viernes. 29.03.2024

Lecciones no aprendidas de la crisis

lehman

La crisis española tiene características propias pero no es una crisis local sino global. El epicentro estuvo en Estados Unidos y de ahí se contagió al resto, sufriendo más los países receptores del virus que quien lo transmitió

En el Congreso de los diputados se ha creado una comisión para investigar las causas de la crisis en España y para aprender de esa experiencia con el fin de que no se vuelva a repetir.  Han comparecido tres exministros de economía (también exvicepresidentes) que han gobernado en el periodo en el que se gestó, se desencadenó y se aplicaron medidas para tratar de resolverla. De sus declaraciones poco se puede extraer para comprender algo de lo que pasó.

La crisis española tiene características propias pero no es una crisis local sino global. El epicentro estuvo en Estados Unidos y de ahí se contagió al resto, sufriendo más los países receptores del virus que quien lo transmitió. La vulnerabilidad del sistema financiero mundial quedó de manifiesto con el estallido de la crisis. Las tendencias de la economía mundial anteriores a la Gran Recesión, que fueron favorables a la desregulación sobre todo de las finanzas, marcaron unas pautas que siguieron prácticamente todos los países. Los diferentes gobiernos tomaron medidas en la línea de favorecer la globalización de las finanzas, la eliminación de regulaciones, privatizaciones, flexibilización del mercado laboral y recortes al Estado del bienestar.  

Por esto es por lo que la bonanza aparente que se vivió a principios del siglo actual se sustentó en la hegemonía de las finanzas que favoreció las inversiones especulativas en mayor medida que las productivas, el creciente endeudamiento privado, y el aumento de la desigualdad. La expansión de las finanzas fomentó la aparición de burbujas inmobiliarias y bursátiles, de manera que en el ciclo expansivo de principios de siglo se estaban sembrando las semillas de la destrucción. La euforia que todo ello produjo alimentó más un modelo que no se podía sostener con el paso del tiempo. 

Estos comportamientos, como se puede ver,  no solamente se dieron en Estados Unidos sino que fue bastante generalizado por lo que una vez que se rompió la cuerda  que sustentaba este edificio tan frágil todo se vino abajo en casi todos los países, sobre todo del mundo desarrollado, pues en todos ellos se habían sembrado esas semillas destructivas. El desencadenante fueron las hipotecas basura en Estados Unidos, pero prácticamente cada país tenía las suyas y la economía mundial estaba infestada de títularizaciones sin ningún valor real.

Los organismos económicos internacionales, los gobiernos, los dirigentes de la Unión Europea, la mayor parte de los economistas, cegados por el crecimiento económico y la euforia que esto creaba no vieron venir la crisis, a pesar del aviso que a principios de siglo se produjo con la caída de las empresas de las tecnologías de la información y comunicación, y escándalos como el de Enron. No solamente eso sino que saludaron a la nueva época como el triunfo de la globalización, del mercado y del fin de los ciclos económicos.  Hubo, no obstante, una minoría de economistas que sí alertaron del peligro en el que se estaba incurriendo. Pero fueron acusados de ser los típicos aguafiestas y en consecuencia no se les hizo caso.

A mi particularmente me llamó la atención cuando leí el libro, antes del estallido de la crisis, de Reinert La globalización de la pobreza (Crítica, 2007), que dice en la página 302:” El periodo actual representa una coyuntura en la que pueden suceder muchas cosas. En primer lugar, una crisis financiera importante es cada vez más probable, y habrá que reinventar el keynesianismo en un contexto nuevo y global”. Tuvo razón en lo primero, pues lo más probable se convirtió en realidad, pero no se le ha hecho caso en lo segundo debido a que a pesar de todo no solo no se ha reinventado nada, sino  que se vuelve a las andadas recomendando las mismas recetas que condujeron a la crisis. Los neoliberales vuelven como zombies, como dice Krugman, pero vuelven.

Las lecciones de la crisis no están sirviendo para aprender sino para seguir insistiendo en los mismos errores. La razón es que a las elites políticas y económicas no les interesa cambiar el modo de funcionamiento de la economía, pues a los ricos les va muy bien y no tienen enfrente movimientos políticos y sociales potentes capaces de modificar y reformar lo existente. Pero con esto se conduce al mundo por una pendiente con el aumento de la inseguridad, el fraude, la desigualdad, el deterioro del medio ambiente y cambio climático.

Por su parte al mundo académico dominante no le interesa modificar los supuestos fundamentales en los que se basa la enseñanza de la economía actual. Cuestionarse lo que se ha estado enseñando durante bastantes años es algo a lo que no están dispuestos a hacer la mayoría de los profesores pues ello supondría tirar por la borda parte o todo el esfuerzo de estudio e investigación realizado durante tanto tiempo. Desaprender para volver a aprender no es tarea fácil y a las que se esté dispuesto llevar a cabo. Por eso la resistencia del pensamiento dominante al cambio de paradigma cuando la realidad ha puesto de manifiesto los agujeros de esos principios económicos.

Lecciones no aprendidas de la crisis