viernes. 29.03.2024

Nadie habla de lo que hay que hablar

Observo atónito el esperpento al que se ha llegado en la política española. Mientras la izquierda se desgarra internamente y la cuestión catalana se pudre a medida que pasa el tiempo, apenas se debate sobre las cuestiones candentes en la economía española y mundial.  Los políticos de izquierdas hablan de los problemas internos de su partido en mayor medida que lo que dedican a realizar proposiciones acerca de los problemas que acucian a las clases sociales desfavorecidas, aunque también afectan a gran parte de las clases medias. El desempleo, trabajo precario, exclusión social, pobreza energética, malnutrición infantil, desahucios y la creciente desigualdad, golpean a estratos de la sociedad sin que se profundice suficientemente en las medidas que habría que tomar para atenuar esta grave situación.

A esto hay que añadir, la pérdida de libertades y derechos, así como el olvido en que se encuentran la educación, investigación, sanidad, dependencia, cultura, cooperación al desarrollo y refugiados. Los desafíos y retos no se encuentran a la orden del día, mientras que se discute si son galgos o podencos, por mencionar la frase tan afortunada de la fábula de Tomás de Iriarte Los dos conejos.

Con ser esto grave, no deja de ser preocupante a su vez que no se debata sobre las relaciones económicas internacionales. Da la impresión que se vive en una burbuja aislada y separada del mundo global. La visión localista predomina sobre un enfoque que abarque la totalidad y las interdependencias de las diferentes partes que componen el escenario de la economía mundial. Un estado en el que conviven la pobreza y la opulencia, a la vez que sufre grandes temblores y más que pueden venir por la política que quiere imponer Trump. La incertidumbre aumenta al tiempo que se quiere restaurar el orden financiero, eliminando las regulaciones, que trajo la Gran Recesión.

El presidente de Estados Unidos en poco tiempo ha violado derechos humanos y recortado las libertades, pero afortunadamente está habiendo una resistencia civil a sus decisiones, pero también de jueces y fiscales que velan por el cumplimiento de las leyes del Estado de derecho. En España se observan estos hechos como a distancia como si no nos afectara, y frente a un Gobierno pasivo a la hora de defender los derechos y al pueblo mexicano, tampoco se observan por la oposición planteamientos y protestas que se unan a las que se están llevando a cabo en solidaridad con los emigrantes y refugiados.

La pobreza y el hambre siguen existiendo a pesar de las tímidas mejoras que se han podido dar. La brecha económica, social, en derechos y oportunidades se agranda. Da la impresión que eso no interesa porque no da votos, mientras a la tragedia de la miseria se unen las de las guerras, Estados dictatoriales y violencia de género. Los emigrantes y refugiados huyen de sus países de origen, unos de la pobreza y falta de oportunidades, los otros por las guerras, por ser perseguidos por motivos ideológicos y religiosos, y por sufrir en el caso de las mujeres violencia. Cada vez más crecen los refugiados como consecuencia del cambio climático.

Los países desarrollados ponen muros y verjas para impedir su llegada. Las muertes en el mar alcanzan cifras escandalosas y una vez que llegan a lo que creen que es un paraíso tienen que pasar un verdadero calvario para lograr el derecho de asilo o encontrar un empleo digno. La manipulación de la información, que trata de ocultar las verdaderas causas de estas circunstancias, está conduciendo a hechos tan graves como la elección de Trump y ascenso de la ultraderecha. Se quiere hacer a las víctimas de un sistema injusto los responsables de la falta de empleo, precariedad del trabajo e inseguridad creciente en el mundo desarrollado. Lo que hace falta es desentrañar los fallos de un sistema económico y de la fase en la que se está, sustentada en el fundamentalismo de mercado que se impone sobre los derechos de ciudadanía, para conocer las razones de los males que está causando.

Los males del subdesarrollo no vienen derivados solamente del mal gobierno e instituciones fallidas, como tantos economistas quieren hacer ver, sino de unas relaciones económicas que en la historia se han sustentado en el colonialismo e imperialismo y en una dominación y explotación llevada a cabo en la actualidad por las grandes empresas multinacionales. A su vez, las guerras se alimentan por el complejo militar-industrial, que obtiene elevadas ganancias. Estas realidades se ocultan con cifras macroeconómicas que no desvelan las estructuras subyacentes.

Las propuestas que en su día se hicieron, fundamentalmente en la década de los setenta del siglo pasado, de Un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) han desaparecido de todas las agendas, pero tampoco se tienen en cuenta las proposiciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que no siendo tan ambiciosas, sin embargo, tampoco se llevan a la práctica pues chocan contra los grandes intereses económicos y financieros.

En suma, mientras estas cosas suceden no lejos de nuestro país y la UE padece una grave crisis, aquí la discusión es entre errrejonistas y pablistas, Pedro Sánchez y Susana Díez. Todo ello sin saber qué tienen que decir sobre algunos de los problemas que aquí he mencionado. Nadie habla de lo relevante al tiempo que se avanza hacia un mundo cada vez más violento, inseguro y enormemente desigual.

Nadie habla de lo que hay que hablar