el pronunciamiento final de Susana Díaz. Cabría esperar que la treintena de páginas divulgadas en el teatro del Círculo de Bellas Artes hubiera dado lugar a unas consideraciones de fondo sobre la viabilidad de llevar a cabo cada una de las propuestas y presentar las correspondientes alternativas. Quizás es pronto para que se produzca esa respuesta, sobre todo cuando están en fase de elaboración las ponencias del próximo Congreso encargadas por la Gestora, pero no deja de resultar significativo que hasta el momento hayan trascendido más los comentarios a las formas que al fondo.

La pretensión de los organizadores del acto, supongo, era trasladar a los asistentes invitados, no todos militantes, un cuerpo de ideas para su traslado a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, el impacto de unas fotografías con colas alargadas por la calle de Alcalá y el sonido del “no es no” en el interior del recinto se ha superpuesto al mensaje programático. Han quedado, es cierto, algunas ideas-fuerza: el concepto de “plurinacionalidad”, la reivindicación de “la izquierda” o una futura política de alianzas, expresamente con los Sindicatos, e implícitamente con Podemos. La respuesta emitida por quienes en principio no se han declarado valedores de Pedro Sánchez permiten -pese a la urgencia de sus reacciones- entrever la incomodidad con la que han sido recibidas por parte de algunos dirigentes territoriales del PSOE, con expresiones más o menos afortunadas que han caldeado la redes sociales.

Al llegar a este punto quisiera llamar la atención sobre algunos datos objetivos que no suelen tomarse en consideración. El primero de ellos es que hasta hoy la participación en los actos de los precandidatos no supera el 15% de la militancia y que esa misma proporción es la que participa activamente en las redes sociales. Y eso puede ofrecer una engañosa perspectiva a la hora de formular cualquier pronóstico. Mayor importancia tiene el hecho de que, todavía, la comparecencia de Susana Díaz a la línea de salida de la carrera por la Secretaría General sea objeto de especulaciones A nadie se le oculta que sin despejar esa incógnita cualquier análisis es excesivamente aventurado. El último dato, que por obvio se olvida, es que ni están marcadas las fechas en el calendario y que se desconoce el censo final de militantes con derecho a voto. En este capítulo, no es intrascendente que los militantes del PSC deban formalizar su inscripción antes de acudir a las urnas.

Pongo el acento en estas cuestiones de procedimiento, porque no se puede perder la perspectiva del proceso: la primera etapa es conquistar la voluntad de los militantes. Un reto en el que sería suicida olvidar los aspectos emocionales y desatender un sentimiento bastante extendido de incomodidad con un pasado reciente de derrotas electorales que algunos atribuyen a la pérdida de identidad “izquierdista” .Resulta sintomático, por cierto, comprobar a quienes achacan unos u otros la responsabilidad de esos fiascos en las urnas…

Superado el impulso de votar a un candidato, en función de claves personales en las que tiene mucho que ver la empatía de los líderes, una lectura de segundo grado habría de ser la valoración de las posibilidades reales que se ofrecen el día después para ganar la confianza de los electores. Pero ese es un momento de reflexión que parece bastante alejado de las actuales preocupaciones, aunque una mirada a lo que está pasando en Francia con Benoît Hamon sería muy recomendable. En definitiva, el objetivo principal de cualquier partido político es alcanzar el poder democráticamente para poner sus ideas y esfuerzos al servicio de la sociedad, no para la autocomplacencia estéril.

¿Líder o programa?