jueves. 25.04.2024

Si Rajoy fuera mujer y defendiera sus derechos

Las mujeres conforman el 51% de la población pero representan únicamente el 37% del espacio político...

Ser de izquierdas no nos exime de actitudes y comportamientos machistas

Hace ya algunas décadas, Mario Benedetti imaginó un mundo matriarcal en su poema titulado Si Dios fuera mujer, donde concluyó que “si Dios fuera mujer (…) qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia”. Hace tan sólo unas semanas, el alcalde de Valladolid nos recordó el machismo presente en la élite política con sus polémicas declaraciones: "piensa que entras en un ascensor y hay una chica con ganas de buscarte las vueltas, se mete contigo, se arranca el sujetador o la falda y sale dando gritos diciendo que le has intentado agredir. Ojo con ese tema”. Ante tal atrocidad es inevitable plantearse la pregunta: ¿Y si Rajoy fuera mujer y defendiera sus derechos?

Si Rajoy fuera mujer y defendiera sus derechos, este mismo alcalde no hubiera dicho nada más llegar al ayuntamiento en 1996 que su objetivo era “limpiar Valladolid de las tres P: piojos, pulgas y putas”. Tampoco hubiera dicho acerca de su opositora Soraya Rodríguez (PSOE) que ”me han acusado de todo menos de violar a la candidata, pero se comprende…”. Tampoco opinaría de Carme Chacón que "es la señorita Pepis vestida de soldado”, ni de Leire Pajín que le “recuerda a un personaje de dibujos animados". Tampoco se hubiera atrevido a defender que "el rugby no es apropiado para las chicas. No es machismo pero no veo bien que chicas de 20 años y mucho menos niñas de 8, se hagan placajes tan duros… creo que hay otros deportes más apropiados como la gimnasia rítmica o el patinaje”. Si Rajoy fuera mujer y defendiera sus derechos, este tipo no sería alcalde.

Lamentablemente, este caso de misoginia empedernida no es una excepción en el panorama político. En el PSOE nacen los hongos del machismo desde que Alfonso Guerra declaró hace ya tiempo que "hay que convivir con la economía sumergida como con algunas mujeres. No se las puede eliminar”. Su alargada sombra aún eclipsa el horizonte; recordemos que en 2012 el portavoz del PSOE de Alcobendas, Rafael Sánchez-Acera, le dijo a Marina Hernández (UPyD) en una conversación informal que "muchas... has tenido que chupar para estar donde estás”. Esta última tampoco se salva de la persecución en sus propias filas: Toni Cantó -ese mal actor y mucho peor político- fue polémico por declarar que “la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas”. Pero aunque todos los partidos han demostrado estar en el mismo saco en términos de opresión hacia las mujeres, el descaro del PP alcanza el nivel de denunciable: Manuel Fraga opinó acerca de Clementina Díez (PSOE) que "lo único interesante que esa señora exhibió fue su escote”; José Manuel Castelao confesó que "las leyes son como las mujeres, están para violarlas”; sin olvidar a Miguel Arias Cañete y su “el regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno”, el mismo que se indignó porque “si abusas de superioridad intelectual, pareces un machista con una mujer indefensa”. Como colofón, la autoría de la mayor barbaridad no se le puede atribuir a otro que a José María Aznar, un hombre más de hechos que de palabras. En el año 2005 la periodista Marta Nebot quiso hacerle una pregunta al entonces presidente del Gobierno, quien ni se dignó a contestar y por toda respuesta le colocó un boli en el escote (podéis ver el vídeo aquí).

Dijo Karl Marx que el progreso social puede ser medido por la posición social del sexo femenino. Y lo que es evidente es que en términos de progreso la esfera política actual es un palo en la rueda que ya de por sí tanto nos cuesta mover. Según Delia Blanco (diputada del PSOE en Madrid), "las mujeres seguimos siendo objetos para algunos (…) si una tiene los labios grandes o pequeños se comenta. Si viste mal es horrible, si viste bien es demasiado. Eso no sucede con los hombres (…) aquí se sigue hablando de mujeres, en lugar de políticas o de personas”. Cuesta imaginar lo que tiene que aguantar una mujer en esos pasillos, sobretodo porque no podemos estar en ellos. Sin embargo, lo que sí que podemos hacer es analizar cuántas mujeres los componen y cuál es su papel.

Según las estimaciones, en España hay unas 160.000 personas dedicadas a la política. Siendo sólo estimaciones, para poder establecer una segregación de género tenemos que conformarnos con las cerca de 80.000 personas que declara el INE. Según los últimos datos publicados por esta fuente, las mujeres conforman el 51% de la población pero representan únicamente el 37% del espacio político. La discriminación es evidente y lo es aún más si entramos en detalle de cómo se alcanza este promedio del 37%.

Lo que estos datos significan en la práctica es que las mujeres a las que se permite entrar en el terreno político se las destina a los cargos con menor poder efectivo, los poderes Legislativo y Judicial. No debemos olvidar que cuando se discutió la Constitución de 1978, los llamados “padres” de tal despropósito tenían muy presente la inestabilidad política italiana del momento -las Brigadas Rojas acababan de poner en práctica por primera vez el llamado Compromesso storico que culminó en el secuestro y posterior asesinato del Primer Ministro Aldo Moro- y la multitud de partidos y asociaciones políticas que aparecieron en España tras la caída del régimen franquista. Tal y como apunta Manuel Sánchez de Diego -Profesor Titular de Derecho Constitucional de la Complutense- en su artículo ¿Quién manda en España?, “al redactar la Constitución se encargaron de introducir una serie de cautelas destinadas a lograr la estabilidad del Gobierno que se traduce en instrumentos que permiten apuntar una preeminencia real del poder Ejecutivo sobre los otros dos poderes del Estado (…) dentro del Gobierno, es el Presidente el que designa y cesa a sus miembros, puede imponer su criterio frente al resto de los integrantes del Consejo de Ministros y, en definitiva, es la cabeza visible y sobre el que recae toda la responsabilidad política (…) todo esto nos indica que en España quien realmente manda es el Presidente del Gobierno”.

Somos conscientes de que aún habrá quien piense que si las mujeres no forman parte de la política es porque no quieren o porque no les interesa. Según el INE, en 2010 había 1,5 millones de afiliados a los partidos del PP, PSOE, IU, PNV, ERC y CIU, el 34% de los cuales eran mujeres las cuales se muestran explícitamente interesadas por la política. Aún así, éstas sólo representaban el 31% de las concejalías, alcaldías y cargos ejecutivos de estos partidos. Lo más interesante lo descubrimos al fijarnos en qué agrupaciones nace esta diferencia.

En los partidos tradicionalmente de izquierdas -aunque en la práctica de los últimos años han demostrado ser de centro e incluso de derechas- el porcentaje de mujeres que ejercen la política es mayor al de afiliadas, lo que demuestra cierto progreso. Sin embargo, en los partidos conservadores se observa una marginación hacia el sexo femenino, seguramente porque hacen apología de las enseñanzas de la Biblia, donde “(Dios) dijo asimismo a la mujer (Eva): multiplicaré tus trabajos y miserias en tus preñeces; con dolor parirás los hijos, y estarás bajo la potestad o mando de tu marido, y él te dominará”.

Tras la reciente derogación de la ley del aborto de Gallardón y su consecuente dimisión, muchos nos preguntamos cómo es posible que una iniciativa de tan poco sentido común haya llegado tan lejos. Muchos olvidamos a veces que si no se hace política pensando en las mujeres es porque en la política institucional las mujeres siguen siendo una minoría discriminada y que sólo será posible su equiparación real a los hombres si conseguimos superar esta discriminación empezando por nuestras actitudes y comportamientos en el día a día, sea cual sea nuestro género. Porque si Rajoy fuera mujer y defendiera sus derechos, significaría que la sociedad de este país ha progresado lo suficiente para conseguir que una mujer que defienda sus derechos sea presidenta. Y si así fuera, qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia.

No queremos despedir este artículo sin dejar un espacio a la autocrítica. Ser de izquierdas no nos exime de actitudes y comportamientos machistas, por lo que además de reclamar el poder de la mujer en las instituciones políticas debemos hacerlo también en los movimientos sociales que están deviniendo y que a base de lucha conseguirán ser el fundamento del progreso de un futuro muy próximo. Porque como dijo Rosa Luxemburgo, “la feminista que no es socialista carece de estrategia y el socialista que no es feminista carece de profundidad”.

Si Rajoy fuera mujer y defendiera sus derechos